Día del Trabajador Metalúrgico 2020: ¿quién fue el Fray Luis Beltrán?

El 7 de septiembre se celebra en Argentina el Día del Metalúrgico. Esta fecha se instituye en honor al nacimiento de Fray Luis Beltrán.

 

Metalúrgico es todo aquel trabajador cuya labor consiste en la obtención y el tratamiento de metales. El Fray Beltrán es considerado un símbolo de este rubro debido a su destacada tarea como fabricante y organizador de la artillería del Ejército de Los Andes liderado por San Martín.

 

El Día del Trabajador Metalúrgico fue instituido en conmemoración del nacimiento de Fray Luis Beltrán, el primero que le dio un rol protagónico a la riqueza mineral del país para que preste servicio a favor de la independencia.

 

Fray Luís Beltrán nació en la provincia de Mendoza el 7 de septiembre de 1784. Tenía conocimientos de química, matemáticas y mecánica, fue designado por el General San Martín como Jefe del Parque de Artillería del Ejército de Los Andes.

 

Fue uno de los primeros en entender que la riqueza mineral del país podía prestar servicios valiosísimos en la lucha por la independencia, favoreciendo la fabricación de armas como fusiles y cañones.

 

La actividad metalúrgica se ha forjado en una de las principales del país, a lo largo de las décadas, razón por la cual también dio origen y un rol protagónico dentro de la esfera gremial a la Unión Obrera Metalúrgica.

 

El metalúrgico, Fray Luís Beltrán

 

Es comúnmente aceptado que Fray José Luis Marcelo Beltrán nació el 7 de Septiembre de 1784 en Mendoza. Sin embargo, el propio fraile declaró en su testamento, dictado frente a sus padres y ante un notario mendocino, al ingresar a la orden franciscana, durante el año 1800: «Yo, José Luis Beltrán, natural de la ciudad de San Juan».

 

Su padre era el francés Louis Bertrand y su madre, la sanjuanina Manuela Bustos. Al bautizar al pequeño, tres días después de nacido, el cura lo inscribió como «hijo de Luis Beltrán»; con lo que su apellido quedó así castellanizado, para la posteridad.

 

Ingresó en el Convento de San Francisco en Mendoza donde estudió las ciencias teóricas y ejercitó las prácticas como la física y la mecánica. Decidió seguir su vocación religiosa y fue trasladado a Santiago de Chile, donde en 1812 fue designado capellán de las tropas independentistas comandadas por Carrera.

 

Las habilidades y el ingenio de Beltrán fueron puestos a prueba tras la derrota de Hierbas Buenas, cuando se ofreció para recomponer el parque de artillería diezmado por los españoles. Por sus eficientes servicios fue ascendido a Teniente de Artillería, pero la derrota de los patriotas chilenos en Rancagua, el 2 de octubre de 1814, lo obligó a emprender junto a centenares de derrotados el penoso cruce de la cordillera hacia Mendoza.

 

Llevaba consigo sus herramientas de trabajo y la convicción de seguir peleando contra los enemigos de América. En la capital mendocina el gobernador San Martín que preparaba el ejército libertador decidió incorporar a sus filas a aquel hombre de quien tenía las mejores referencias y de quien Mitre contaba que:

 

“Todo caudal de ciencia lo había adquirido por sí en sus lecturas, o por la observación y la práctica. Así se hizo matemático, físico y químico por intuición; artillero, pirotécnico, carpintero, arquitecto, herrero, dibujante, bordador y médico por la observación y la práctica; entendido en todas las artes manuales y lo que no sabía lo aprendía con sólo aplicar a ello sus extraordinarias facultades mentales”.

 

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El Ejército Libertador en la Cordillera de los Andes

 

La fragua del fraile artillero alcanzaría la celebridad fundiendo y fabricando cañones, morteros, obuses y culebrinas. A tal fin, alcanzó a fundir campanas de las iglesias, utensilios metálicos, rejas y herrajes, recolectados por todo Cuyo, para fabricar las piezas de artillería. Su incansable labor como metalúrgico le ganarían los apodos de «Vulcano con sotana», el «Arquímedes de la Patria» o el «Artesano del cruce». Cuando San Martín le consultó si la artillería iba a estar en condiciones de cruzar los Andes, el cura fundidor le aseguró: «Si los cañones tienen que tener alas, las tendrán»; y así fue. Por su incansable labor fue ascendido a capitán.

 

Pero fray Luis no sólo fabricaba las armas; las usaba con un coraje temerario que fue reconocido por el gobierno de las Provincias Unidas a través de una medalla por su actuación en la memorable batalla de Chacabuco el 12 de febrero de 1817.

 

metalúrgico Beltrán
Fray Luis Beltrán, el vulcano de la Patria

 

Con posterioridad, el fraile participó en la Expedición Libertadora al Perú. En 1822 ascendió a sargento mayor; y en 1823, a teniente coronel graduado; siempre al frente de la maestranza y el parque del ejército. Posteriormente, sirvió a las órdenes de Simón Bolívar, en el Perú. Un día, éste, disconforme con el desempeño del franciscano, lo maltrató injusta y públicamente, llegando hasta a amenazarlo con el fusilamiento.

 

Fray Luis cayó en tal depresión, que intentó vanamente suicidarse, encerrándose en su cuarto, para intoxicarse con un brasero encendido. Fue salvado providencialmente por los dueños de casa. Sin embargo, el cura quedó desquiciado y se volvió paranoico. Vagó durante cinco días, enloquecido, creyendo que Bolívar lo perseguía para matarlo. Los chicos del pueblo de Huanchaco se burlaban de él y le gritaban «cura loco». Una familia se apiadó de él, lo albergó y ayudó a restablecer. Consiguieron embarcarlo para que en Junio de 1825 retornara a Buenos Aires.

 

Volvió a cruzar la cordillera y llegó a Buenos Aires justo a tiempo para incorporarse, con su revalidado título de Teniente Coronel, a las tropas navales que se aprestaban a combatir contra el Brasil y participó en el combate de Ituzaingó.

 

Pero su estado físico y espiritual se complicaban. Debió abandonar la campaña y regresar a Buenos Aires. Sentía que ahora sí venía la muerte por su cuenta y quiso volver a ser sólo un sacerdote. Renunció a las armas y se encerró a hacer penitencia severa por varios días.

 

Luis Beltrán murió fraile y sin un peso a los cuarenta y tres años, el 8 de diciembre de 1827. Su confesor comentó que se había reconciliado con el Ser Supremo. Designó a su amigo, el Gral. Manuel Corbalán como albacea testamentario. Éste y otro camarada, el Gral. Tomás Guido, encabezaron su cortejo fúnebre, que despidió sus restos en el cementerio de la Recoleta.

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: elhistoriador.com.ar / infobae.com

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