Dos hermanos donaron el arpa de Lucas Braulio Areco por los 150 años de Posadas

La donación y entrega será realizada por los hermanos María Irene Cardoso y Jorge Cardoso. Se trata de un instrumento que por cuya historia llega para enriquecer el patrimonio cultural de la ciudad. Estará custodiado y en exhibición en el Museo Lucas Braulio Areco.

 

Don Lucas Braulio Areco es una personalidad que marcó la cultura en Misiones. Fue el compositor de la canción provincial Misionerita, mientras transitaba su largo recorrido como enciclopedista, músico, pintor, poeta, investigador y trabajador de la cultura en general.

 

En el marco del 150 Aniversario de la ciudad de Posadas, dos vecinos con destacada trayectoria artística, musical y cultural en general, realizaron la donación del arpa que en vida lo utilizó Lucas Braulio Areco, reconocido artista y director de Cultura de la Municipalidad de Posadas.

 

 

Quienes realizaron la donación son María Irene Cardoso, quien fue directora de Cultura de la Provincia, Subsecretaria de Cultura de la Provincia, y alma y vida de la creación del Centro Cultural Misiones (1971), actualmente Centro Cultural Vicente Cidade. Por otra parte, su hermano Jorge Cardoso, conocido como intérprete de guitarra a nivel internacional.

 

«Consideramos como vecinos que los 150 años que cumple Posadas amerita guardar como tesoro este instrumento, y es por ello nuestro ofrecimiento. Proponemos la entrega el día 8 de noviembre. El lugar que solicitamos para su custodia es el Museo Lucas Braulio Areco«, apuntaron los hermanos que harán esta donación de gran porte cultural para la ciudad e incluso la provincia.

 

 

Por su parte, María Irene Cardoso lo recordó a Lucas Braulio Areco de la siguiente manera durante un escrito en su homenaje: «Tuve la alegría de conocerlo de niña a través de mi familia. Mi hermano músico, fue su hijo. Mis padres sentían un gran respeto y habían confiado plenamente en él como profesor, guía y formador de un niño que comenzó a los diez años a conversar con la guitarra. Fue su idioma el que le transmitió, su mirada profunda y sagrada sobre las notas y las frases. Fue mucho más que un profesor de guitarra. Cuando tuve la capacidad de fijar recuerdos, Areco ya era parte de nuestro grupo sin estar presente, nunca lo vi en nuestra casa. Lo conocí mucho después. Primero era una puerta en la esquina de Félix de Azara y Catamarca. Luego un señor al que veía grande, aunque su contextura fuera enjuta, su estatura era magnificada por ese halo de sabiduría que se le asignaba en mi hogar por intermedio de Jorge».

 

 

Se trata de un arpa de procedencia paraguaya, obra del Constructor de Guitarra Timoteo Rojas, domiciliado en Asunción, cuyos datos pueden constarse en la estampilla interna del arpa. Además, se caracteriza por se un instrumento de estudio con clavijas de madera, de 36 cuerdas, fondo y aro de cedro y tapa de pino.

 

Actualmente se encuentra fuera de uso y si bien se le realizó recientemente una restauración básica para esta donación, debe ser considerada como pieza de museo, no apta para ser ejecutada como instrumento. El mantenimiento del arpa fue siempre realizado por Casa Chávez, la única casa de luthiers existente en nuestra ciudad.

 

 

La historia detrás del arpa en manos de los hermanos Cardoso

 

«Tratando de encontrar mi cuarto propio más allá de la escritura, me propuse indagar acerca del universo musical en el que nuestro padre nos sumergía tomándonos del talón al nacer. Fui a ver a don Alberto Chávez y le pregunté si tenía un arpa, que consideraba el instrumento más apreciado en nuestra cultura regional. Sacó de su santuario, del taller al mostrador, un instrumento, que me pareció especial, sin grandes trabajos en su madera, de un tamaño a mi escala, con clavijas talladas a mano, y a un precio justo. Fue el momento de la presentación: el arpa de Areco. Creí que era una broma que me gastaba Chávez, que sabía que era hermana de quién…pero no. Era cierto, el compositor la había cambiado por otra mejor, entregándola como forma de pago según el relato del luthier», contó María Irene.

 

«El instrumento pasó a mis manos, y a partir de ahí comenzó un ciclo de encantamiento. El profesor Miguel Melgarejo tenía la amabilidad de darme lecciones a domicilio para placer de mis hijos muy chicos que tomaban a las mismas como conciertos privados, escuchando en silencio cómo él, ejecutaba con emoción las piezas una a una, dejándome luego de las instrucciones, la tarea de la práctica privada. Fue el tiempo en que me di cuenta de que mi padre me había sumergido en la música tomándome de la oreja, no del talón como a mis hermanos. El oído era mi punto débil, y en mi aprendizaje no llegué más que a Llegada, una polka que aún hoy me animaría a interpretar…en mi cuarto propio y en soledad».

 

«El arpa de Areco, así la nombrábamos en la casa, siempre siguió siendo suya, no me dejó más que abrazarla como se hace con los instrumentos de cuerda para ejecutarlos, mi camino de arpista comenzó y concluyó en Llegada. Nos acompañó durante el resto de la vida hasta hoy. Se mudó con nosotros, estuvo a mi lado en mi biblioteca mientras escribía y leía. Fue una compañía que pugnaba por hablar, pero sin su dueño anterior, había entrado en un silencio álmico. En un momento dado sentí que lo que convenía era que fuera a parar a manos del discípulo de Areco, Jorge. Se la regalé».

 

«Como es de todos nosotros, y mi hermano, actual dueño del instrumento está de acuerdo en que una parte del Maestro pase a ser patrimonio del museo que supo dirigir con desinterés, decidimos donarla. Gracias también al impulso de un compañero de gestión, nuestro amigo Benito del Puerto que me recordó que hicimos un intento previo, y que ahora está a cargo de la conmemoración de los 150 años de la ciudad donde nacimos. Después de más de 35 años de tenerla a mi lado, me despido con la imagen de que ella representa una parte de lo que no se ve, del misterio del arte, de las manos que la tuvieron abrazada y compusieron gran parte de la mejor música misionera. Mi cuarto propio, esté donde esté, la lleva consigo, no habrá lugar vacío. Gracias Areco«, finalizó.

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