Motivación

«Hay dos formas de vivir la vida -comentó Einstein en una ocasión- como si nada fuera un milagro y como si todo lo fuera». (Einstein y el arte de montar en bicicleta)

 

Aprendimos a hacer masa madre, una huerta orgánica y la mayoría ya abandonamos los ejercicios en casa, sin lugar a duda este tiempo encerrados fue una prueba de adaptabilidad, resiliencia y creatividad, tuvimos que aprender a reinventarnos, reinventar nuestra rutina, nuestras relaciones, nuestro trabajo… básicamente a nosotros mismos y a nuestro entorno. Pero esta energía comienza a debilitarse con el tiempo y sobre todo cuando se acercan las fiestas de fin de año.

 

La atención ahora debe enfocarse en mantenernos motivados, reactivar nuestros equipos y a nosotros mismos, vamos a repasar una serie de consejos y ejercicios para mantenernos en carrera mientras esperamos que llegue el vitel toné.

 

La motivación es la fuerza que nos hace comenzar, dirigir y mantener comportamientos orientados a conseguir metas u objetivos, es lo que nos lleva a tomar acción para empezar la dieta después de año nuevo o para retomar esos estudios que venimos postergando. Las fuerzas que subyacen a la motivación pueden ser biológicas, sociales, emocionales o cognitivas, es un proceso interno (un impulso o una necesidad) que genera un cambio, ya sea en uno mismo o en el entorno. Si bien hay muchas teorías sobre motivación, estas son generadas por:

 

Motivaciones extrínsecas, las que surgen desde fuera del individuo y a menudo involucran recompensas como trofeos, dinero, reconocimiento social o elogios.

 

Motivaciones intrínsecas, las que surgen desde el interior de la persona, por la satisfacción de hacerlas sin necesidad de ningún incentivo externo, como por ejemplo un hobby.

 

La motivación cuando se origina en motivos internos, por lo general es más inmediata y potente que la extrínseca, sin embargo, estas experiencias internas no ocurren sin la influencia externa debido al contexto social de nuestro entorno. La capacidad de mantenerse motivados depende en gran medida de los estímulos y las condiciones externas a las que estamos expuestos. En el uso diario, el término «motivación» se utiliza para describir por qué una persona hace algo.

 

Las teorías clásicas de gestión de empresas(1) se formularon entre finales del siglo 19 y principios del siglo 20, estas teorías se enfocaban en mecanismos de eficiencia y control. Las empresas se modelaban como sistemas complejos que producían bienes o servicios y las personas eran una parte más de esa máquinaria.

 

El trabajo quedaba definido por tareas específicas diseñadas para optimizar la eficiencia, sin valor agregado de los empleados, desde este punto de vista, la motivación provenía del sueldo y el miedo al despido. Años más tarde (2) este enfoque de gestión se denominó Teoría X, los gerentes que adoptan esta teoría tienen dos herramientas de motivación: la zanahoria y el palo. Durante 1920 en una planta de Western Electric se hicieron pruebas con cambios en las condiciones de trabajo (salario, niveles de iluminación, descansos, etc.) explicando los cambios con anticipación.

 

La productividad mejoró y parecía ser independiente de las condiciones laborales, se concluyó que los trabajadores se desempeñaron mejor porque la gerencia había demostrado interés al hablar de los cambios con los trabajadores, los había hecho sentir miembros de un equipo. Años más tarde se demostró que el rendimiento del trabajo no es simplemente una función del diseño científico del proceso, sino que también está influenciado por las normas sociales, las comunicaciones y el nivel de participación. El modelo fue reemplazado por la Teoría Y, que respalda lo que ahora conocemos como gestión participativa, un sistema de trabajo en el que los empleados tienen posibilidades de pensar, actuar y contribuir a los planes de trabajo.

 

Una de las primeras lecciones que aprende un gerente es que la autoridad del puesto no significa mucho en términos de lograr que las personas hagan mejor las cosas.

 

A veces nos resulta fácil motivarnos y otras es casi imposible, esto se debe a que las elecciones tienen un precio, cuando estamos motivados, es más fácil soportar el dolor del cambio que la incomodidad de permanecer igual. Es decir, existe una barrera mental que debemos superar para generar ese impulso de hacer las cosas y no procrastinar hasta el último día (¿quién no estudio para los exámenes la noche anterior?). Según James Clear (3) una de las cosas más sorprendentes de la motivación, es que por lo general surge después de comenzar un nuevo comportamiento y no antes. Tenemos la idea errónea de que la motivación llega del cielo, leyendo un libro o mirando videos en YouTube, sin embargo, por lo general es el resultado de la acción y no la causa.

 

Una de las claves para motivarse es comenzar

Como con el fenómeno físico de la fricción, casi toda la resistencia de una tarea está al principio, una vez que comienza el movimiento es más fácil seguir avanzando. Comenzar, aunque sea de forma pequeña, con pasos chicos es una forma de inspiración que produce impulso en forma natural. Una de las formas de enfocar los esfuerzos es segmentar o automatizar algunas partes de la rutina, si se desperdicia energía en decisiones diarias como, en que momento o dónde trabajar, se obstaculiza la capacidad de hacer el trabajo. Establecer un horario es un proceso simple que pone la toma de decisiones en piloto automático al otorgarle a los objetivos un tiempo y un lugar para lograrlos, haciendo más probable que puedas seguir adelante independientemente de los niveles de motivación.

 

Hay que programar la rutina, automatizar tareas y buscar la motivación

No esperes que la motivación o la inspiración caigan del cielo, establecé un horario para tus hábitos, esta es la diferencia entre los profesionales y los aficionados. Los profesionales establecen un horario y lo cumplen, los aficionados esperan hasta sentirse inspirados para comenzar. Si no tenemos un horario y una rutina determinada, todos los días nos levantaremos pensando “espero sentirme motivado para hacer esto hoy”. El trabajo no tiene que depender de la motivación, sino que debe seguir un patrón y una rutina consistentes. Una forma de minimizar la energía de comenzar una tarea es definir un “facilitador”, esto genera una forma inconsciente de comenzar, lo que permite seguir adelante de manera más fácil.

 

La clave de cualquier buen facilitador es que elimina la necesidad de tomar una decisión (tengo que hacer esto). La mayoría de la gente no se mueve porque no puede decidir cómo empezar. Una buena rutina comienza de forma tan fácil que no se le puede decir que no, en mi caso comienza preparando un mate a la mañana antes de sentarme a trabajar frente a la computadora. La parte más importante es comenzar y esto debe ser increíblemente facil, luego el proceso debe llevarte a avanzar hacia el objetivo. El facilitador le dice a la mente: «Esto es lo que sucede antes de comenzar” con el tiempo, esta rutina se vuelve parte de la tarea por lo que, simplemente haciéndola, llegamos a ese estado mental donde mejor nos desempeñamos. No hay debates, ni toma de decisiones, la falta de motivación no importa, simplemente hay que seguir el patrón y comenzar.

 

Es necesario definir una rutina y sostenerla en el tiempo

Los seres humanos amamos los desafíos, pero solo dentro de la zona óptima de dificultad, las tareas que están por debajo de nuestras capacidades se vuelven aburridas y las que están por encima son desalentadoras. Sin embargo, las tareas o los desafíos que están en ese límite entre el éxito y el fracaso son extremadamente motivadoras para el cerebro. Este efecto conocido como “La regla de Ricitos de Oro” establece que los humanos experimentan el máximo nivel de motivación cuando trabajan en tareas que están al límite de sus habilidades. Esta es una de las claves para mantener l motivacion a largo plazo.

 

Es necesario encontrar una manera de llevar las tareas al límite de tus habilidades, donde te sientas desafiado, pero capaz de lograrlo, esto es lo que los deportistas denominan “in the zone” donde se logra un máximo rendimiento, donde el tiempo desaparece y las cosas ocurren. Para alcanzar este estado de rendimiento, no solo se necesita trabajar con el grado de dificultad correcto, sino también medir el progreso, la retroalimentación inmediata (sobre los resultados que se estan logrando) es uno de los componentes más críticos de la motivación.

 

Pero como todo, la motivación y las energías disminuyen en algún momento, acá van algunas sugerencias para poner en práctica cuando aparecen las ganas de abandonar y prender Netflix.

 

Simplificar. Si el problema es muy complejo dividilo en partes más pequeñas. Mantené motivadores en tu área de trabajo, cosas que rompan la inercia inicial y te ayuden a ponerte en marcha.

 

¡Deja de pensar y comenzá!, el overthinking es una de las causas más comunes de parálisis o falta de acción. Si te falta motivación para una tarea en particular, intenta comenzar con otra cosa, cuando pensas y te preocupas demasiado por una sola cosa sin tomar acción, estás perdiendo el tiempo.

 

La mente genera sugerencias, no órdenes, considerá cada pensamiento como una sugerencia, no como una orden, el cerebro siempre tratará de minimizar el gasto de energía y para esto sugerirá tomar el camino más fácil, está en nosotros decidir si aceptarlo o no. Si hacemos una pausa y analizamos el por qué, siempre aparecen nuevos pensamientos, como respetar la rutina, terminar lo que estamos haciendo, no procrastinar etc.

 

Mantenete positivo, esto permite encontrar nuevas opciones para resolver problemas, ver lo bueno en lo malo te permitirá poder encontrar soluciones alternativas a los obstáculos o metas que aparezcan.

 

La incomodidad es temporal, todas las tareas, trabajos o proyectos en algún momento se acaban, es necesario mantener la perspectiva, en términos generales la vida es buena y el malestar es temporal. Aceptemos este momento de incomodidad y dejemos que nos fortalezca.

 

Las cosas no son fáciles, queremos que nuestro trabajo sea útil y respetado, pero no queremos luchar con la rutina y el esfuerzo, queremos el resultado final, pero no los intentos fallidos, queremos el oro, pero no el entrenamiento. Hay días en los que es muy difícil empezar, pero siempre vale la pena terminar, a veces el simple hecho de hacer el trabajo ya es una victoria.

 

Cuídate y recompénsate, la falta de sueño, una mala dieta y la falta de tiempo libre son algunas de las cosas que pueden hacer que la rutina se vuelva abrumadora y el estrés se vuelva un compañero difícil de alejar. Crea una pequeña recompensa una vez que logres los objetivos. A veces el simple hecho de concentrarse en la recompensa nos ayuda a mantenernos motivados.

 

Seguí y medí tu progreso, lleva un indicador para los proyectos en curso, cuando vemos que algo crece o se terminan etapas, siempre tratamos de nutrirlo o de hacer un esfuerzo extra para sentir el placer de finalizar cosas. Lo que no se mide, no se mejora.

 

Proba con engañarte, actúa como si te sintieras motivado, a veces las acciones pueden cambiar las emociones, es hora de sacarse el pijama, vestirse y ponerse en movimiento. Es probable que esto aumente considerablemente la motivación y rompa la inercia de arrancar, lo que hará que sea más fácil seguir adelante.

 

La autocrítica dura no funciona, reconocé tus defectos, errores y fracasos con honestidad, sin ponerte en papel de víctima, ser demasiado duros con nosotros mismos genera ansiedad y estrés, es necesario tener diálogos internos francos y amables.

 

Salí a caminar, el aire fresco, un cambio de escenario y un poco de ejercicio pueden hacer maravillas con la motivación, reducir la fatiga cerebral (sobre todo a fin de año) y nos genera un efecto calmante que proporciona el escape mental que se necesita para volver al trabajo sintiéndose más motivado, inspirado y enfocado que antes. No fuerces una tarea que de repente se vuelve el doble de difícil, solo conseguirás malgastar tiempo y es posible que cometas errores, date cuenta de que la energía ha disminuido y toma un descanso.

 

Administra la lista de tareas pendientes, la mayoría de las personas subestiman el tiempo que le llevan las cosas, sobre todo las más simples y sin valor agregado. Hacer muchas tareas de poco valor nos genera la sensación de que no hicimos nada. Revisa la lista de pendientes y elimina todas las que no sean esenciales o prioritarias. Las cosas más importantes se hacen al principio del día y si las agenda es demasiado larga trata de trasladar algunas para otro día.

 

Vencer las distracciones ¿Cuáles son tus mayores distracciones? Si comprendes qué desvía tu atención (celular, redes sociales, ruidos, etc.) podes aprender a gestionarlo. Las distracciones consumen energía, el cerebro gasta más glucosa al alternar tareas, que cuando se mantiene concentrado. En la actualidad recibimos más información y datos que nunca, por lo que enfrentamos una batalla constante para concentrarnos. Todas estas cosas hacen que resulte complicado entrar en el estado de flujo, en el que somos productivos. Si bien no se pueden eliminar todas las distracciones, pueden reducirse. Empezá por averiguar qué te distrae con más frecuencia.

 

Proba una “dieta” digital (guarda el celular en un cajón, cerra las pestañas que no uses en el navegador, desactiva las notificaciones, etc.). Cada pequeña acción que hacemos (enviar un mensaje, contestar email, chequear Instagram) le proporciona a nuestro cerebro un impulso satisfactorio, lo que nos hace adictos a estas tareas pequeñas e insignificantes que nos roban el tiempo.

 

Vence la procrastinación, las distracciones nos alejan de nuestros objetivos, al procrastinar evitamos de manera activa lo que creemos que debemos hacer. Todo el mundo procrastina en algún momento, a menudo es el síntoma superficial de un problema mayor, así que busca la razón de fondo y decidí cómo abordarla (¿estamos en la zona de desafíos alcanzables?). Procrastina de manera productiva, de la lista de cosas que hacer elegí la tarea más difícil que sí seas capaz de hacer y avanza.

 

Resumen

La motivación es una emoción poderosa pero poco confiable, a veces es muy fácil motivarse y otras es casi imposible. Es mucho más simple lograr la motivación mediante la acción y no al revés, esperando que llegue mágicamente, es necesario salir a buscarla, romper la inercia inicial y comenzar a moverse. Una de las formas más fáciles para lograr esto es con un facilitador de bajo nivel, al cual no podamos negarnos y que nos habilite el comienzo de la tarea. Es un proceso que se puede lograr mediante el equilibrio entre ceder a las distracciones o superar el sufrimiento de mantener la disciplina. Nuestra identidad se define en este delicado equilibrio, cada día enfrentamos miles de pequeñas decisiones de continuar o renunciar, estas batallas son la diferencia entre lograr los objetivos o no. Esta cuarentena, como todo lo que pasamos es un momento que no debemos desperdiciar, es una fase como cualquier otra. Gastalo o invertilo de manera que estés orgulloso de que hiciste con tu tiempo.

 

 

 

Por Rodolfo Kramer (*)

(*) Ingeniero en Materiales recibido en la CNEA con un MBA en la UADE Business School.

Trabajó en el departamento de Integridad en Shell y luego en YPF donde ocupó diferentes puestos dentro del área técnica de proyectos de Upstream y Downstream desde el año 2017.

Es Gerente del Departamento de Gestión de Activos donde trabaja con las áreas de Confiabilidad, Integridad, Mantenimiento y Almacenes de los Centros Industriales y Logística de YPF.

Contacto: [email protected]

Ilustración: Sebastián Hidalgo

@sebahidalgook

 

 

 

Referencias 

1 – Frederick Taylor (1856-1915), reconocido como el padre de la gestión científica,

2 – Douglas McGregor consagraría esta visión de la naturaleza humana en lo que llamó el enfoque de la gestión de la Teoría X, fue también Douglas quien años mas tarde conceptualizo la Teoría Y

Material

4- https://jamesclear.com/

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