Consciencia colectiva: los árboles

Hace 180 años se pensó e instituyó en el mundo por primera vez un día dedicado a los árboles. Esto, seguramente, habrá despertado interés, asombro dedicación e indiferencia, además de todas las demás facetas sicológicas que es capaz nuestra especie de expresar. Seguramente en ese día se habrán señalado árboles memorables, históricos, bellos o prolíficos. También, sin duda, se habrán elegido algunos y plantado varios, en parques, veredas, canteros centrales, bulevares…patios de escuelas, jardines botánicos…

 

Desde ese día en los espacios públicos urbanos, sobre todo, pero sin olvidar zonas búfer de reservas, bordes de arroyos, áreas desbastadas por vientos o inundaciones se plantan árboles, se toca la tierra, se vierte agua y se tutorea al ejemplar que desde ese día ocupará un nuevo lugar en la tierra…

Dijimos bien, “se tutorea”. Eso quiere decir que se pone un palito, más largo y más fuerte que el árbol mismo al lado de él, al cual se ata para darle sostén, frente a los vientos, lluvias, animales o personas que sin querer puedan moverlo y con ello poner en riesgo su supervivencia esos dos o tres años primeros de vida a cielo abierto.

 

Entonces uno piensa…Y bueno, ya está.

 

– ¿Listo?

 

Y en realidad no, porque creemos que un tutor para un árbol no solo está constituido por un palito o vara, en realidad un tutor para un árbol esta constituido por una parte que se ve y por otra que no se ve.

 

Una parte que va por dentro de los que viven, piensan y diseñan cada paso que define a las ciudades, los parques, las veredas, los patios, las reservas…y cuanto lugar tenga un árbol. Esa parte que va por dentro de las personas que usan su sombra, sus frutos, que se sirven de su oxígeno y calman la vista y la mente con los miles de tonos de verdes, rojos, amarillos. Los mismos que con asombro descubren un nido, una mariposa mimetizada, una crisálida en plena metamorfosis, una familia de murciélagos, una orquídea en flor o una bromelia y su pequeño ecosistema acuático alojando algún anfibio…

 

Todo eso pasa sobre y por los árboles, lo sabemos y si profundizáramos en el componente que no se ve de los tutores, sabríamos muchas cosas más.

 

 

– ¿Como cuáles?

 

Sirven de alimento para nosotros y muchas especies más, de medicina, de vestimenta, de ejes estructurales para casa y navíos, sirven para expresar artísticamente lo que sentimos, sirven para abrigarnos, refrescarnos, protegernos y admirarlos…son más de los que imaginamos, viven todos juntos en la selva o agrupados por especie en los bosques. El efecto de su presencia ayuda a sanarnos, a liberarnos y si, entonces ayudan en nuestra existencia y sin embargo, siendo tanto, son vulnerables, sus mecanismos de defensas se resumen a espinas o exudados, generan su propio alimento con la energía solar, y si quieren algo que está más allá, solo estirando raíces y ramas lo pueden alcanzar…

 

Ese componente que no se ve en los tutores lo llevamos dentro porque venimos juntos compartiendo conocimientos, formas de coexistir, maneras de compartir…hoy, a pocos días del «Día del Árbol», prestar atención a cuánto sabemos de los árboles y cómo vamos a procurar su permanencia una vez que los plantamos, mediante un cuidado continuo y comprometido, hasta que ya pueda continuar sin nosotros puede ser un bello desafío para estos tiempos donde urge la conexión con la naturaleza. Sabiendo entonces que los tutores de los árboles están constituidos por dos partes, una obvia que se ve, la otra, latente dentro nuestro, el conocimiento, tan vivo como los árboles mismos.

 

 

 

(*) Escriben: Mgter. Lic. Anahí Fleck  / Ing. Agr. Jorge Escalante 

@AnahiFleck

 

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