Reflexión del Pastor David Decena: “La tristeza de Jesús”

Jesús, como cualquier ser humano, sintió tristeza. Pero a diferencia de nosotros, Él respondió a la tristeza de maneras que nos enseñan cómo deberíamos actuar conectados al corazón del Padre. Jesús nunca se sintió triste por no encontrarle sentido a la vida, estando vacío o depresivo. Más bien lo hizo por sucesos puntuales que movilizaron de Él una respuesta. Nunca se quedó con la tristeza, sino que la tristeza por determinadas cuestiones fue un movilizador para hacer la voluntad de Dios.

 

La tristeza es una de las emociones básicas que todos los seres humanos experimentamos. Solemos sentirnos tristes cuando nuestras expectativas no se ven cumplidas o cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres. Por eso, se considera a la tristeza el sentimiento opuesto a la alegría.

 

Veamos tres escenas de la vida de Jesús que muestran su interacción con la tristeza:

 

1- Tristeza por compasión // Jesús y Lázaro – Juan‬

Jesús sintió tristeza porque tenía más que empatía con la gente. Veía a las personas, y miraba sus carencias espirituales, emocionales y físicas. Jesús nunca fue ajeno a la necesidad de la gente cada vez que la observaba. Más bien, sentía compasión por las personas al verlas. La compasión es el sentimiento que nos lleva a compenetrarnos en el dolor del otro, para buscar darle alivio. Por un momento, sentimos el sufrimiento de una persona, pero la tristeza que esto provoca no nos deja en el dolor, sino que nos moviliza a la acción.

 

Jesús mismo es la evidencia de la compasión del Padre por la humanidad. Porque de tal manera nos amó, que estuvo dispuesto a dar a su Hijo. Y si Dios se compadece de nosotros, ¿cómo no lo hacernos nosotros con los que sufren?

 

Los evangelios cuentan que Jesús sentía compasión por las multitudes al verlas como ovejas sin pastor, agobiadas, perdidas y desamparadas (Mateo 9:36). Eso mismo lo movilizaba a presentarles el Reino y darles luz espiritual. El concepto de compasión en el original tiene que ver con una tristeza que nos moviliza para hacer algo por los demás.

 

El que sigue a Jesús se alegra con las victorias del otro, pero también llora con los que la pasan mal. No podemos ser indistintos al sufrimiento del otro. Su dolor lo deberíamos sentir, para que esa tristeza nos movilice a ver una transformación.

 

Esto mismo llevó a Jesús a llorar al ver la situación de Lázaro. No lloró por la muerte de su amigo, eso solo lo supusieron los judíos. El lloró al ver el dolor de la gente. Pero esa misma tristeza, fue la fuerza que lo llevó a pegar un grito de resurrección.

 

Ver a Jesús nos debería llevara a crecer en la capacidad de compadecernos del sufrimiento de los demás, y no solo pensar en nuestros propios pesares. Es más normal buscar que otros se compadezcan de nosotros, o sentirnos tristes a causa de algo personal que no fue logrado, que ponernos tristes por los demás. Que nuestra tristeza siempre sea un movilizador para que el Espíritu Santo obre en la vida de aquellos que así lo necesitan.

 

2 – Tristeza por la dureza // Jesús y Jerusalén – Lucas‬

El motivo detrás de esta tristeza es doble. Primero, Jesús se entristeció por el destino de un territorio. Este hecho muestra que necesitamos tener carga por la ciudad en la que estamos plantados. Luego de leer la Biblia uno encuentra que las ciudades tienen propósito tanto como las personas. No nos puede dar lo mismo estar plantados en un lugar y no tener carga en nuestro corazón por el mismo.

 

Pero, en segundo lugar, su tristeza nació por ver tanta dureza en el corazón de gente a la cual fue enviado. Sobre ciudades como Jerusalén, Corazín y Betsaida, Jesús se lamentó porque no tenían un corazón abierto a la obra del Espíritu que Dios estaba haciendo a través de Jesús. En otras palabras, no reconocieron “cuando Dios” los visitó.

 

La tristeza que provocaba en Jesús la dureza de corazón aparece ejemplificada en los evangelios en otro pasaje: “Luego se dirigió a sus acusadores y les preguntó: «¿Permite la ley hacer buenas acciones en el día de descanso o es un día para hacer el mal? ¿Es un día para salvar la vida o para destruirla?». Pero ellos no quisieron contestarle. Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban, profundamente entristecido por la dureza de su corazón. Entonces le dijo al hombre: «Extiende la mano». Así que el hombre la extendió, ¡y la mano quedó restaurada!”

 

Dureza de corazón es otra forma de referirse a quienes rechazan o resisten a la palabra de Dios o a su voluntad. A su vez, es otra forma de llamar a quienes tienen incredulidad o rebeldía.

 

Por eso, pocas cosas entristecen tanto a Dios como aquellos que levantan barreras contra su verdad. Porque hagan esto, Él no deja de amarlos, pero a su vez no deja de proclamar la verdad, y nosotros tampoco deberíamos dejar de hacerlo.

 

Por eso, ¿cuál fue la respuesta de Jesús a la dureza de Jerusalén? Advertir proféticamente lo que sucedería a causa de su actitud. Esto significa no dejar de hablar la verdad a pesar de que no lo quisieran escuchar. Jesús quería mostrarles las consecuencias de no haber abrazado la salvación.

 

En otras palabras, la tristeza no hizo que Jesús dejara de profetizar la voluntad de Dios, sin importar cómo nos afecte la actitud de otras personas, la voluntad de Dios es el norte de nuestra vida, por lo que siempre debe ser proclamada.

 

Jesús siguió haciendo la voluntad de Dios a pesar de la dureza. Sin importar lo que sintamos por la actitud de los demás, que nada nos haga dejar de proclamar y hacer la voluntad del Padre. Así como Jesús no se dejó condicionar en su actitud para con el Padre, por la actitud que otros tuvieran, así mismo debemos actuar.

 

3 – Tristeza por obediencia // Jesús y Getsemaní – Mateo‬

La tristeza que Jesús manifestó al final de su vida tuvo que ver con la agonía física, emocional y espiritual que le esperaba. En todos los frentes, su muerte fue terrible.

 

Su tristeza era a causa de lo que implicaba obedecer al Padre. Dar su vida representaba la prueba más grande que escondía su propósito. Para esto mismo había venido a la tierra, y ahora estaba frente a ese desafío.

 

La oración de Jesús da la impresión de que buscaba la posibilidad de otra opción que llevara a lo mismo. Pero a su vez, su clamor muestra que estaba dispuesto a beber de esa copa de dolor si esa era la voluntad del Padre.

 

Cumplir nuestro propósito, haciendo la voluntad de Dios, implicará siempre un desafío complejo de digerir, pero que nos llevará a ver su gloria. Ese desafío puede significar sufrimiento. Nadie nos dijo que seguir a Jesús sería sencillo.

 

La voluntad de Dios nos expone a decisiones que nos sacan de la zona de comodidad y nos empujan a sacar nuestro potencial. Aun así, ¡hay que atreverse a decirle que si a Dios en todo! Sin importar lo que cueste, ese es el desafío que tiene todo hijo de Dios.

 

Ahora bien, la respuesta de Jesús a su tristeza, fue volcarse a la oración. Orar es la clave para canalizar la tristeza que provoca un desafío de obediencia.

 

Sin importar la dureza de la prueba, necesitamos encontrar en nuestra relación con el Padre el refugio para cada prueba. Respecto a la tristeza y la oración contenidas en esta escena, Hebreos dice: “Mientras estuvo aquí en la tierra, Jesús ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía rescatarlo de la muerte. Y Dios oyó sus oraciones por la gran reverencia que Jesús le tenía. Aunque era Hijo de Dios, Jesús aprendió obediencia por las cosas que sufrió”.

 

Para el escritor de Hebreos la tristeza y el sufrimiento de Jesús, canalizado en oración, fue fundamental para el cumplimiento de su propósito.

 

Recordemos que siempre va a valer la pena un tiempo de tristeza a causa de obedecer algo que no entendemos en plenitud, pero que sabemos que no puede fallar porque viene de Dios, que hacer nuestra propia voluntad.

 

Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!

 

Pastor David Decena

Centro Familiar Cristiano Eldorado

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