La película Shrek cumple 20 años: los secretos del film que se convirtió en un clásico

La primera producción sobre el ogro abarcó más de una década. Entre idas y vueltas, casi es dirigida por Steven Spielberg, realizada con animación tradicional y protagonizada por Chris Farley. Hoy tiene un lugar ganado en la cultura pop.

 

En la mayoría de los artículos periodísticos que abordaron el estreno de Shrek, hay un patrón: todos coinciden que no había precedentes de una subversión semejante de lo que se espera de un film infantil. Su primera escena con el ogro usando un cuento de hadas para limpiarse después de ir al baño parecía decirlo todo. Dreamworks reescribió las reglas de la animación y ya no buscó emular la fórmula de Disney. Incluso se atrevería a ridiculizar a los clásicos de la Casa del Ratón. No es casualidad que el villano viva en un reino que luce como Disneyland.

 

A 20 años de su estreno, esta parodia brutal se mantiene vigente. Desde hace semanas se sostiene como una de las películas más vistas en Netflix y ya se prepara un reboot de la franquicia para atrapar a una nueva generación. Pero como en toda fábula, empecemos por el principio.

El proyecto comenzó en 1991 e involucró a distintos directores y actores hasta su estreno en 2001.

 

Había una vez

Corre 1990, el escritor William Steig, uno de los dibujantes más prolíficos de The New Yorker, publica un libro de apenas 28 páginas sobre un monstruo maloliente y su burro. Los derechos sobre ese material no tardaron en ser adquiridos por Amblin, la empresa de Steven Spielberg. Por ese entonces el Rey Midas de Hollywood estaba pensando en adaptar el relato con animación tradicional y se imaginaba a Steve Martin y Eddie Murphy poniéndoles las voces a los protagonistas. Pero ese proyecto nunca avanzó.

 

Con el estreno de Toy Story, el mundo de la animación se expandió notablemente. Las maravillas que desarrolló Pixar hicieron que la incipiente Dreamworks se sumara a una contienda por alcanzar la perfección digital. Shrek fue justamente la primera gran producción en 3D que abordó el estudio y de su suerte dependería el futuro de la compañía.

 

De forma simultánea a los diseños, también era necesario avanzar con la elección de las estrellas que les pondrían sus voces a los personajes. La primera opción para interpretar a Shrek fue Chris Farley, pero su inesperada muerte hizo que el papel quedara en manos de Mike Myers. En tanto, Eddie Murphy terminó siendo el burro -tal como se lo había imaginado Spielberg-, mientras que Cameron Diaz sería la princesa Fiona y John Lithgow le daría su toque al maloso Lord Farquaad –que habría estado inspirado en Michael Eisner, exdirector ejecutivo de Disney-.

 

Gracias al extenuante trabajo de los animadores y los directores Andrew Adamson y Vicky Jenson, el film estuvo completo a fines del 2000. El resultado superaba las expectativas: ni siquiera la competencia había alcanzado esos estándares de calidad. Por primera vez, el cabello, el líquido y el fuego, también conocidos como los santos griales de la animación digital, se veían realistas. Ese fue uno de sus diferenciales.

 

Antes de su distribución en los cines de todo el mundo, la compañía con el nene pescando en la luna hizo un movimiento maestro: convocó a una función privada a su equipo de abogados y a varios representantes legales de Disney. ¿Su intención? Evitar que los letrados del congelado Walt le hicieran una demanda por satirizar a sus princesas y ridiculizar muchos de sus relatos clásicos. Una jugada perfecta porque el film no entró en ningún conflicto.

 

Shrek se estrenó como parte de la competencia oficial en el Festival de Cannes, algo que no sucedía con una producción animada desde Peter Pan en 1953. Los críticos coincidieron en que no solo su apariencia era espectacular, también su sentido del humor. Ver a los tres chanchitos, caperucita roja, los siete enanitos, tres ratones (ciegos) y una galletita de jengibre –¡qué tortura, pobrecito!- nunca había sido algo tan gratificante para el público adulto. Y eso se sumó a su anacronismo hilarante que incluyó una parodia a Matrix y una cámara Polaroid en medio de una ciudad medieval.

 

Cuando finalmente llegó masivamente a las salas, empezó la “ogromanía”. El film recaudó casi 500 millones de dólares, mientras que su secuela superó los 900. Su éxito sirvió para que Dreamworks se repusiera a las frías recepciones de El Príncipe de Egipto y El Camino hacia El Dorado y encontrara un rumbo. Pero sobre todo hizo que las películas para chicos se minaran de un doble sentido y mensajes subliminares que divirtiesen al público adulto. “La primera entrega salvó a la empresa. Estamos aquí hoy por eso”, aseguró Jeffrey Katzenberg, fundador del estudio y exempleado (despechado) de Disney.

 

Hoy, dos décadas después, la historia que muestra un reino muy muy lejano está grabada a fuego en la cultura pop. La franquicia luego se extendería a tres secuelas, ocho cortometrajes, varios spin-off, una adaptación musical que se mantuvo varias temporadas en Broadway y distintas atracciones en parques de diversiones. Además, ocupa un lugar preferencial en las comunidades de memes. Puede que viva en un pantano y se resista a las comodidades de la corona, pero el ogro sigue siendo el rey.

 

 

 

Fuente: TN

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