El 2 de abril de 1982, la dictadura cívico-militar inició el desembarco de tropas en las islas Malvinas, usurpadas por Inglaterra desde 1833. A 39 años de aquellos meses trágicos y dolorosos para muchos argentinos, los soldados recuerdan sus días de combate y lo que les dejo en su vida la guerra.
El conflicto armado concluyó el 14 de junio de 1982 con la rendición de la Argentina y provocó la muerte de 649 soldados argentinos, 255 británicos y 3 civiles isleños. Se considera que la derrota militar aceleró el fin de la dictadura.
El 22 de noviembre de 2000 el gobierno nacional estableció el 2 de Abril como el Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas.
A 39 años de aquel combate, Misiones Online recuerda a los soldados misioneros que lucharon aquel 2 de abril de 1982 defendiendo las islas Malvinas.
Soldado por 16 días en Malvinas
Fabio Zamudio hizo el servicio militar en Mercedes, provincia de Corrientes y hoy es uno de los chiperos más conocidos del Mercado Concentrador Zonal de Posadas. Pasaron los años y las cicatrices no se fueron, las marcas de lo que vivió cuando tenía 18 años siguen en su cuerpo, al igual que los recuerdos de aquel mes de abril.
“No tenía un previo aviso de que íbamos a ir a la guerra, sino que simplemente llegó la orden y nos embarcaron, nos llevaron al sur y el 2 de abril desembarcamos en Malvinas”, contó al recordar el primer día en las islas.
Él y sus compañeros venían de distintos puntos del país y apenas se conocían, pero los unía las mismas ganas de luchar por su tierra. “Nos alentabamos, nos dábamos fuerza el uno al otro. Fuimos con muchas ganas de defender la frontera de nuestra patria”, dijo.
“Fue muy fuerte porque no teníamos experiencia, más de uno no sabíamos manejar las armas, era todo coraje y nada más. Inglaterra estaba muy bien armada y nos costó. Estuve 16 días en combate”, contó Fabio Zamudio.
Aún tiene 2 municiones en la pierna, su mano izquierda y su oreja están destrozadas por las esquirlas que impactaron en su cuerpo, y los recuerdos de compañeros heridos o muertos siguen en su mente.
“Yo soy chipero, vendo chipa en la calle y no lo hago por necesidad sino porque es mi cable a tierra, yo mantengo mi cabeza ocupada, hablando con la gente, ofreciendo y lo más importante para mi cuando ando por la calle es la gente, me ayuda a sobrellevar esto”, dijo Fabio que encontró en los demás calidez y compañía.
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