“Gracias Misiones, gracias misioneros”, por Patricio Downes

Gracias Misiones; gracias misioneros. Esas palabras brotaron desde muy adentro mío al recibir la primera dosis Sputnik contra el coronavirus, sentado en una silla sobre piso de madera lustrada del “Finito” Ghermann.


Agradecí desde que ingresé al Polideportivo de la Avenida Rosales, hasta que tomé el volante para regresar a casa. Un día luminoso, gente amable, con pasión por lo que hacen. Un poco después de las 10,30 de este miércoles, una hora antes de mi turno para dar el presente y esperar en la vereda.

 

Salí con ganas de abrazarlos y a quien me aplicó la vacuna -no le pregunté su nombre, lástima– le dije que hacían un gran trabajo. Que si viviera en la CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires) aún no me tocaría la vacuna.

 

Nada de espera en la vereda, porque –aun adelantado– ingresé al hermoso estadio y viví un momento especial –para sexagenarios como yo– algo más de la vida que Dios nos regale hacia adelante. Para pagar deudas del corazón y de la amistad, para devolver amores.

 

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Algo peor que el desamor, ha de ser el no poder amar como nos han amado y nos aman. He tenido la suerte de enamorarme de tres ciudades maravillosas, Rosario, Buenos Aires (Palermo) y Posadas. En todas, dejé deudas de gratitud. Pero la capital misionera me cautivó por demás desde hace 44 años.

 

Aunque hubiera estado lejos “siempre estoy volviendo” a su gente cálida. Posadas fue mi epifanía cuando, en 1977, debí salir con lo puesto de Rosario, luego del secuestro y tortura a manos de la “patota de Feced”.

 

“Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz”.Lo escribió J.L.B. (¿es el verbo adecuado para un genio?), pero a mí me atrapó la ciudad, los amigos, los que tengo y los que perdí porque los que partieron antes. Y siento que debo hacer mucho -lo que pueda- antes de partir yo mismo.

 

En Misiones, nunca padecí amenazas, agravios, detenciones, por una u otra razón. Solo sentí y supe de la miserable vigilancia de un ex “comando civil” del sangriento golpe del ’55, pero parido en otra provincia.

 

Patricio Downes recibiendo la dosis de la Sputnik V en el Polideportivo «Finito» Ghermann de Posadas.

 

Pero esas amarguras, ya no lastiman. Sólo pedir, en medio de la pandemia, –como durante la persecución de los genocidas-, “cuídate, cuidame”.

 

Cuidate vos que los domingos hacés juntadas en la Costanera, sin lejanía saludable, ni nasobucos o cubre bocas y nariz. Durante la semana, son los adolescentes y más jóvenes los que nos dan el ejemplo. No pasa así con “milennials” o “muchachones” como se les decía antes. Ahora solo serían… eso.

 

Sean muchachones, de entre 25 y 40 por ahí, a los que les pedimos “cuídate” y en su casa, padres, madres, tías, abuelos, todos mayores y en riesgo, no se atreven a hablar pero en su corazón gritan “cuidame”.

 

Y otra vez, gracias Misiones y misioneros, en esta tierra donde no hay lugar para amarillentos” (diría el dip. Franco), tenemos los héroes que vacunan, cuidan y curan durante la pandemia.

 

«Gracias Misiones, gracias misioneros», por Patricio Downes

 

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