El mielero, un chiquitín bastante confiado que habita en Misiones y NE de Corrientes

Si bien habita selvas y bosques, su presencia es frecuente en vegetación secundaria y arbustiva; y también en parques y jardines en áreas urbanas y suburbanas. Es un ave confiada y conspicua, muy inquieta y activa, se la ve recorriendo los estratos medio y bajo de la vegetación con movimientos y posturas acrobáticas.

 

 

A través de una alianza con Aves Argentinas, la centenaria organización ambientalista que impulsa su Programa Bosque Atlántico, compartimos en forma semanal algunos de los secretos sobre la biodiversidad de las especies de aves del país, y de nuestra Maravilla Natural Argentina, la Selva Misionera. Exclusivo de Misiones Online.

 

Hoy te vamos a contar sobre el Mielero (Coereba flaveola), un bello pájaro, llamativo y frecuente en toda nuestra provincia. Debido a algunas de sus características particulares, como su morfología y la forma del nido que construye, su ubicación taxonómica ha sido muy discutida. Mucho tiempo fue considerado dentro de una familia propia Coerebidae, en ocasiones emparentado con los parúlidos (familia de los arañeros) y más modernamente fue incluido entre los traúpidos (familia de los fruteros y tangarás). Ampliamente distribuido por el Neotrópico, ocurre desde el sudeste de México hasta el extremo noreste de Argentina, donde habita Misiones y el noreste de Corrientes.

 

Foto: Carlos Mocciola

 

Es un pájaro de pequeño tamaño con unos 10 – 11 cm de longitud y un peso aproximado de 10 gramos. Macho y hembra son similares. Su plumaje es vistoso, presentando el dorso, alas y corta cola de color pardo oliváceo, uniforme y oscuro; y la cabeza negra con una notable y larga ceja blanca.

 

Un amplio babero gris cubre la garganta y cuello en ventral. El resto del plumaje por debajo es amarillo intenso. Este diseño de su plumaje, recuerda al de un pequeño Benteveo (Pitangus sulphuratus). Pero su pico es muy característico, siendo algo largo, curvo y de color negro con base de la mandíbula rosada.  Los juveniles son semejantes a los adultos, pero de tonos más pálidos y la ceja poco marcada.

 

Si bien habita selvas y bosques, su presencia es frecuente en vegetación secundaria y arbustiva; y también en parques y jardines en áreas urbanas y suburbanas.

Foto: Damián Lozano

Es un ave confiada y conspicua, muy inquieta y activa, se la ve recorriendo los estratos medio y bajo de la vegetación con movimientos y posturas acrobáticas. Sus voces son llamativas y bien reconocibles,  su canto es un gorjeo chirriante y agudo; y su llamada de contacto suena como un suave y fino “tsip…tsip”.

 

Su alimentación está basada principalmente en el consumo de néctar, de hecho, dos tercios del total de su dieta correspondería al néctar. Tiene la particularidad de poder alimentarse incluso de flores muy pequeñas y dispuestas en racimos. Para alcanzarlas y alimentarse, puede adoptar las posturas más variables.

 

Con su pico puede perforar las corolas cuando las flores son muy profundas, llegando así al nectario. Si bien de este modo no favorece la polinización, los orificios que realiza pueden ser aprovechados por Picaflores y algunos insectos para tomar también néctar. Suelen frecuentar día tras día una misma planta o un grupo de plantas hasta que finalice la floración.

 

Aprecia también frutos y bayas silvestres como la jabuticaba, y también frutales cultivados como la guayaba o el mamón. En estos casos, succiona la pulpa.  Consume también artrópodos y otros invertebrados pequeños. Cuando frecuenta jardines y parques, concurre asiduamente a los bebederos de Picaflores, y en los comederos donde se provee frutas, consume pulpa y jugo de naranjas, mandarinas, sandías y bananas.

 

Suele bañarse frecuentemente para quitarse el contacto con el pegajoso néctar. Son muy territoriales entre pares, por ejemplo, al defender una fuente de alimento, y los individuos se enfrentan sin contacto directo uno frente al otro, y haciendo vibrar fuertemente sus alas. Delante de vidrios y cristales, o bien en los espejos de los vehículos, donde se ven reflejados, suele atacar al “rival” reflejado incluso hasta quedar exhausto.

 

Su biología reproductiva ha sido bien estudiada. Construye un nido cerrado y globular, con una entrada pequeña ubicada en la parte superior y disimulada por un alero o material colgante. Lo ubica a media o baja altura en árboles y arbustos, entre 1 y 4 m del suelo, a veces a mayor altura.

 

 

En su elaboración participan el macho y la hembra, utilizando materiales vegetales finos como pastos, hojas y tallos, más finos y suaves en el interior. En ocasiones puede agregar materiales artificiales como trocitos de papel. La postura es de dos o tres huevos de color cremoso con manchas rojizas y pardas más concentradas en el polo mayor. Solo la hembra incuba, durante un período de 13 o 14 días.

 

Los pichones son alimentados por ambos padres a través de regurgitación, y permanecen en el nido entre 15 y 17 días. Una particularidad de esta especie, es la de utilizar “dormideros” para descansar o pasar la noche. Estas estructuras son parecidas a los nidos, siendo también cerrados y con entrada lateral, pero su elaboración es  más  simple. Cada miembro de la pareja tiene su propio “dormidero”, cuya construcción en cualquier época del año, solo demandaría entre 2 y 4 horas.

 

Para poder observarlos con frecuencia en tu jardín, cultiva especies de nuestra flora nativa cuyas flores y frutos, no solo atraerán al Mielero, sino que también podrás disfrutar de muchas mariposas, picaflores y otras aves en libertad!

 

 

Por Damián Lozano y Alejandro Di Giácomo / Aves Argentinas

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