Hoy se cumplen 10 años del fallecimiento de Norberto Díaz, el más “villano” de las telenovelas

El actor Norberto Díaz se fue muy joven y dejó una marca imborrable para todo su público. Su hija Manuela lo recuerda en Teleshow.

 

Ni Norberto Díaz, ni su hija Manuela, ni sus amigos que los acompañaban imaginaron cuando planearon pasar en fin de semana en una quinta que la tarde del sábado 18 de diciembre de 2010 iba a ser la última vez que lo verían con vida.

 

Ese día, después de almorzar, el recordado actor dijo que estaba un poco cansado y decidió dormir una breve siesta. Unas horas más tarde sus amigos se preocuparon porque él no se había levantado. Cuando ingresaron a su cuarto, lo encontraron acostado en la cama, sin vida… Para el desconcierto de todos, la muerte lo había sorprendido dormido, y ya no se podía hacer nada. Tenía 58 años.

 

Al cumplirse 10 años de la muerte del actor, su hija Manuela lo recordó. “A papá lo siento cerca y está presente de tantas formas. Sin duda me protege, como si me alertara ante situaciones o personas desconocidas, es mi ángel más guardián. Era un padre tan vital y era él quien ponía la música a todo volumen para que bailemos, o cuando íbamos de viaje, el que disfrutaba sin parar, queriendo hacer todo. Parecía yo la mayor”, expresó la joven también actriz que actualmente reside en Madrid.

 

“Me honra que mis amigos y primos lo tengan presente, y cada tanto alguno sueña con él o me recuerden momentos compartidos. El gallego o Norby-como le decían- era un enamorado de su ciudad y le apasionaba perderse en librerías, parques y teatros. Su debilidad eran sus amigos, adentrarse en un personaje nuevo y viajar. Fue un hombre noble, sensible, generoso y con un gran sentido del humor”, destacó. “Fue un papá alegre, y cariñoso, por eso, es inevitable no recordarlo con una sonrisa y mucho mucho amor”, agregó.

 

Desde hacía dos años Díaz tenía varios problemas de salud, relacionados a una hernia de la que había sido operado en el 2008. También había sufrido varias complicaciones gastrointestinales. Durante todo el 2010 hizo teatro y tenía pensado regresar a la televisión en 2011. Para eso ya tenía grabadas varias escenas para El Elegido, la novela que protagonizaría Pablo Echarri en la pantalla de Telefe.

 

Si bien Norberto Díaz transitaba algunas complicaciones en su aparato digestivo, seguía trabajando como siempre. Nadie, ni siquiera él, pensaba que el final estaba tan cerca. Era un actor de raza, de esos cuyo objetivo en la vida era actuar y no solamente para ser famoso. Fue un hombre dedicado enteramente a su profesión, alejado de los escándalos del universo mediático.

 

Díaz trabajó incansablemente en obras de teatro y a lo largo de su carrera participó en diez películas del cine nacional. Pero sin dudas es recordado por el público como uno de los villanos más imponente de la televisión argentina. Norberto rompía con el estereotipo: no tenía cara de malvado, no era alto y estaba lejos de contar con una musculatura fornida. Tampoco tenía una voz grave. Sin embargo, cuando se ponía en la piel de un personaje infame de una tira podía intimidar con la mirada, y con un simple gesto era capaz de convertir en un calvario la vida de un artista.

 

Más de una vez al salir de la calle tuvo que soportar algún insulto, gritado por una mujer mayor o una adolescente, que le exigían que dejara en paz a la pareja protagónica de su novela favorita. Pero quien supo ser uno de los mejores villanos de la pantalla no era la clase de actor que se lo pudiera encasillar en un solo tipo de roles. También supo brillar en la recordada Hombres de ley, un ciclo que salió al aire entre 1986 y 1989, donde interpretaba a un hombre bueno y querible. El ciclo marcó una época en la televisión. Junto a Federico Luppi y Ruben Stella protagonizó la ficción que hasta el día de hoy es recordada como la que mejor supo retratar los escarnios de la vida en Tribunales, y exploró a fondo los conflictos relacionados con el día a día de los abogados.

 

También supo interpretar memorables papeles en la pantalla grande. Participó en pocas películas, pero en todas tuvo un rol decisivo donde su talento e histrionismo marcaron una huella. En su paso por el cine, el Gallego supo dejar sentado que no era un actor del montón.

 

En 1987 protagonizó junto a Emilia Mazer Sentimientos: Mirta, de Liniers a Estambul. La película contaba la historia de una pareja joven que debía exiliarse a Europa tras el golpe de estado de 1976. Otro de sus trabajos inolvidables fue su papel en El faro, compartiendo escenas con Florencia Bertotti. Pero lo que más amaba Norberto era el teatro, y por más que tuviera mucho trabajo en la tele nunca dejaba las tablas: trabajar sobre el escenario era su verdadero cable a tierra.

 

Norberto Díaz era un actor conocido con una amplia trayectoria en la televisión, pero sin embargo estaba muy lejos de exponerse a la vida mediática. Cuidaba su intimidad como nadie, motivo por el cual se sabía muy poco de su vida personal. En la década del 80 se casó con la actriz Alejandra Abreu. En 1986 nació su hija Manuela, que también se dedicaría a la actuación.

 

 

“Papá amaba a sus padres y a su hermana, pero cuando decidió empezar a dar sus primeros pasos como actor, nadie de su familia sabía que el estudiaba teatro. Lo ocultó para evitar disgustos y así no renunciar a su sueño”, reveló su hija, quien compartió uno de los momentos más destacados de mayor emoción en la carrera del actor cuando daba sus primeros pasos sobre el escenario actuando en una obra de teatro infantil.

 

“Una de las anécdotas más entrañables que me relató con lágrimas en los ojos en muchas ocasiones fue cuando en medio de una escena, su personaje estaba barriendo arriba del escenario y de repente se le cayó la escoba al público. Cuando fue a buscarla estaba su papá (Agustín Delfín Díaz) con la escoba en la mano sonriéndole. En este gesto, su padre era quien lo ayudaba a resolver ese apuro como actor y fue un gran ‘si’ a su elección. Siempre me lo contaba con mucha emoción porque sus padres fueron al teatro de sorpresa y a partir de ahí se convirtieron en sus mayores admiradores”.

 

El recordado artista había nacido el 1° de marzo de 1952 en la Ciudad de Buenos Aires. Hasta los 18 años no tenía intenciones de ser actor y al terminar el colegio se anotó en la carrera de Psicología. En ese momento, se enamoró de una joven, y se pusieron de novios. Un día, ella decidió estudiar teatro, y él siguió sus pasos.

 

Comenzó a tomar clases con Lito Cruz y Augusto Fernández. De 1976 a 1980 hizo sus primeras participaciones en las tablas, dirigido por Agustín Alezzo. Algunas de las primeras obras de las que formó parte fueron Tiempo de vivir y Despertar de primavera. Y enseguida se animó a probar suerte en la televisión, donde logró el cariño y el reconocimiento de la gente.

 

En la tevé debutó en División homicidios, y la primera telenovela donde participó fue Trampa para un soñador. Mas tarde vinieron prestigiosos ciclos como Nosotros y los miedos, Compromiso y Situación límite. En cine, debutó en una película emblemática: fue en 1983, en el clásico No habrá más penas ni olvido, el filme protagonizado por Federico Luppi, Rodolfo Ranni y Víctor Laplace.

 

En la década del 90 tuvo varios periodos sin actuar y la escasez de trabajo le hizo pasar malos momentos. “En Argentina ser médico o actor es una desgracia”, aseguraba Norberto en una entrevista realizada en 1992 cuando, después de haber protagonizado Hombres de ley, no podía encontrar trabajo en la televisión por las pocas ofertas de ficción que había en ese momento.

 

“En muchos programas de hoy, hay actores que no tienen condiciones y los talentos, como no tienen rating, se quedan al margen», lamentaba Díaz. Al poco tiempo consiguió destacarse en un tipo de rol en que sembró un estilo propio: el villano de novela.

 

Sus interpretaciones en Nano, Muñeca Brava, Yago, Perla Negra, Ricos y Famosos, entre otras, lo convirtieron en un actor popular: cada vez que salía a la calle debía firmar decenas de autógrafos. Él estaba agradecido a las tiras que le permitían desarrollar su oficio, pero sufría mucho por la falta de obras de teatro en los 90. “Por suerte un actor puede vivir gracias a una telenovela. Pero es preocupante la poca producción de cine nacional que hay actualmente y hacer teatro hoy es cada vez más difícil”, manifestaba cada vez que tenía la oportunidad de ser entrevistado.

 

“Fue un buen actor importante de elenco. Era contrafigura, un utilitario que cumplía distintos roles en la actuación”, destacó en diálogo con Teleshow el periodista Guillermo Blanc.

 

A pesar de todo, Díaz aprendió a querer a la televisión y hasta llegó a confesar que sus roles de villanos en diferentes telenovelas le aportaron mucho oficio en su carrera. “El teleteatro bien usado es una eficaz herramienta para el artista. No me arrepiento de hacer telenovelas, soy un agradecido de poder trabajar en ese género”, decía una y otra vez.

 

Norberto se divertía mucho haciendo de “malo”, y sus compañeros de elenco disfrutaban muchísimo el hecho de poder trabajar a su lado. Uno de sus trabajos más memorables en la ficción televisiva fue en Sheik. En ese ciclo interpretó a Mohamed, un inescrupuloso traficante de armas de origen árabe al que lo único que le interesaba era el poder.

 

Por más ofertas que tuviera en la pantalla chica nunca dejó de lado al teatro, su gran amor. «No creo que el teatro sea un camino al éxito. Más bien considero que es un tránsito hacia el crecimiento actoral”, replicaba.

 

En el 2010, fue parte de El conventillo de la paloma, en el Teatro Cervantes. Pero desde hacía un tiempo su salud era un tema que lo tenía bastante preocupado. Todo comenzó en el 2008 cuando fue sometido a una cirugía para reparar una hernia gastrointestinal.

 

Norberto Díaz será recordado eternamente por sus grandes interpretaciones y por haber logrado ponerle el rostro y el cuerpo a los villanos más recordados de la televisión argentina. Hace diez años, el espectáculo nacional perdió a uno de los artistas más talentosos de su generación, es por eso que sus colegas y el público lo despidieron con el último y el más emotivo de sus aplausos.

 

Fuente: Infobae

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