La Secretaría de Cambio Climático: la adaptación al desequilibrio perpetuo es posible

El cambio climático es inacabado y es necesario que sea considerado, por ese mismo motivo, de modo constante, para que las reivindicaciones públicas y privadas frente a los escenarios contingentes y heterogéneos sean igualmente dinámicas.

 

La capacidad para prever y atender oportunamente los efectos de los sucesos climáticos, es una parte elemental de toda política de estado que esté orientada a garantizar y fortalecer de manera sustentable a los ecosistemas naturales y a las poblaciones vigentes y futuras.

 

En este sentido —como en otros— la adaptación gubernamental llevada a cabo en respuesta a los nuevos patrones climáticos, resulta ser, entonces, una pieza indispensable en la cuestión del cambio climático.

 

La reciente sanción de la ley I-172, cuyo objeto crea la secretaría de Estado de Cambio Climático en la provincia de Misiones, se encuentra posicionada en este auspicioso camino. Precisamente, la secretaría tiene la función de asistir, mediante el respectivo ministro-secretario, al Gobernador en el desarrollo e implementación de planes y monitoreo, como en los planes estratégicos de disminución y emisión de gases de efecto invernadero y de mitigación, adaptación y resiliencia al cambio climático.

 

 

huracán Sally

 

De esta forma, la institución recepta la idea de resiliencia que, en otros términos, consiste en el comportamiento humano que insiste constantemente en el cuidado del medio ambiente frente a los problemas nuevos y emergentes, con el propósito de resistir, pero además de absorber, adaptarse, transformarse y, finalmente, recuperarse eficazmente de los efectos acontecidos.

 

La norma adopta, en concreto, uno de los antiguos principios consagrados en la Declaración de Estocolmo sobre el Medio ambiente Humano, formulado en 1972 y que proclama lo siguiente: «Debe mantenerse y, siempre que sea posible, restaurarse o mejorarse la capacidad de la Tierra para producir recursos vitales renovables».

 

Esta noción, que luego fue incorporada con el nombre de resiliencia ambiental en varios instrumentos internacionales, adquiere especial relevancia en la primera secretaría de Cambio Climático establecida en el país.

 

Y la razón es bastante sencilla: la diversidad climática de Misiones, en donde se alternan estacionalmente o, incluso a veces, mensualmente, fases secas, húmedas, inundaciones o bien sequías, con los efectos negativos que ello trae aparejado, torna necesario —a nivel micro, pero también a escala macro— la existencia de una repartición estatal que se encargue de minimizar las consecuencias provocadas por las distintas variaciones en los componentes del clima, en base a los registros históricos y las circunstancias actuales.

 

Entre otros motivos, por supuesto, la flamante organización inaugura una nueva línea político-ambiental que, deseamos, se reproduzca en otras regiones del país.

 

Pues se trata, en definitiva, de avanzar no solo en la conservación de la biodiversidad local, sino también en la protección del territorio nacional y, por derivación, del cuidado planetario. Después de todo, el principio de progresividad en materia ambiental lleva consigo el rasgo de ser perpetuamente desequilibrado, insistente y, sobre todo, ejemplar. Sigamos.

 

 

 

Por Alan P. Gueret*

(*) El autor es abogado y magíster en Derecho Administrativo.

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