Día Mundial del Pan, un símbolo de culto a lo largo de la historia

Detrás del pan hay más de 6.000 años de supersticiones y ritos. La agricultura de los cereales, debido a su importancia en el bienestar de los pueblos sedentarios, alcanzó un carácter sagrado desde la antigüedad.

 

Fueron las civilizaciones agrícolas las que mantuvieron un enorme aferro a las creencias religiosas de sus comunidades, asociando el trigo con la simbología del pan mismo. Ya desde el neolítico, el imaginario colectivo y los rituales apuntan a que entonces se identificaba la vida vegetal con el misterio de la vida y de la muerte.

 

Según la Epopeya de Gilgamesh, desde hace 5.000 años el pan ya se ofrecía a los dioses. Su simbología incluiría en los rincones más profundos del inconsciente colectivo de los pueblos mediterráneos la idea de la procreación y los ciclos de la vida, así como también algunos panes alegóricos traslucían la invocación a deidades mitológicas, la esencia de ritos de fertilidad y el espíritu de prácticas de culto.

 

En el antiguo Egipto, este alimento albergaba creencias muy complejas. El trigo se asociaba con el simbolismo de la resurrección o con la supervivencia de los muertos y el ciclo de las estaciones iba atado a esta metáfora. Además, los egipcios incluían el pan en la tumba para el tránsito hacia el más allá de sus muertos como una manera de representar el paso a la abundancia.

 

Desde el siglo XII antes de Cristo, los griegos veneraban los misterios de Demeter, la diosa del pan y divinidad protectora de las cosechas y la fertilidad de los campos de Eleusis, que también intercedía en el reino de los muertos.

 

En la Roma imperial, los panaderos celebraban el 9 de junio las vestales, en honor a Vesta, la diosa del hogar asociada con el fuego que arde en la chimenea.

 

Pero el pan no solo se ha vinculado a la espiritualidad y la vida después de la muerte, también a la procreación: el proceso de cargar, asar y descargar el horno conlleva un paralelismo con la copulación, embarazo y parto respectivamente.

 

En Egipto, oscilaban nociones de procreación y fertilidad a su alrededor. El acto sexual y el instinto de reproducción encontraban un trasunto simbólico en la misteriosa fermentación del pan.

 

En el Antiguo Testamento, el trigo y el pan son símbolos de la fecundidad de la tierra, jugando un papel importante en los sacrificios y las festividades judías. En el Nuevo Testamento se asocian los frutos de la tierra con un don de la divinidad y el simbolismo del trigo con la gracia celestial.

 

Y aunque los hebreos utilizaban el pan en sus ritos religiosos y los griegos honraban a una diosa pan, es en la simbología cristiana, específicamente en su figura central Jesús, a quien se le atribuye su máxima exaltación, cuando se manifestó: «Este es mi cuerpo», el pan de vida.

 

En algunos países musulmanes el pan se cocina para algunas fiestas como el Id al-Fitr, festividad religiosa de la tradición islámica, que sigue al Ramadán.

 

El challah es un pan tradicional de origen judío elaborado con una masa rica en huevo y mantequilla, que se sirve el viernes por la noche en la cena del Sabbat. Además, durante la pascua judía, también se come un pan ácimo denominado matzoh y en algunos lugares de Latinoamérica el Hallulla (pan de las fiestas).

 

El fougasse, en Francia, se sirve como parte de los trece postres (simbolizando los doce apóstoles y Jesucristo), del mismo modo que el christopsomo griego, que tiene la cruz cristiana en su superficie, o el Hutzelbrot, pan bávaro de navidad.

 

En general, el olor y sabor del pan nos transporta a todos y a ningún lugar, supone un revuelo de sensaciones y un bienestar anhelado. Por ello, tan sencillo y tan importante a la vez, la figura del pan representa mucho más que un alimento.

 

Aún hoy, un abanico de etimologías, proverbios y expresiones cotidianas plenas de uso y vigor corroboran la existencia de connotaciones remotas en la esencia del pan.

 

Fuente: La Vanguardia

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