Ramiro Aranda destacó que, pese a la pandemia, la Escuela Secundaria de Innovación consiguió los resultados que esperaban: “Pudimos demostrar que este modelo se puede replicar”

 

El director de la Escuela Secundaria de Innovación, Ramiro Aranda, analizó cómo fue el año escolar que, durante este 2020, se desarrolló en medio de la pandemia por el coronavirus, que incluso los obligó a no poder utilizar su flamante edificio, inaugurado en marzo, dos días antes de que el gobernador Oscar Herrera Ahuad decretara la suspensión de las clases en todos los niveles. El docente señaló que la metodología y el sistema que utilizan, puede ser replicado en cualquier edificio escolar. “Este año de pandemia pudimos demostrar que todo lo que nosotros hacemos, que este modelo que nosotros hacemos, se puede replicar en cualquier otra escuela de la provincia”, aseguró durante una entrevista en los estudios de Misiones Online TV.

 

“Fue un año muy movido, estamos muy contentos con el trabajo que logramos realizar porque logramos la vinculación de todos los estudiantes en este tiempo tan complejo, que fue con una pandemia de por medio. Trabajar desde la virtualidad, desde la distancia, desde los hogares, fue un año de mucho enriquecimiento, de crecimiento”, describió Aranda y agregó que la experiencia del año anterior, donde todavía trabajaban en el edificio donde funcionan el BAPAYCE y el Instituto Posadas, fue fundamental.

 

 

“Por suerte ya veníamos de un año de trabajar con metodologías activas y también trabajar con el modelo de aula inversa que lo que nos permitía era tener ya una práctica sobre las metodologías bimodales, semi presenciales, así que nos ayudó mucho para tener ya una base y trabajar este año”, apuntó.

 

En ese sentido, Arando lamentó no haber podido disfrutar del nuevo edificio, construido en el Jardín Botánico y adelantó que esperan poder utilizarlo desde el ciclo lectivo del año que viene, si es que la pandemia lo permite.

 

 

“Cuando comenzamos con la Escuela de Innovación y abrimos las inscripciones, los papás no sabían lo que era y no querían inscribir a los estudiantes, salimos a buscar en los barrios sabiendo donde iba estar emplazada la escuela, fuimos a los barrios Santa Rosa, Parque Adam, San Jorge, todos los barrios de las inmediaciones de donde se iba hacer la obra y salimos a buscar a los estudiantes casa por casa”, recordó el docente y agregó que ese primer año, la matricula fue muy chica hasta que el boca a boca y los avances que familias y vecinos notaban en los chicos, hicieron que para el segundo año se produjera un boom de inscripciones que se repitió para el 2021.

 

 

“Tenemos muchísimas familias interesadas en ingresar a la escuela y eso para nosotros, pensando cómo arrancamos, es una satisfacción enorme porque el modelo de la Escuela de Innovación lo que busca es romper con paradigmas tradicionales y que hoy en día está comprobado que es una de las grandes falencias del nivel secundario”, analizó y añadió que por ese motivo hay altos porcentajes de deserción, de sobre edad y de alumnos que abandonan porque se aburren en las clases.

 

“Nosotros buscamos eso, pensar la innovación desde la pedagogía, desde el uso de las tecnologías, que el estudiante vaya a la escuela, se sienta protagonista, que vea que puede investigar, que puede hacer un montón de cosas que tal vez le dijeron que no podía hacer porque era todavía joven. A partir de eso los estudiantes se sienten más a gusto en la escuela, aprenden mejor, saben que están construyendo conocimiento, que ellos son partícipes, protagonistas y a partir de eso tienen otro rol, otro papel y van con gusto”, puntualizó.

 

En ese sentido, Aranda recordó que, durante las primeras reuniones, muchos padres se emocionaban al notar que sus hijos estaban a gusto en la escuela y que incluso desde el sábado, se preparaban para asistir a clases el lunes. “Pudimos ver esto de que se sentían a gusto con ir a la escuela, con los resultados a partir de distintas ferias de ciencias que realizamos, de encuentros con otras escuelas que participamos, conferencias, cómo nuestros estudiantes estaban empoderados, tomaban la palabra, participaban. Entonces vimos que estaba funcionando, que está bueno, que está bueno que el alumno vaya a la escuela, le guste y aprenda un montón”, se entusiasmó el docente.

 

Acerca de la metodología que implementan, Aranda explico que se trabaja con tecnologías activas, con aula inversa, trabajamos con STEAM, es decir, trabajar con la experimentación a través de la ciencia, la tecnología, las ingenierías, las artes y las matemáticas. “Todos nuestros profesores se han capacitado justamente en estas metodologías activas. y lo que hace es que el estudiante pueda aprender de una manera más dinámica, a través de experimentación, todos los espacios curriculares. El aula no tiene un punto de referencia, no hay un pizarrón. Ahora tenemos para el edificio nuevo, tenemos pizarras móviles”, agregó el docente.

 

Esa falta de punto de referencia, afirmó Aranda, permite al profesor disponer todo el tiempo para enseñad desde distintas ópticas. Además, todo el trabajo se realiza en mesas grupales. Hay mesas más altas, otras más bajas, de todos los colores que también ayudan y mucha luz. “Muchas veces el ambiente oscuro, sombrío, cerrado, hace que el estudiante se apague, se aburra”, explicó el docente.

 

Otra característica es que no hay una división por cursos por año, sino que todos están vinculados a los distintos espacios curriculares. “Hay un espacio maker, hay un aula de informática de laboratorio, hay otro laboratorio de ciencias naturales. Entonces los distintos años van rotando. Tenemos modelos para trabajar que tienen que ver con el campus, tenemos el campus de robótica, tenemos clubes de educación física, tenemos el club de artística y eso hace que los estudiantes trabajen de manera interdisciplinaria, con otros cursos”, relató.

 

En este contexto, Aranda graficó que el estudiante de primer año trabaja con el de segundo y con el de tercero, por lo que el alumno nunca tiene una referencia, lo que lo vuelve más activo y abierto a construir con sus pares. “No tenemos que pensar y no lo pensamos así, que el estudiante de primer año entra con menos conocimiento del que está en segundo o tercero. Muchas veces se enriquecen entre sí y la verdad podemos decir que los jóvenes están viniendo muy despiertos, tienen muchas ganas. Tienen muchas ganas de aprender y de que uno les de la palabra y de empezar a construir”, afirmó.

 

Para Aranda, aprender con este sistema, que les permite experimentar y probar, no solamente en las ciencias duras, sino también en las sociales, los lleva a trabajar con módulos de aprendizaje integrado. “Tiene que ver con poder trabajar por trimestres, por ejemplo, ética y educación física, lengua extranjera, inglés con matemáticas y a partir de esto todo el tiempo van cambiando los profesores, van rotando. Hay no solamente una centralidad y un protagonismo de los estudiantes sino un trabajo muy fuerte y comprometido del docente. Necesitamos tener los mejores docentes y convencidos del modelo y las metodologías que estamos implementando”, indicó.

 

Precisamente, sobre el trabajo de los docentes, Aranda afirmó que se trata de los mismos que trabajan en otras escuelas, puesto que no son exclusivos. “Misiones tiene una tradición de innovación. Si uno recorre las escuelas de la provincia se va encontrar con experiencias innovadoras en todas las escuelas. Lo que nosotros venimos a hacer es institucionalmente organizarnos y decir que esto es una política educativa, es una línea de trabajo dentro de la escuela”, sostuvo.

 

Otro punto importante, según Aranda, es generar un clima más distendido para que el alumno se sienta más cómodo con el ambiente. “El poder tomar un tereré, con las responsabilidades y cuidados o mate en un aula estudiando, es lo que se necesita porque uno conversa. Compartir y a partir de eso estar más descontracturados y que el estudiante llegue a la escuela y no sienta que se va sentar a mirar un punto fijo, a que una persona superior a él le va dar contenido que tiene que aprender de alguna manera”, agregó.

 

Aranda destacó, además, que, durante el primer año, tuvieron muchos estudiantes que venían de repetir en otras escuelas, otros con promedios bajos o muchas previas y terminaron el año con promedios altos. “Familias que dudaban de las notas. Su hijo es brillante, su hija es brillante. Al encontrarse a gusto aprendiendo, construyendo, experimentando, pudieron explotar lo que tal vez en otro lugar no pudieron nunca explotar. Lo que busca la educación secundaria no es formar el próximo matemático, el próximo literario, sino que buscamos formar buenas personas. Después cada uno tomará su rumbo”, concluyó.

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