El Club de París otorgará un período de gracia para pagar un vencimiento que opera este lunes, pero pondrá condiciones

Este lunes vence el plazo para que el gobierno cancele un vencimiento de 2.400 millones de dólares, pero el Club de París habilitaría una prórroga de 60 días a la espera del aval de Alemania y Japón; y de que la Argentina acepte un control del FMI en las próximas semanas.

 

A pocas horas de la fecha clave del 31 de mayo y en el marco del tradicional silencio del Club de París, medios económicos y políticos franceses reconocen que no hay demasiados motivos para que ese organismo informal niegue a Argentina el “tiempo puente” que necesita para organizar la reestructuración de su deuda de 2.400 millones de dólares. A condición, insisten, de que el país respete algunos imperativos.

 

“El primero de todos es que Alemania y Japón, los dos principales acreedores que acumulan casi un tercio de la deuda, den su visto bueno. Segundo, que Argentina se someta a las exigencias del FMI: entre ellas, aceptar una visita de la institución en las próximas semanas”, analiza un especialista del Banco Natixis.

 

La circunspección de los comentarios obtenidos por LA NACION en París contrasta con el optimismo de los medios oficiales argentinos, que esperan poder presentar “un anuncio intermedio este fin de semana”.

 

“Un anuncio intermedio sigue sin ser un acuerdo. El problema aquí es que crece el desconcierto en cuanto a la verdadera capacidad Alberto Fernández y de su ministro de Economía (Martín Guzmán) de cumplir con sus promesas, cuando una parte del oficialismo contradice todos los esfuerzos de ambos en el exterior”, agrega la misma fuente.

Club de París
Martín Guzmán, ministro de Economía de la Nación.

Pero, además, aumenta la irritación entre algunos miembros clave del Club de París, en una reacción que contradice las declaraciones oficiales argentinas sobre la importancia de una corriente de “simpatía” o “sintonía personal” entre el presidente Fernández y los dirigentes europeos.

 

Ese sentimiento lo sintetizó con severidad un ex primer ministro francés conservador: “Es absolutamente inadmisible que un país deje de cumplir una y otra vez con sus obligaciones. Argentina siempre tiene una excusa para hacer default”, precisó al fustigar además la “mala costumbre” de sus dirigentes de turno de imputar la responsabilidad del naufragio al gobierno anterior.

 

“Cuando el presidente Macron descubrió a comienzos de la pandemia que la administración anterior (la presidencia del socialista François Hollande) tras un cambio de política sanitaria había dejado perimir 1.300 millones de barbijos, no dijo una palabra y asumió el costo político”, recordó a título de contraejemplo. Con justeza, señaló que ningún dirigente europeo tiene la costumbre de echar las culpas de sus dificultades a sus antecesores.

 

La que menos soporta esa actitud -señala- es la canciller alemana Angela Merkel. “Desde hace años afirma que, cuando una personalidad política decide presentar su candidatura a las elecciones, tiene la obligación de conocer la realidad de su país y estar convencida de que puede resolverlas. Entonces, cuando pasa el tiempo y siguen utilizando la misma excusa una y otra vez, suele indignarse”, relata.

 

Pero la canciller alemana, así como sus homólogos más influyentes en el Club de París o en el FMI, son perfectamente conscientes de que las relaciones en esos foros se establecen de Estado a Estado, donde lo que importa son los intereses mutuos y no las simpatías personales.

 

Por esa razón Alemania, así como Francia y el resto de los acreedores europeos de Argentina siempre han hecho lo posible para ayudar al país -”y no a sus dirigentes”, advierte el ex primer ministro-, “y ese será el principio que guiará su comportamiento también esta vez”.

 

En todo caso, nadie esperaba un comunicado oficial del Club de París en las próximas horas. “No hay razón para que así sea, puesto que, según las condiciones del acuerdo firmado, el país recién entraría en default 60 días después de vencido el plazo para pagar, el lunes 31 de mayo”, recuerda una fuente diplomática argentina en Francia.

 

Sin hacer alusión a la larga tradición de defaults del país, “la inadmisible costumbre de no pagar” de la Argentina a la que aludía el dirigente francés se remonta a 1956, cuando el Club de París fue creado precisamente por proposición del ministro de Economía argentino, Adalbert Krieger Vassena, para poder reunirse con los acreedores públicos en París sin tener que realizar una gira por cada capital.

 

Más recientemente, el país dejó de honrar sus obligaciones en 2001, después de una declaración de default generalizado. En 2014, el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, obtuvo un acuerdo que establecía un plan de pagos que debía permitir al país regresar a los mercados internacionales.

 

En aquel momento Laurence Allan, jefe de la división análisis de riesgo América Latina del instituto IHS, había estimado que “el convenio obtenido ayudaría a Argentina a argumentar que no son un gobierno que considere normal no pagar sus deudas”.

 

Pero el país volvió a omitir sus obligaciones en 2019, durante la presidencia de Mauricio Macri, al no liquidar la totalidad de un vencimiento. Y en mayo del año pasado, cuando vencía originalmente la última cuota de la renegociación de Kicillof, el gobierno de Alberto Fernández le pidió al Club una postergación del pago al encontrarse en plena negociación con los acreedores privados del país. Hubo acuerdo para una prórroga, que vence precisamente este lunes 31.

 

En este año de pandemia, los analistas económicos y políticos reconocen que las dificultades se han multiplicado para todos los países, ricos o pobres. “Esa es la razón por la cual los acreedores de Argentina parecen dispuestos a hacer un mayor esfuerzo. La misma directora general del FMI (Kristalina Georgieva) dijo recientemente que nadie tiene interés en transformar al país en paria de la comunidad internacional. Pero hay reglas que Buenos Aires debe cumplir”, insiste el equipo económico del banco francés Crédit Agricole, que suele estar perfectamente informado sobre la situación argentina.

 

También estimó que el gobierno de Fernández se encuentra entre la espada y la pared: “La confianza es esencial en este tipo de situación. Y los enfrentamientos dentro del oficialismo han terminado por provocar escalofríos a quienes deben tomar las decisiones, en particular a los responsables del FMI”, advirtió.

 

 

(La Nación)

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