Murió Alberto Chávez, luthier misionero, “el señor de los sonidos”

El pasado 18 de agosto, a los 82 años partió Alberto Chávez, el reconocido luthier misionero, hacedor de Guitarras y Arpas en la tierra colorada, completando 125 Años de Tradición Familiar Musical.

 

Por Alejandro “Ole Brasil” Kowalski

 

Un luthier, no es apenas una persona que hace instrumentos musicales. Es un mago, alguien que los hace ejerciendo el misterio que permite dar a esas piezas una sonoridad única, fantástica, distintiva. Los luthiers son personas muy especiales, cada vez más escasas en este mundo que parece orientado a destruir tradiciones culturales centenarias. Son seres de una paciencia, mirada y oídos muy singulares. Cuando uno de ellos se va de este plano, quedamos privados de poder volver a experimentar nuevas expresiones de la belleza sonora exclusiva que ese talento hacía posible.

 

La Noche de Varias Orillas

 

Allá en Itacuá, donde es venerada la Virgen, pocos kilómetros río arriba de Encarnación (PY), a alturas de la desembocadura del Arroyo Garupá, una canoa partió la noche del Paraná en 1956, camino a la Isla Cañete, hoy sumergida en las aguas del gran lago de la represa Yacyretá. Pocas horas después, otra canoa salió de la Isla deslizándose río abajo rumbo a la orilla argentina. Su guía era Ángela Cañete, llevando frutas, porotos, harina de maíz y otros productos para venderlos por la mañana. Cuando la canoa pisó tierra, de abajo de las lonas que protegían la carga, apareció súbitamente un pasajero encubierto. Se despidió de Ángela fugazmente por temor a ser visto por alguna autoridad del área, para luego esfumarse en la nubosa madrugada posadeña. Se trataba de un muchacho de tan sólo 18 años que había culminado el Servicio Militar Paraguayo, sin dinero ni documentos de ingreso, con apenas algunas pertenencias, pero que guardaba en su interior un inmenso tesoro, los misterios de una tradición familiar exquisita en la hechura de instrumentos musicales de cuerdas.

 

Alberto Chávez probó todo lo que estuvo a su alcance para intentar sobrevivir en la nueva tierra. Su condición de indocumentado, le impidió durante mucho tiempo conseguir trabajo estable, debiendo moverse una y otra vez entre la capital y el interior para realizar tareas de las más diversas, hasta finalmente un día conseguir ser probado y luego aceptado en una carpintería cercana a la entonces siempre ruidosa zona de la ex Terminal de Ómnibus posadeña, como “lustrador de muebles”, trabajo que él sabía hacer y muy bien, al punto de poder tornarse en poco tiempo formador de nuevos aprendices por encargo del propietario del negocio. Es que la técnica del “lustre” fue uno de los primeros conocimientos aprendidos ya a sus 10 años en el arte que su familia venía desarrollando con clara maestría en Luque.

 

La Ciudad de la Música

 

En Paraguay, la antigua ciudad de Luque, hoy tercera en términos poblacionales en el país, situada en lo que se conoce como el Gran Asunción, es considerada popularmente como la “Ciudad del Arte”, por su bella y diversificada producción de Joyería, Filigrana y Orfebrería, pero Luque ostenta además el título oficial de ser “La Ciudad de la Música”, debido a una maravillosa tradición en la construcción de instrumentos de cuerda (fundamentalmente guitarras, arpas, contrabajos y violines). Sin duda alguna, gran parte de esa tradición tiene que ver con la Familia Chávez. Quien la inició fue el abuelo paterno de Alberto, Don Sebastián Chávez (1870-1950), que vino de España trayendo ese misterioso saber.

 

Su fama se extendió por fuera de las fronteras del Paraguay y cuenta entre sus grandes logros haber confeccionado la guitarra que usó el brillante músico paraguayo Agustín Barrios “Mangoré” (1885-1944), uno de los mayores guitarristas y compositores clásicos del mundo, en sus tantos pasos por Europa; así como de haberle construido una de las mejores arpas a Félix Pérez Cardozo (1908-1952), acaso el músico más renombrado de la historia del país vecino en el mencionado instrumento. Todo indica históricamente que Sebastián fue también el autor de importantes y definitivos cambios en el diseño del “Arpa India”. Prácticamente, sus siete hijos siguieron la tradición. Entre ellos, Don Ambrosio Chávez, padre de Alberto, quien contó entre sus conquistas ser requerido por el icónico cantante, compositor e intérprete Luis Alberto del Paraná (1926-1974), para confeccionarle un Arpa, un Requinto y dos Guitarras, destinados especialmente a su primer gira latinoamericana.

 

Fue así que Alberto, como él mismo solía recordar, se crió, entre las “virutas” del taller de sus mayores, siendo testigo presencial del nacimiento de innumerables joyas sonoras y del permanente desfile de algunos de los mejores músicos del país. A sus escasos 12 años construyó su primer Requinto para pasar luego a una Guitarra de Estudio y finalmente a los saberes requeridos por los instrumentos más profesionales. Alberto Chávez nació en Concepción el 2 de Julio de 1938, pero se crió en Luque y tuvo como único hermano a Manuel Chávez, tres años mayor, quien continuó viviendo allí y también se dedicó a desarrollar la tradición de luthier.

 

 

Marcas del dolor

 

Toda esta vida dedicada al saber del sonido musical estuvo a punto de perderse con la llamada “Revolución de 1947”, en la que la Familia Chávez y miles de otras tantas, fueron “literalmente” perseguidas, usurpadas y violentadas por haber sido identificadas por “los Colorados”, como asociadas a los grupos que intentaron derrocarlos del poder en la citada gesta (Liberales Febreristas y Socialistas). Los Chávez perdieron prácticamente todo, su padre Ambrosio y otros tíos debieron escapar a la Argentina por un tiempo quedando él al cuidado de sus abuelos. Fueron muchísimas las figuras artísticas que iniciaron su éxodo del Paraguay fundamentalmente hacia Buenos Aires y Corrientes en aquel duro período que comenzó ya a fines de la década del 30 con una marcada inestabilidad política: Herminio Giménez primero, José Asunción Flores (creador de la Guarania) y Augusto Roa Bastos después, entre tantos.

 

En 1950, su abuelo Sebastián falleció y encontrándose en medio de una familia empobrecida, pidió entonces incorporarse al Servicio Militar obligatorio aún faltando cinco meses para completar los 16 años requeridos, lo cual representaba al menos una salida para mejorar su situación material. Allí consiguió desarrollar mejor sus cualidades como instrumentista de primera guitarra formando parte del Cuerpo de Música de Caballería. No obstante, ya en el segundo año de conscripción consiguió ser trasladado a un Cuartel de Encarnación junto a un grupo de compañeros. Su intención particular era conocer finalmente a su madre biológica, Catalina Benítez, quien allí residía y que lo había abandonado en Luque cuando él apenas tenía ocho meses de vida. El encuentro sucedió pero no fue lo que Alberto esperaba, a partir de lo cual comenzó entonces a imaginar una posible mejor vida en Posadas, un lugar nuevo, que podía resultar promisorio para retomar la tradición de hacer instrumentos. Sin embargo, debieron pasar algunos duros años de trabajar hasta 17 horas diarias lustrando muebles para que Alberto pueda concretar un lugar donde poder vivir, construir un taller propio y formar una familia.

 

La necesidad de trabajar tantas horas diarias para prosperar y adquirir así una propiedad, lo llevaron a abandonar definitivamente su perfil de músico instrumentista a los escasos 25 años, liberando el poco tiempo libre que tenía para empezar a construir algunos instrumentos aún en medio de la precariedad de herramientas con que contaba. No obstante, quienes vieron sus primeros resultados quedaron sorprendidos y colaboraron para que recibiese alguna atención de la prensa local. Chávez recuerda que fue a partir de una publicación sobre su trabajo en el Diario “El Territorio”, cuando comenzó a generarse una demanda de “confección” y “compostura” de instrumentos que en poco tiempo consiguió incluso extenderse hasta las más tradicionales Casas de Música de Buenos Aires, incluyendo la afamada “Antigua Casa Núñez”. Chávez empezó a convertirse poco a poco en el nuevo “Luthier” de Posadas, la misma ciudad que ya contaba al señor Osvaldo Torres como uno de sus pioneros, alguien con quien Alberto supo luego construir una amistad basada en el respeto y que además vivía también en su mismo barrio.

 

Un Taller para la Región y el Mundo:

 

La demanda para la fabricación y compostura de guitarras comenzó en poco tiempo a ser tan intensa que Alberto Chávez optó prácticamente por dejar de producir arpas y otros instrumentos, para dar prioridad casi total a las guitarras. Y para responder a esa demanda tuvo que sumar ayudantes. Primero trajo a su tío paterno Prisciliano Chávez de Luque, exquisito luthier ya formado y luego fue sumando más aprendices, prácticamente todos paraguayos, hasta completar un equipo de nueve. Nacía entonces sobre calle Pedro Méndez 306 del Barrio Palomar, hacia fines de los años 60, el Taller y Negocio “Casa Chávez”, que por esos tiempos llegó a producir una media de 30 guitarras semanales. Uno de esos integrantes aprendices del equipo de trabajo, que permaneció por varios años en el taller, es el hoy conocido Luthier de Posadas Don Milán Cardozo.

 

Pocos años después, Alberto conoció formalmente en Encarnación a la familia de Elsa Antonia Giménez, con quien se casó a inicios de los 70 y con la que tuvo tres hijos: Luis Alberto (46), Julio César (45) y Walter Omar (36). Todos fueron instruidos en la tradición y es el mayor, Luis Alberto, quien lleva ya hace varios años la gran responsabilidad de conducir el taller, habiendo producido muchos instrumentos de excelente calidad. Una vez consolidada la conocida “Casa Chávez”, fueron sumándose prestigiosos nombres a la lista de clientes permanentes. Don Lucas Braulio Areco fue tal vez uno de los primeros y éste luego llevó a su ex alumno Jorge Cardoso, hoy consagrado como la máxima guitarra clásica que tiene nuestro país en el exterior, para presentárselo a Alberto, naciendo allí una gran amistad que supuso en varias oportunidades la posibilidad de que Chávez se mudara a Europa para montar su propio taller en alguna de sus capitales. Otra amistad musical importante fue la que nació con el talentosísimo guitarrista popular Ángel “Pato” García. Asimismo, Ramón Ayala le encargó realizar la particular guitarra de 10 cuerdas que tenía en mente para sumar más bajos. El gran dúo litoraleño Morel González comenzó a usar guitarras Chávez y así la lista de eximios clientes fue haciéndose cada vez más extensa: Los Tres del Río y Lorenzo Quintana Prieto (Paraguay), Los Calchakís (Francia), Los Hermanos Acuña, El Trío San Javier, Miguel Viarengo, Adolfo Vallejos, Alberto Hugo Encina, Marcos “Chavo” Núñez e incluso bandoneonistas y arpistas amigos que también requerían sus guitarras, como Chaloy Jara o Miguel Melgarejo, entre tantos otros de la región. La fama de las guitarras Chávez invoca hace muchos años visitas y pedidos de toda la Argentina, países limítrofes y los más distantes rincones del planeta.

 

 

Misterios Hechos con Maderas

 

Quienes acostumbran a tocar instrumentos musicales venidos de importantes marcas internacionales como Gibson, Fender, Ibanez, Yamaha, Takamine, Taylor, Martin, entre otras, saben que esos instrumentos en realidad hoy se fabrican de manera serial en China, Tailandia, Singapur y otros países asiáticos, sin duda alguna bajo estrictas normas de calidad pero también sin la riqueza y nobleza de maderas y trabajo que tienen los instrumentos hechos por un Luthier. Aún cuando reconozcan esa vital diferencia, muchos músicos desconocen a veces la cantidad y calidad de maderas que son usadas por los luthiers para crear la magia del sonido que caracteriza a sus instrumentos.

 

En las guitarras producidas en serie, más allá de sus calidades y aunque creamos en la legitimidad de sus materiales, predominan mayormente maderas pocos nobles y es muy usado el terciado, que tratado con técnicas modernas puede “mentir” perfectamente las vetas de diversas maderas nobles. A diferencia de ello, en las guitarras de un luthier pueden convivir perfectamente (entre piezas internas y externas), hasta diez e incluso más tipos de madera noble, todas incorporadas con el sentido apropiado para lograr el resultado sonoro esperado.

 

Don Alberto Chávez fue un gran conocedor de las maderas, sus vetas, calidades y potencialidades. Eso sin dudas era una parte del gran secreto. La otra, estaba en saber cómo disponer las piezas en el exterior y fundamentalmente en el interior del instrumento. Durante años y años viajó una y otra vez a Buenos Aires para proveerse y seleccionar personalmente las piezas de maderas correctamente tratadas, casi todas importadas del exterior, incluso aunque fuesen nativas de estas latitudes: Pino Abeto Alemán, Pino Canadiense en sus diferentes calidades, Nogal de España, Ébano de África, Ébano de Bahia, Palisandro de Bahia o de Italia, Palo Santo, Jacarandá de la India o de Italia, Palo Rosa, Guayubira, Algarrobo, Incienso, Cedro, entre las más usadas.

 

Podemos ejemplificar la riqueza interior de una guitarra en términos de materiales contando por ejemplo de qué piezas está hecha la que “Casa Chávez” fabricó para Marcos “Chavo” Núñez (Artista integrante de Los Núñez): Palisandro de Bahia en el Costado, Fondo y Puente; Tapa de Pino Abeto Alemán; Adornos en Tapa de Arce Alemán; Mango y Cabezal de Cedro Australiano; Diapasón de Ébano Africano; Traste de Alpaca; Cejilla de Hueso; Boca personalizada; Clavijero importado y todas las piezas interiores de la caja de Pino Suizo.

 

Para Chávez, si uno toca una guitarra de las fabricadas de manera serial sin activar el micrófono, el sonido cae a pocos metros del instrumento, mientras que en una buena guitarra artesanal el sonido no cae, se extiende, como incluso un día el propio Lucas Braulio Areco le incitó a probar empíricamente pidiéndole a Alberto que tocara repetidamente un arpegio en una de sus guitarras mientras él se dirigía a la vereda a ver qué sucedía. Llegó incluso a caminar hasta la otra vereda y misteriosamente el sonido continuó escuchándose. Don Areco regresó entonces al taller y lo felicitó. Esa es sin dudas parte de la magia de una buena guitarra. En ella intervienen fundamentalmente la madera, la disposición de las piezas internas y también la peculiar forma curva que tiene el llamado “fondo” de las guitarras Chávez, confeccionado por dos piezas ensambladas. Tal singularidad, permite un rebote del sonido interno en la caja que realza la potencia y calidad sonora del instrumento.

 

Fue también el mismo Lucas Braulio Areco quien sugirió a Alberto que empiece a usar una categorización numérica para clasificar la calidad de sus guitarras (del 5 al 14), y ello fue sabiamente combinado a las expectativas del cliente (por ejemplo, con más agudos si el cliente desea la guitarra para puntear o con más graves para acompañar). Las guitarras número 5 a 7 son realizadas para principiantes con un relativo bajo costo para facilitar su adquisición. Pero en ellas, si bien se usa terciado en lugar de madera noble para algunas de sus partes (tapa, costado, fondo), igualmente se incluye buena madera para otras (mango, cabezal, diapasón) y también se aplican algunos secretos que permiten que esa guitarra de todas maneras “suene”. Desde la número 8 hasta la 13 e incluso 14, las guitarras son construidas exclusivamente con madera noble, nada de terciado y varían con acuerdo al costo de la materia prima utilizada y a algunos sutiles secretos sonoros aplicados.

 

El Chávez de mi Memoria

 

Don Alberto Chávez fue para mí siempre un hombre de perfil modesto a pesar de la fama que consiguieron los instrumentos nacidos en su taller y las personalidades que los adquirieron. Creo que pensó siempre primero en su lengua materna, el Guaraní, y después en Español, lo cual de por sí supone una manera diferente de entender el mundo. Tuve la gran suerte de ser su pequeño vecino viviendo a tan sólo dos cuadras y media y tenía apenas 13 años cuando pude encargarle mi primer guitarra, la cual debía necesariamente estar al revés, porque yo pertenecía al equipo de los raros, los que nacimos “zurdos”, o “izquierdos”. Luego, esa primer guitarra fue cambiada por otra y luego por otra mejor, la número 8 de pino canadiense y cedro, que hasta hoy me acompaña.

 

Tuve el privilegio de que fuera él quien me la repare y lustre por última vez y tuve la gran honra de que me permita conocer algunos misterios de su taller y que por si fuera poco me invite incluso a compartir un vino. No fue una casualidad de la vida que mi padre, el Artista Pintor Zygmunt Kowalski, cruzara desde el Paraguay en canoa y de manera ilegal en las mismas condiciones que Don Alberto apenas un par de años antes que él. No fue una casualidad que ambos terminen viviendo en el mismo Barrio El Palomar y que mi padre admirara la obra de Don Chávez y que a su vez éste admirara la obra de mi padre, aunque nunca se hablaran. Fueron personas bastante silenciosas, introvertidas tal vez a cierto tipo de comunicación debido a las marcas de dolor que deja la violencia de las guerras, personas de un tiempo y una vida que nosotros apenas podemos comprender, pero que brillarán eternamente en la belleza de cada pieza que diseñaron. Agradezco a la Vida haber podido conocerlo, ganarme su cariño y su sonrisa. Con su partida, creo que la Provincia de Misiones perdió a un Gran Mago de los Sonidos, un representante emblemático de la identidad de esta tierra hecha posible sólo a partir de historias y tradiciones de vida parecidas y que por tanto, está en deuda de rendirle un tributo y reconocimiento mayor. Ojalá que eso pronto suceda…! Mientras tanto, quienes lo conocimos y admiramos, seguiremos celebrando su vida en los sonidos que permiten atrapar aquellos instrumentos que componen su gran obra.

 

Fuente: Secretaria de Cultura, de la provincia de Misiones

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