Lo bueno, lo malo y los interrogantes del Acuerdo con los Acreedores Externos

El especialista en Gestión Pública y economista investigador de la UNaM, reflexiona sobre los aspectos claves del acuerdo, cuáles eran los riesgos que corría el ciudadano común, el financiamiento para las inversiones en el país, el nuevo escenario para la economía del país y la necesidad de dar un segundo paso: definir un Plan Económico Integral y Estratégico de crecimiento de la Argentina.

 

Lo bueno: dimos el primer paso

¿Cuál era el riesgo si no se cerraba un acuerdo con los acreedores internacionales, para el ciudadano común, si es que había alguno?.

El riesgo que corría el ciudadano común o el principal inconveniente que afectaba el día a día de la población si la Argentina entraba en default era la pérdida del crédito privado externo, traducido, que las empresas puedan recurrir a pedir dinero en el exterior para financiar inversiones en el país para sus actividades.

 

En nuestro anterior análisis (Ver “Cómo estamos y hacia dónde vamos”) ya habíamos hablado de que a la Argentina nadie le prestaba plata en el mundo y esto era así. Hasta no llegar a un acuerdo, era así, y habíamos señalado que esa carencia era desde el año 2018, y el que no podía acceder a préstamos era el sector público.

Volvamos entonces a lo que ocurriría con el sector privado y ¿qué tiene que ver esto que señalamos respecto de las grandes empresas con el ciudadano de a pie?. Veamos, hoy día los privados están altamente endeudados  con el exterior, algo así como U$s 17.000 millones de dólares. Esa deuda lógicamente necesitaba ser cubierta con dólares que serían girados al exterior, y al necesitar más dólares y no poder conseguir de afuera, el empresario iría a comprar al dólar contado con liquidación o al dólar MEP o al “blue” y, en este caso, la brecha entre el valor del dólar oficial y todas esas cotizaciones sería cada vez mucho mayor.

 

Está bien, hasta ahí se va entendiendo respecto a la demanda que harían los empresarios en relación a su necesidad de dólares, pero todavía no llegamos a cómo afecta al ciudadano común. Empezamos. Que ocurriría con el comerciante minorista o mayorista de nuestra ciudad, o con el productor de bienes e incluso la prestación de servicio, que vería que la diferencia entre el dólar oficial y las otras cotizaciones son muy amplias por lo que pensando en cuanto debería pagar la mercadería, va a calcular el valor de la reposición de esos productos. Una parte, la calcularía en ese dólar mucho más caro y eso iba a hacer mucho más inflacionario a la hora de reponer lo que tiene en stock por lo que trasladaría parte de ese incremento del dólar haciendo aumentar los precios de los productos y nuevamente al origen de todos los males argentinos,  generación de mayor inflación.

 

Eso sí sabemos a quién más afecta, a aquel que tiene pocos recursos, o al que gana $10.000 y que consume todo y luego cuando vuelve a contar con el mismo importe pretende comprar lo mismo y se da cuenta que ya no le alcanza para lo que compró un mes antes o una semana antes.

 

Y pensemos un ratito, esto, como ya se vio en estos meses que empezaba a ocurrir, cuando decían que no se llegaba a un Acuerdo con los Acreedores, inmediatamente la diferencia entre las distintas cotizaciones se ampliaba. Muchas veces había comentarios que se acercaban las partes, entonces, se estabilizaba todo por unos días.

Ahí nos podíamos dar cuenta que la suba del dólar, queramos o no, impacta en la vida cotidiana, impacta en el bolsillo de todos los ciudadanos más tarde o temprano, pero lo hace.

 

Otro inconveniente que empezó a surgir como consecuencia de lo señalado y además de la cuarentena, es que el comerciante veía escaparse los precios en dólares y algo incrementaba sus precios, pero quizás no todo. Entonces, no volvía a reponer lo que tenía, y empezaba o comenzó a sentirse un desabastecimiento, y esto lo habrán notado al ir a comprar provistas, electrodomésticos o electrónicos, productos para la construcción o cualquier otro producto en general.

 

Como consecuencia de la pandemia, casi todos -y aquí hablamos de comerciantes y ciudadanos consumidores- han vendido stock, en el primer caso, para sobrevivir, para poder superar la falta de movimiento. Vendían lo que tenían, descapitalizándose. Y los mencionados en segundo término también, pues han sacado sus ahorros y los han gastado.

 

Esto es lo que se evitó con el acuerdo cerrado, lo que se detuvo. Este era el riesgo, y esto es lo bueno por lo que debemos estar expectantes de lo que ocurrirá desde ahora hacia adelante. Pero es simplemente pan para hoy  y veremos que ocurre mañana, pues es un simple y pequeño primer paso. Por algunas semanas, quizás meses, la presión sobre el precio del dólar, quizás se relajen.

 

Ahora bien ¿esto significa que el crédito va a venir de golpe, que ahora todos en el país se van a poder recuperar, que van a poder reponer todo el stock vendido o gastado, etcétera?. No.

 

Esto es apenas, y como lo señalamos en nuestra cuenta de twitter, ni bien se supo del acuerdo con los deudores,  es un primer paso. Pero sin este paso no se podría dar el segundo y los siguientes, y esto ya lo señalábamos en una nota presentada por este mismo medio cuando hacíamos el balance 2019 y la proyección 2020 publicado en Visión Misionera.

 

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Lo malo: aún falta un plan económico

Y hablando de pasos, el segundo a dar, una vez resuelto lo que tenemos que pagar en los próximos 5 años, es entender que “nadie se salva solo” como lo señalaba Tomas Bulat,  y menos Argentina.

Nuestro país tiene un profundo déficit fiscal. ¿Y de qué se habla cuando se dice esto?

 

Poniendo en ejemplos muy cercanos, recordarán los más grandecitos cuando el almacenero anotaba de fiado en la libreta las provistas que necesitábamos en nuestras casas, pero alguna vez habrán visto que nuestros padres decían que no podían pagar toda la cuenta y ahí el almacenero los mandaba a llamar y seguro les decía: “Mire, se nota no puede pagar su deuda, por lo que se corta su cuenta, pero lo que  me debes págame en cuotas,¡de ahora en más, no te fio!”.

 

Para hablar en términos técnicos nos quedamos sin cuenta corriente.

 

¿Pero cómo vamos a hacer?. Si una parte vamos a tener que pagar la cuota con el almacenero, me va a faltar esa parte y no me alcanzará para cubrir mis necesidades, voy a necesitar una parte y eso que necesito ¿quién me va a facilitar?.

 

Ese es el segundo paso de la Argentina, muy a pesar de lo que diga nuestro Presidente (Alberto Fernández), en la casa de cualquier persona se necesita un plan, una hoja de ruta. Pensar en lo que la familia va a hacer, o quiere hacer ahora y a futuro. En un país, contar con estas herramientas será muchísimo más importante. No se puede avanzar sin contar con un Plan Económico integral y estratégico de crecimiento, que tenga dimensiones temporales a corto, mediano y largo plazo.

 

Y cuando hablamos de largo plazo, es eso, a 50 o 100 años. Y planteos de diferentes escenarios con múltiples alternativas de solución. Algo que nosotros, por nuestra idiosincrasia no estamos acostumbrados a hacerlo.

 

Y este instrumento, es importante que lo hagamos nosotros, porque como no vamos a poder vivir con lo nuestro, vamos a tener que recurrir a alguien, que nos facilite algo de dinero, y este no será otro que el Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero este organismo es como ese “suegro” que vio la forma que se malgastaba en tu casa y como abusabas del fiado, comiendo asado todos los viernes con los amigos, yendo al casino una vez al mes y haciendo salidas en familia.

 

Un día ese suegro decide prestarte dinero, porque estas en problemas, pero te dice: “Mirá, yo te presto pero afloja con los gastos que no te llevan a ninguna parte”.

 

Es justo lo que va a suceder con el FMI. Y además, si nosotros no tenemos una estrategia, un plan, un programa que seguir para salir de esta situación, el organismo que nos facilita los recursos nos va a dar su receta de qué y cómo debemos hacerlo, siguiendo nuestro ejemplo, nos va a decir cuántas veces al año vamos a poder comer asado o cuando y como podemos tomarnos una cervecita.

 

Lógicamente este es un ejemplo de la vida cotidiana pero que trata de identificar la importancia de un plan o estrategia de cómo salir por un lado y la importancia del destino que le damos a los recursos, por otro lado.

 

Los interrogantes

¿Fue bueno el acuerdo, fue malo el acuerdo? Y esto seguramente tiene tantas respuestas y matices en función a un sinfín de variables, tales como la forma de actuar ante un compromiso, en función al destino dado al voto e incluso a variables como la edad.

 

Muchos dicen que el gobierno en un principio no estaba dispuesto a pagar más de U$S 40 (cuarenta dólares) por cada U$s 100 (cien dólares) de deuda, y también se sabe que los acreedores dijeron que no cerrarían un acuerdo por menos de U$s 56 (cincuenta y seis dólares) por cada U$s 100 (cien dólares) de deuda. El acuerdo se terminó cerrando en un promedio de U$s 54 (cincuenta y cuatro) dólares por cada U$s 100 (cien dólares) de deuda.

 

Viendo estos números podríamos suponer que terminaron mejor parados los acreedores porque consiguieron un número más próximo a sus pretensiones y para el gobierno podríamos suponer que no fue tan beneficioso porque el monto del acuerdo estuvo más lejos de sus pretensiones.

 

Pero lo que no debemos olvidar y entender, es que independientemente de quién y por qué haya tomado la deuda, se la adquirió, en un gobierno democrático con todas sus instituciones funcionado y por consecuencia de esto, la deuda es de la Argentina y debe ser pagada. Si el gobierno cerraba la negociación acordando el pago del 100 % de los montos adeudados y solo conseguía flexibilizar los tiempos de desembolso, igual sería un excelente acuerdo, porque  antes que nada y como dicen los que saben, las deudas deben honrarse.

 

Tenemos a pesar de todo lo que estamos viviendo con esto de la pandemia, y a partir del acuerdo por la deuda, una segunda oportunidad, creo todos entendemos debemos hacer un cambio de paradigma en términos personales e institucionales.

 

El plan, o programa o lista de medidas que se vayan a tomar, debe poner en valor a la sociedad toda y en ella; todos y cada uno de sus actores son importantes. Pero el que tiene mayor proporción de responsabilidad es el gobierno, quien es el que debe generar herramientas para el crecimiento de la economía y la mejor distribución de los ingresos, y de eso seguiremos charlando luego.

 

 

 

(*) Contador Público. Magister en Gestión Pública.  Doctorando en Administración (Tesis en curso). Docente Investigador de la Universidad Nacional de Misiones (FCE – UNaM)

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