Coronavirus: perdió su trabajo, tiene dos hijas y es voluntario de la vacuna: “No puedo ver más gente morir”

Eduardo Romero tiene 43 años, es reportero, y está desempleado desde que empezó la cuarentena, y todos los días lucha para que no falte un plato de comida en su mesa. Su manera de responder a lo que el coronavirus le quitó fue ofrecerse como voluntario para una de las vacunas que se está produciendo en el país.

 

“No dormí nada la noche anterior”, confiesa Eduardo Romero (43), uno de los 4.500 voluntarios que participan del estudio de la vacuna desarrollada en Alemania por BioNTech y que el laboratorio Pfizer lleva adelante la fase 3 de la prueba en la Argentina.

 

Ansioso, Eduardo llegó temprano al Hospital Militar para dar inicio al proceso que también tiene lugar en Estados Unidos y Brasil. “A las 11.01 recibí la vacuna”, dice emocionado.

 

Es reportero, está desempleado desde que empezó la cuarentena obligatoria. Vive en la localidad de Moreno, junto a su pareja y dos hijas, una de dos y otra de seis meses. “Este tiempo está siendo muy difícil sin trabajo me las arreglo como puedo para que le falte un plato de comida en mi casa. Decidí anotarme porque creo que los actos altruistas se hacen a pesar de la condición que uno esté viviendo, no me cuesta nada ayudar. Me conmueve ver como tanta gente muere en el mundo….”, dice orgulloso de su decisión.

 

A las 7.45 de la mañana un auto de la empresa pasó por el domicilio de Eduardo para llevarlo hasta la sede del Hospital Militar Central, en Cañitas. “Dormí muy poco por la ansiedad. Hoy a las 07:00 hs me llamaron para avisarme que el coche pasaba a buscarme por mi casa 07:45 hs. Llegaron bien puntuales y a las 09:05 llegamos al Hospital”, explica Eduardo.

 

Para ofrecerse como voluntario Eduardo entró al sitio del laboratorio, llenó el formulario con todos sus datos y chequeó de cumplir los requisitos: tener entre 18 y 85 años y no padecer ninguna condición de salud. El proceso dura casi dos años, aunque puede abandonar el estudio cuando quiera. No recibe dinero, pero tiene la cobertura médica.

Tuvo que ingresar por la entrada sobre 11 de septiembre, donde le tomaron la temperatura a él y al chofer. “Una vez superado ese primer control, me dieron una tarjeta para identificación para utilizar durante todo el proceso de vacunación. Junto con la tarjeta, me entregaron una bolsita con alcohol en gel, un termómetro digital, una botellita de agua y algunas cositas dulces en caso de que me bajara la presión”, continuó.

 

Sin interacción entre voluntarios

 

Los participantes convocados con turno previo fueron divididos en grupos de 6 personas .”Desde el momento en el que ingresé hasta que me dieron el alta para salir, conté aproximadamente 100 voluntarios, aunque no te dejan tener contacto con esas personas. Es todo muy confidencial”, admitió

 

El consentimiento

 

Hay una entrevista previa con un doctor. “Te llevan al tercer piso del hospital para una entrevista individual con un médico quien te explicar lo que dice el la carpeta de 29 hojas (consentimiento), seguido de una evaluación para ver si se entiende y estás dispuesto a realizar el estudio”.

 

Cumpliendo con el estricto protocolo, una vez adentro le hicieron el hisopado para descartar que diera positivo de COVID-19. “No nos dieron el resultado, de hecho quedará almacenado en los Estados Unidos”, aclara. Luego de extraerle sangre pasaron a la aplicación.

 

La vacuna del COVID es como cualquier otra aplicación. “A las 11:01 me pusieron la vacuna en el brazo izquierdo. No sentí nada, pero tampoco vi la aguja porque me pidieron que mire para otro lado y no girar la cabeza”, reconoce.

 

Se trata de un estudio doble ciego. Eduardo, al igual que los otros voluntarios no sabe si recibió la vacuna o el placebo; en ningún caso se conoce quién recibe la dosis o el agua salina.

 

Una vez aplicada, lo enviaron a su casa. “Ya pasaron cuatro horas y lo único que siento es un poco de molestia en el brazo izquierdo. Tengo que hacer un seguimiento en un formulario online que durante una semana voy a completar si tengo temperatura o dolores”.

 

Si nota alguna alteración, tiene un número a donde recurrir. Los especialistas le recomendaron hacer vida normal. La próxima dosis será en tres semanas, en el mismo lugar.

 

“Uno siente el alivio de decir: ‘Bueno, ya hice mi parte. Ya colaboré con lo que podía’”, cierra.

 

La mole de 60.000 metros cuadrados ubicada en la avenida porteña Luis María Campos al 700, declarado Monumento Histórico Nacional en 2018, es de alta complejidad. En este momento es considerado de investigación con más de 40 estudios clínicos que se llevan a cabo en este lugar. El Comité Institucional de Revisión de Ensayos Clínicos (C.I.R.E.C) que se encarga de regular toda la tarea de investigación.

 

Cómo funciona la vacuna de Pfizer-BioNTech

 

Tal como adelantó Infobae, la vacuna está basada en la tecnología del ARN mensajero, que lleva instrucciones de ADN para que las células del cuerpo humano generen ciertas proteínas protectoras. La misma comenzó sus ensayos en Alemania a fines de abril y en EEUU a principios de mayo. El proyecto de Moderna está basado en la misma tecnología.

 

El primer estudio de Pfizer y BioNTech incluyó a 45 adultos de entre 18 y 55 años, y en él se probaron distintas dosis de la vacuna que, según las empresas, produjeron anticuerpos superiores a los de pacientes que se han recuperado de la COVID-19. En un comunicado, la jefa de investigación y desarrollo de vacunas de Pfizer, Kathrin Jansen, dijo que los datos clínicos son positivos y que los trabajos se están llevando a cabo con la máxima urgencia.

 

La vacuna, según especificaron desde las compañías, fue en general bien tolerada, aunque en algunos casos causó fiebres y dolores locales donde fue inyectada, pero sin que se detectase ninguna reacción grave. Las dos compañías usaron esta información para llevar a cabo una prueba mucho más amplia, con hasta 30.000 participantes, que ya está en marcha en Estados Unidos, Brasil, Argentina, Alemania y distribuidas en 120 locaciones a nivel global.

 

Fuente: Infobae

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