La dura experiencia de un periodista de Misiones Online internado por Covid: así es la lucha contra el virus, del increíble equipo médico latinoamericano en el Hospital Escuela

Un médico colombiano que se enamoró de Posadas, una médica paraguaya de Encarnación, que no puede ver a su hijito hace más de un año, una flamante médica posadeña recibida en Misiones, un técnico informático de Apóstoles que se inclinó por la medicina. Juntos, conforman una pequeña muestra de la increíble y enriquecedora diversidad cultural y de conocimiento en que se ha convertido el Hospital Escuela Ramón Madariaga de Posadas, donde cada día, un verdadero ejército de profesionales de la salud batalla duramente contra el COVID , con una entrega y una logística que impresiona. Los cuatro, también atendieron durante ocho días al director periodístico de Misiones Online.

 

Por Marcelo Almada

Periodista

Director de Misiones Online

Un equipo médico latinoamericano en el Hospital Escuela

Para los internados por Covid, la esperanza no tiene rostro. Apenas si se pueden adivinar sus ojos. Es que nadie que pase por el área destinada a pacientes internados por coronavirus, conocerá allí adentro las caras de sus médicos o enfermeras, ni de quienes limpian las habitaciones. Es que el virus obliga a una logística especial de protección, con trajes de guerra.

 

Y como en las películas, todos los que ingresan a las habitaciones lo hacen ataviados de su equipo de bioseguridad con barbijos, capucha, cofia, anteojos protectores, visores, mamelucos, bata, guantes y cubrecalzados. Irreconocibles.

 

En la Sala A en el segundo piso del Hospital Escuela de Posadas, están los pacientes internados por Coronavirus. De moderados a graves y muy graves. Para atenderlos y tratar de salvarlos, trabajan 14 médicos y 45 enfermeras, auxiliares y kinesiólogos, además del personal de limpieza.

 

Excepto los médicos, todos entran a las habitaciones casi en silencio, respetando el ejercicio de respirar y aguantar que se hace en cada cama, algunas con apoyo de oxígeno las 24 horas del día. Luego está la terapia intermedia, ya con cánulas de oxígeno, boca abajo, y los críticos, ya intubados.

 

Apoyados en los resultados de laboratorio, cada mañana un batallón de médicos atiende clínicamente a sus pacientes. Antes, desde las 4:30, un ejército de enfermeras tomarán muestras de sangre – a veces directamente desde la arteria-, para saber  la oxigenación de ese momento, además de la presión y temperatura.

 

Luego, otra enfermera ajustará el suero, y aplicará los medicamentos a cada uno. A la vanguardia del país, el protocolo de Salud Pública de Misiones utiliza una batería de medicamentos que incluye ivermectina, plasma de recuperados, suero equino, suero monoclonal, además de corticoides, anticoagulantes, antibióticos y oxígeno. Mucho oxígeno.

 

Los que limpian ingresarán más tarde, para retirar todo lo que pudiera estar contaminado, y depositarlo en una bolsa especial, sin contactos ni con las bolsas de basura.

 

En ese contexto de pandemia, me encontré dentro de una verdadera película imposible de describir en detalles. Tras el diagnóstico de Covid positivo, estuve 9 días con fiebre sin parar y neumonía.  Ocho días internado, y de ellos, cuatro con oxígeno.

 

Apenas retuve algunos datos, y el resto pregunté al salir. Aún no conozco los rostros de quienes me ayudaron en esos angustiantes días de soledad, encierro e incertidumbre.

 

Pero descubrí un perfil del Hospital Escuela, con una composición médica latinoamericana y una diversidad cultural increíble, que decidí contarlo en primera persona. No por mí pequeña anécdota personal, pero sí por el descomunal  trabajo que realizan más de 60 profesionales en una lucha desigual para arrancarle vidas a un virus desconocido, cambiante y letal.

 

equipo médico latinoamericano en el Hospital Escuela

Los médicos Camila Agustina Lezcano, María Belén Leiva Paredes y Héctor Cáceres Rincón 

De las cordilleras de Colombia a salvar vidas en Posadas

 

Con poco más de un millón de habitantes, recostada sobre la cordillera oriental de los Andes, Bucaramanga es considerada la «ciudad bonita» de Colombia. Según el Banco Mundial, es una de las ciudades más prósperas de América Latina, y ejemplo de organización. Allí, como el mayor de dos hermanos, nació, creció y estudió medicina Héctor Gerardo Cáceres Rincón.

 

Hoy, con 34 años de edad, es médico clínico, con post grado en diabetología y aspirante a endocrinología en el Hospital Escuela Ramón Madariaga de Posadas, Misiones.

 

«Yo no sabía ni dónde quedaba Posadas, pero cuando llegué acá, la magnificencia, y lo grande de este Hospital me sorprendió, y decidí quedarme. A mi novia, María Eugenia, le dije amor, son sólo 8 meses y ya van dos años», cuenta Héctor con el pronunciado acento de su tierra andina y tropical.

 

Además de la sorpresa organizativa y tecnológica con que se encontró en el Hospital Escuela, Héctor sintió un aire familiar en la ciudad, que lo hizo sentirse más a gusto. «Algo que me ha enamorado de Posadas es lo parecida que es a Villavicencio, la ciudad colombiana originaria de mi madre, que queda en los llanos orientales, muy en el centro de Colombia», relata.

 

Cada mañana Héctor lidera un equipo con una médica residente superior, Belén Leiva, y una médica residente de primer año. Tienen a su cargo la atención de un grupo de pacientes internados con Covid, al igual que otros equipos médicos similares, que atienden a otros pacientes.

 

El equipo profesional trabaja mucho con la mirada clínica del médico, con examen personal a cada enfermo, todos con riesgo de contagiarlos a ellos mismos.  Por eso ingresan a las habitaciones casi como astronautas, con los trajes de seguridad que ya anticiparon las películas premonitorias de la trágica realidad que vive el mundo hace casi 20 meses.

 

«En el área Covid estamos todos los médicos clínicos, todos pasamos por el área de COVID», cuenta Héctor. Admite que «es un área muy agotadora, cansa mucho, y por eso rotamos cada dos meses».

 

Acerca de su propia experiencia y sensaciones, asegura casi resoplando que «es dura, bastante fuerte».

 

«Cuando empezó la pandemia, la mayoría de los pacientes eran de edad avanzada, de 70 a 80 años, pero últimamente hemos tenido pacientes de entre 30 a 40 años que debimos pasar a terapia, hoy mismo pasé a terapia a un chico de 36 años», explica, conmovido.

El virus que azota al mundo rompió todos los manuales de medicina. Y Héctor lo expresa reflexionando que “es difícil, porque aun haciendo todos los esfuerzos, uno no sabe qué paciente tendrá una oportunidad, y qué paciente no se recuperará, y ya pasó muchas veces, uno siente que hace todo lo que tiene en sus manos, pero a veces el virus es demasiado fuerte y no nos deja avanzar».

 

«Esas situaciones son realmente complejas. De repente poder enviar a su casa a un miembro de una familia que ya parecía que lo perdían y es alentador, pero no todos tienen su oportunidad, e informar a la familia que a quién esperan no va a volver, cansa espiritualmente» dice, impactado por estas situaciones.

 

El principal y único mensaje de Héctor es «que la gente se cuide. La gente no entiende que estamos agotados, y no se cuidan como deberían. Hay días que hacemos hasta diez ingresos a internación por Covid, y eso es mucho, que la gente se cuide», reitera.

 

El largo camino a Posadas

 

El mayor de dos hermanos, a Héctor le sigue María Alejandra. Y también menciona a sus padres. «Tengo exactamente el mismo nombre y apellido que mi padre, Héctor Gerardo Cáceres Rincón, porque mi madre se llama Mery Leonor Rincón Sánchez».

 

Egresado de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, su maestro ya fallecido, le dijo que «para ser un buen médico nuclear, había que ser un buen médico clínico».

 

Para especializarse, ya que tenía amigos en Buenos Aires haciendo lo mismo, se vino a la Argentina. «Hice la residencia en el sanatorio la Providencia junto al doctor Lucio Criado, que es ahora el jefe del servicio», recuerda Héctor.

 

Cuando terminó la Residencia, y ya médico clínico, Héctor no sabía si volverse a Colombia, o quedarse en la Argentina.

 

«Vamos para Posadas”, lo invitó el colega misionero. «Yo no tenía ni idea dónde quedaba Posadas», asegura. «La descubrí en un mapa, ahí, bien pegada a Paraguay».

 

Llegó y se impresionó con el Hospital. No imaginaba esa estructura médica en el interior de la Argentina. Y la brisa posadeña hizo el resto. Lo invitó a quedarse, a luchar con todo el equipo para arrebatarles las víctimas al Covid. Y en eso está este colombiano que adoptó a Posadas como propia.

 

La médica paraguaya que lucha contra el Covid en Posadas sin poder ver a su hijo hace más de un año

 

María Belén Leiva Paredes nació y creció en Encarnación, Paraguay, justo frente a Posadas. Como miles de jóvenes de ambas fronteras que estudiaron en una u otra orilla, Belén estudió medicina en la Universidad Barceló, en Santo Tomé.

 

Hija de los abogados Miguel Leiva y Mirta Paredes de Encarnación, decidió estudiar medicina “porque yo decía que los abogados nunca tenían tiempo…y ahora mirá, soy médica en una pandemia…peor»,  reflexiona y sonríe.

 

Con 30 años de edad, Belén hace su segundo año de residencia en el Hospital Escuela. «Estoy enamorada del Hospital, gracias a Dios tenemos todo para atender a los pacientes, y continuamos creciendo», afirma entusiasmada. «Trabajo con un equipo fabuloso, con maestros excelentes y un equipo de compañeros que le ponen el alma, el cuerpo y hasta la vida a cada uno de los pacientes» dice Belén, reafirmando su decisión de especializarse en Misiones.

 

La pandemia le jugó una mala pasada que duele con sólo imaginarlo. Belén es mamá de Ian, de 9 años de edad.  «Él es la razón de mi vida», afirma orgullosa. Sin embargo, aunque eligió Posadas también por la cercanía con su familia, y con la idea de cruzar el puente casi cada día para estar con los suyos, por la pandemia y el obligado cierre de las fronteras, hace más de un año que Belén no puede ver ni abrazar ni besar a su propio hijo. «Hoy esa cercanía parece miles de kilómetros, porque no los puedo ver ni estar con ellos».

 

Estudió medicina en el Instituto Universitario Fundación Barceló de Santo Tomé, donde «me recibí en 2018, y luego me costó muchísimo decidir la especialidad que iba a seguir, porque me gustaba todo de la medicina, es tan rica y tan grande que me gustaba todo y no sabía qué especialidad seguir», recuerda.

 

«Decidí seguir clínica médica porque es uno de los pilares básicos, quizás una de las especialidades más olvidadas y para mí es la más importante, y acá estoy», cuenta.

 

Acerca de su elección de especializarse en Posadas, agrega que «decidí hacer mi especialidad en el Hospital Madariaga porque en toda esta región es un centro referencia, y para nosotros los paraguayos siempre fue un centro de referencia y sabía que iba a tener una muy buena formación en este Hospital».

 

Cada mañana, Belén recorre las habitaciones y revisa a los pacientes que atienden con Héctor y Camila. Le pone mucho entusiasmo. Trabajan para salvar vidas, y lo hacen con gran compromiso. Pero desde las ventanas de esas mismas habitaciones, se ve Paraguay.

 

Uno apenas logra imaginar lo que pasará por su corazón, en esos momentos….

 

La jóven médica posadeña, recibida en Misiones, que le da batalla al Covid

 

Camila Agustina Lezcano tiene 27 años, es posadeña, y se le llena el pecho de orgullo y alegría cuando cuenta su historia. Es que ella misma ya es parte de la historia, aunque aún no se dio tiempo para pensarlo. Camila es egresada de la primera promoción de médicos de Misiones, de la UCAMIS, en marzo del 2020, justo cuando llegó la pandemia a la Argentina. La primera camada de médicos misioneros, que estudiaron y se recibieron en Misiones. Los primeros de cientos, de miles…pero su cabeza está en el ahora, en luchar contra el Covid y ayudar a salvar vidas.

 

«Nos toca vivir lo impensado» – dice-, «enfrentar una pandemia y vivirla desde adentro, inclusive desde adentro en plena formación».  Destaca al conjunto, y señala que «nuestro equipo de médicos de planta es muy bueno, junto a los residentes, enfermeras, kinesiólogos, anestesistas, todos los del nivel A, que enfrentamos al virus»…

 

Y el virus es demoledor.  «Es un día a día muy complicado, los pacientes son complejos y a veces se hace cuesta arriba ver que no evolucionan como queremos», se lamenta. Automáticamente da paso a la satisfacción, cuando las cosas salen bien, «eso nos alegra mucho, nos gratifica».

 

Camila se siente «privilegiada, estudié en mi ciudad, en mi provincia, no puedo estar más contenta». Enseguida destaca «el trabajo en equipo, estamos en un hospital grande, con el mejor tratamiento y con toda la evidencia científica a disposición para tratar que los pacientes mejoren».

 

Residente de primer año de clínica médica, se está formando en esa especialidad, «un pilar de la medicina».

 

Camila inició sus estudios médicos en Corrientes, pero ante la posibilidad que se abra la facultad en Posadas, decidió volver y reinició aquí la carrera, que le llevó «desde tercer año a tener las prácticas en el Hospital».

 

«Me enamoré del Hospital Escuela, es un hospital grande que nos abrió las puertas desde el principio, primero como estudiantes y ahora como residentes».

 

Hija de Oscar y Silvia, lleva en su sangre la vocación por la Salud Pública y la medicina. Su padre es bioquímico, director del laboratorio central de Misiones, el Lacmi, de intenso y destacado trabajo en la Pandemia.

 

Para Camila, la familia es lo más importante. Menciona a sus hermanos, Nicolás y Florencia, y a Luciano, su pareja desde hace 8 años, abogado que también trabaja en el Hospital.

 

«Ellos son lo principal», dice, sabiéndose contenida en un contexto tan difícil para iniciar una carrera profesional.

 

El apostoleño que de técnico en informática se convirtió en médico

 

Franco Sotelo es oriundo de Apóstoles, Misiones, tierra de pioneros, de emprendedores, cuna de la yerba mate y bastión de la industria. Por esa conjunción que se da en su ciudad, graduarse de Técnico y especializado en Informática, hasta es esperable. La sorpresa es que cuando terminó el secundario, el Técnico en Informática le apuntó a la medicina. Como tantos jóvenes, lo hizo en Santo Tomé, Corrientes, en el Instituto Universitario Barceló.

 

Apenas recibido, en el 2018, Franco sacó a relucir el espíritu emprendedor apostoleño, y decidió «trabajar en Emergencias durante un año, tanto para hacer mi experiencia laboral y generar mis propios ingresos y así sustentarme económicamente sin depender de mis padres», cuenta satisfecho por el camino tomado.

 

«El año pasado, después de trabajar y estudiar un año pude entrar a la residencia de clínica médica», cuenta Franco, destacando que «la formación en clínica abarca al paciente desde la adolescencia a la vejez», y con ese conocimiento piensa más adelante avanzar en » la parte de cardiología, que me encanta».

 

Franco va paso a paso, y «por ahora a lo que apunto es a formarme lo mejor que pueda y hacer lo mejor por y para el paciente», dice.

 

La experiencia de trabajar en el área de Covid, pega duro. «Mi experiencia con la pandemia, es una locura», dice expresando lo que muchos médicos y enfermeras sienten. «Cuando arrancó,  trabajaba en emergencias todavía y ese lugar era el primer contacto con el paciente, que uno no sabe cuando llega si es o no positivo».

 

«Era un miedo constante», cuenta crudamente. «Me acuerdo que por seis meses no fui a mi casa y no ví a mi familia, por miedo a contagiarlos».

 

Para Franco la manera de trabajar en el área ha evolucionado mucho, y aunque «hoy por hoy el miedo está igual de presente, hay más responsabilidad» de todos a la hora de analizar y atender cada caso. Sin embargo, estar cada día con pacientes con COVID, es una experiencia dura. «Es muy fuerte el día a día», suspira.

 

El médico de Apóstoles, Franco Sotelo con su equipo de bioseguridad y con su guardapolvo

Cuatro médicos que representan a todos

 

Los cuatro médicos de esta nota son el reflejo de la increíble composición profesional, cultural y diversa, tan latinoamericana y misionera como nuestras propias raíces. Enriquecen cada día el conocimiento del Hospital Escuela, y salvan vidas. Todas las que pueden, en medio de la tempestad de la pandemia.

 

El Hospital Escuela de Agudos Doctor Ramón Madariaga, de Posadas, tiene dimensiones que abruman. Su «hotelería» es la más grande de Misiones y tiene que dar de comer, cambiar la ropa de cama, de baño, proveer insumos hospitalarios y mantener limpias y descontaminadas las habitaciones. Un trabajo descomunal que coordina la doctora Dalila Bühl, gerente del hospital.

 

Dalila Bühl, gerente del Hospital Escuela.

 

Respaldados en el departamento de análisis clínicos, en el Hospital Madariaga son 14 los médicos del Nivel A de Covid, que coordina el doctor Darío Trella. A ellos se suman 45 integrantes de enfermería y auxiliares, que componen una logística de atención las 24 horas, todos los días. Deben analizar, atender, seguir, cuidar y medicar a  una cantidad creciente de internados con covid, cada vez más jóvenes.

 

Trabajan sin parar desde hace 15 meses, y lo único que piden, es que «la gente se cuide, porque en serio estamos muy cansados«. Pedido que este periodista comparte y recomienda, porque en mi experiencia personal, sé que a veces se puede pasar muy mal.

 

Tal vez te interese leer Coronavirus: Cuál es la vacuna que mejor protege contra la variante Delta

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas