¿Cuál es tu aporte al mundo?

¿Cuál es tu aporte al mundo?. ¿Te preguntaste alguna vez, qué balance arrojarán tus resultados al final de tu vida? Es una reflexión interesante, algunos toman decisiones todo el tiempo en función al imaginario de esta evaluación final. Aunque tal vez pueda resultar más interesante hacer el mismo balance al final de cada día. Pero… ¿Qué medida usaremos?

Pensar éxito o fracaso en conceptos absolutistas, convengamos, no sería ni inteligente ni apropiado. Al final seguramente nos resultaría hasta problemático ponernos de acuerdo en qué es el éxito o el fracaso.

Sin embargo, sin caer en extremos mi propuesta es bastante simple: qué te parece si pensamos en dos bandos, en definitiva así nos educaron y nos resulta más cómodo: el bien o el mal; sumar o restar.

Pensemos en términos de: ¿mi vida suma o resta? Y… depende, me vas a decir, de lo que sea sumar o restar para cada uno. Veamos, sin entrar en muchos detalles ni ponernos finos en el análisis, hablemos de cuestiones básicas, primarias.

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O sea, ¿en serio te vas a quejar tanto?

¿De verdad tener a tus hijos sanos no te resulta un motivo más que suficiente para vivir agradecido esta y mil vidas más? Disculpá que pegue la primera piña tan fuerte pero, posta que no entiendo a la gente que adopta la cultura de la queja a pesar de ser inmensamente privilegiada.

Yo entiendo y valoro mucho a las personas visionarias, ambiciosas, soñadoras; pero no me banco a la gente loca con la mirada en el horizonte que no sabe agradecer y nunca está conforme. No ven crecer a sus hijos, no disfrutan de los regalos de la vida sino que se la pasan mirando sus objetivos lejanos y no disfrutan lo que tienen ahora. Por ende, no saben agradecer.

La cultura de la queja debe encontrarse seguramente entre las principales causas de cáncer, depresión, divorcios y fracasos empresariales. Tal vez pocas personas resulten más tóxicas que esas que todo el tiempo se quejan.

A menudo escucho a estos sujetos, me los encuentro por ahí. Y observo sin comprender. El tipo tiene su empresa en marcha, sus hijos están todos bien y sanos, tiene una buena casa, buen auto, buenas vacaciones, interesantes proyectos, tal vez buenos ahorros o inversiones; sin embargo, dale que dale con la queja.

Si no está enojado con el gobierno nacional, le molesta el gobierno provincial. Si todo está bien con el provincial, le molesta el local; pero está todo mal, para él siempre está todo mal y todo va a ir peor.

Por supuesto que no vivimos en el país de las maravillas, ni nunca nadie vivió ni va a vivir en ese país. Pero, eso no nos puede obnubilar al punto de olvidar que nos encontramos entre las personas más privilegiadas del planeta.

No hay que ser muy genio para ver el mundo en el que vivimos, donde cada año 6 millones de niños mueren de hambre. Nosotros no conocemos el sentimiento de miedo  de que caiga una bomba sobre nuestra casa, o que nos secuestren a un familiar. La mayoría de nosotros no tuvo que estar junto a una cama de hospital cuidando a su hijo con cáncer, como tantos padres sí están enfrentando ahora mismo esa realidad.

La mayoría de nosotros podemos comer todo lo que nos gusta porque estamos sanos, la mayoría tenemos gente que nos quiere y nos cuida. Tenemos luz eléctrica, una heladera con comida, agua potable para beber y caliente para bañarnos. Muchas mudas de ropa. Seguramente uno o dos celulares inteligentes, computadora e internet en casa.

Me siento un poco absurdo citando ejemplos que son solamente algunos de una lista que podría ser infinita, sin embargo, hay personas que a pesar de estar dentro de ese grupo de privilegio que lo tiene todo, viven quejándose. Esa, mi querido lector, es una actitud nefasta para todos y resta, no suma de ninguna forma a nadie.

 

Aportar, la cosa es ¿a dónde?

Tal vez al final del día no sea tan importante saber si creció nuestra cuenta bancaria como saber si hemos sido parte del grupo de los que aportaron un granito de arena  para que el mundo sea un lugar mejor, o del grupo que aportó más porquería, negativismo, mal humor, desánimo.

No se trata de ser extraordinario ni de acabar con el hambre del mundo, sino simplemente de estar del lado de los que suman, de los que aportan cosas lindas, los que suman colores, los que hacen sentir bien a los demás, los que plantan o regalan una flor, los que siembran risas, gratitud, amistad, abrazos, reconocimiento, entusiasmo, esperanza, oportunidad.

Todos los días hay personas que aportan al mundo cosas malas, contaminan, dañan, hieren, ofenden, desaniman, cierran puertas, siembran miedo y queja. Nosotros no podemos estar en ese grupo, debemos separarnos, alejarnos, y aportar lo contrario. Ese sería un balance interesante para cada final de día.

Al finalizar esta jornada, ¿Qué aporte hice para que el mundo esté mejor? Es mi deseo que estemos juntos en el grupo de los que aportan cada día en la dirección de la luz, de la justicia, de la vida, de la esperanza y el trabajo para que todo esté mejor para todos.

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¿Escucharte la historia de Lucas?

A los 22 años inicié mi primer emprendimiento profesional, una revista. En esa experiencia publiqué en una edición la historia de Lucas, y siempre la tuve presente. Te la comparto porque en definitiva, todo este artículo no tiene que ver con mucho más que con la actitud que decidimos tener ante la vida, cada día.

Lucas era el tipo de persona que siempre estaba de buen humor y siempre tenía algo positivo que decir. Cuando alguien le preguntaba cómo le iba, él respondía: “Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo”.

Era un gerente único porque tenía varias meseras que lo habían seguido de restaurante en restaurante. La razón por la que las meseras seguían a Lucas era por su actitud. Él era un motivador natural: Si un empleado tenía un mal día, Lucas estaba ahí para decirle al empleado como ver el lado positivo de la situación.

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Un día, Lucas hizo algo que nunca debe hacerse en un negocio, dejó la puerta de atrás abierta y fue asaltado por 3 ladrones armados. Mientras trataba de abrir la caja fuerte, su mano temblando por el nerviosismo y resbaló de la combinación. Los asaltantes sintieron pánico y le dispararon. Con mucha suerte, Lucas fue encontrado relativamente pronto y llevado de emergencia a una clínica.

Después de horas de cirugía y semanas de terapia intensiva, fue dado de alta aún con fragmentos de bala en su cuerpo.

Cuenta un amigo de Lucas: “Me lo encontré seis meses después del accidente y cuando le pregunté como estaba, me respondió: ´Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo´.

Le pregunté qué pasó por su mente en el momento del asalto. Contestó: ´Lo primero que vino a mi mente fue que debí haber cerrado con llave la puerta de atrás. Cuando estaba tirado en el piso recordé que tenía 2 opciones: Podía elegir vivir o podía elegir morir. Elegí vivir.

¿No sentiste miedo?, le pregunté. ´Los médicos fueron geniales. No dejaban de decirme que iba a estar bien. Pero cuando me llevaron al quirófano y vi las expresiones en las caras de médicos y enfermeras, realmente me asusté… podía leer en sus ojos: Es hombre muerto. Supe entonces que debía tomar acción´.

¿Qué hiciste?- pregunté. ´Bueno… uno de los médicos me preguntó si era alérgico a algo y respirando profundo grite: Sí, a las balas… Mientras reían les dije: Estoy escogiendo vivir… opérenme como si estuviera vivo, no muerto”.

Lucas vivió por la maestría de los médicos pero sobre todo por su asombrosa actitud.

Aprendamos que cada día tenemos la elección de vivir plenamente, y que al final, todo es una cuestión de decidir qué actitud queremos tener.

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Hasta la próxima

 

*Sergio López

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