Conocé a un dormilón del camino, el Atajacaminos chico

Misiones y sus fronteras nos regalan una nomenclatura muy colorida a la hora de nombrar a muchas de sus aves. Recorriendo los caminos de la tierra colorada y encontrándonos con algún lugareño o paisano, se pueden aprender distintas maneras de nombrarlas. De este modo, a los Atajacaminos o “dormilones”, los referencian como  dorminhocos, dormilones, tres cuatro cuero, ate’í,  yvyja’ues o kuchui guyguy.

 

 

A través de una alianza con Aves Argentinas, la centenaria organización ambientalista que impulsa su Programa Bosque Atlántico, compartimos en forma semanal algunos de los secretos sobre la biodiversidad de las especies de aves del país, y de nuestra Maravilla Natural Argentina, la Selva Misionera. Exclusivo de Misiones Online.

 

En esta oportunidad, te contamos de los Atajacaminos o “dormilones” son aves nocturnas, de mediano tamaño y muy particulares. Tienen la cabeza grande con un pico pequeño de amplias comisuras rictales, y una boca enorme.  Otra notable característica es la presencia de largas y rígidas vibrisas o “cerdas”, que son plumas del contorno modificadas y desprovistas de barbas, que estando insertas en una musculatura especializada, tienen gran movilidad, y cumplirían funciones táctiles y ampliarían aún más la apertura de la boca, a modo de embudo para capturar sus presas.

 

Foto: Marcelo Javier Wioneczak

 

Los ojos también grandes y situados bien en lateral, están dotados de un tapetum lucidum, que aumenta notablemente la captación de luz por las noches y que reflejan en rojo cuando son iluminados. Sus patas son diminutas, las uñas son pectinada o sea con forma de peine, adaptadas para alisar el plumaje, que es mimético y muy similar en la mayoría de las especies, lo que dificulta su reconocimiento.

 

Predominan los grises, pardos, rojizos, con algunas marcas contrastantes, que suelen ser blancas.  Las vocalizaciones, son muy variadas y notables, y adquieren entonces importancia para determinar las distintas especies.

Su actividad comienza al crepúsculo, y se prolonga durante toda la noche, hasta el alba. Vuelan en forma muy silenciosa y de día descansan ocultos entre la vegetación, mayormente en el suelo, donde se posan apoyando el abdomen en la tierra.

Algunas especies se asientan en ramas bajas.  Se alimentan exclusivamente de insectos, que captura en vuelo, y en algunos casos utilizan las fuentes de iluminación para facilitar la captura, como cuando habitan cerca de los poblados.

Hoy queremos presentarles al Atajacaminos Chico (Setopagis parvula), centinela habitual de los caminos vecinales, y que suele salir volando delante de los vehículos o transeúntes  ante su cercanía inminente. Esta frecuencia de situarse en caminos y banquinas, hace que en ocasiones sufran atropellamientos cuando se ven encandilados.

Se lo puede oír y observar en primavera y verano en el norte y centro de nuestro país, donde se reproduce, ya que luego migra hacia el norte de su distribución.

Habita ambientes abiertos, como las orillas de bosques y selvas, y sabanas, pudiendo aparecer también en forestaciones con exóticas (eucaliptales), y no es raro en áreas rurales como charcas, pequeños poblados e incluso en ciudades.

 

Mide unos 18 cm de longitud y pesa entre 35 y 45 gramos. Los sexos presentan algo de dimorfismo sexual en el plumaje.

 

El macho posee la cabeza con puntos grises y una franja central negra desde la frente a la nuca, con un semicollar nucal canela punteado de gris y negro, y un notable triángulo gular blanco.

El resto de las partes dorsales y  ventrales son pardo grisáceas punteadas de blanquecino; pero con el abdomen ocráceo barrado de pardo con tono castaño. Las remeras primarias son pardo-negruzcas con una banda blanca en la parte media, y las escapulares negras con margen ocráceo.

 

La cola es parda grisácea, con bandas canela y con el extremo de las plumas blancas, excepto en el par de timoneras centrales.  La hembra, carece de las marcas blancas presentes en garganta, alas y cola del macho, y en su reemplazo presenta un color canela en dichas áreas.

Como todos los miembros de la familia,  no construye nido, y los huevos son depositados directamente en el suelo, a menudo al reparo de alguna rama o debajo de la vegetación baja, anidando entre octubre y enero. La postura es de  dos huevos de color ocre o cremosos muy manchados de gris, violáceo y pardo, en casi toda la superficie y que lo mimetizan con el entorno donde se encuentran.

 

Foto: Alejandro Di Giacomo

Ambos miembros de la pareja incuban durante unos 17 o 18 días. Los pichones nacen cubiertos por un denso plumón también muy mimético, y son alimentados por ambos padres. A los pocos días de nacer pueden movilizarse y cambiar de lugar casi a diario.  Si uno de los adultos es sorprendido en el nido, realiza notables maniobras de distracción y trata de alejar al intruso, arrastrando las alas y meneando el cuerpo, como si estuviese imposibilitado de volar o herido.

 

Compartimos un poco del conocimiento Mbiá Guaraní de las aves, tomado del trabajo de Marilyn Cebolla Badie. Según las creencias de los paisanos Guaraníes no se debe comer la carne de esta ave y no deben tocarse.

 

Al no hacer  un nido, y poner los huevos en el suelo,  las mujeres jóvenes que van a embarazarse o que ya están embarazadas no deben tocar el ave ni los huevos porque si no, no podrán preparar su parto, y el bebé nacerá en cualquier momento y lugar. Esas aves, aunque te ven, no vuelan, solo cuando estás muy cerca, por eso los chicos no la tienen que tocar, ni a sus huevos, porque se acostumbran mal si no, y se hacen haraganes.

 

Cuenta una leyenda Guaraní, que antes, cuando eran humanos, Yvyja’u y Pykui estaban casados con dos hermanas. Un día la suegra les dijo: mañana tienen que plantar maíz y sandía, entonces, se fueron juntos a trabajar a la chacra. Yvyja’u estaba acostado nomás, mientras Pykui trabajaba. Al atardecer volvieron, Yvyja’u estaba todo negro queriendo hacer ver que había trabajado mucho y Pykui estaba limpio porque se había lavado en el arroyo. Ybyja’u siempre mentía y la suegra le creía, al final lo echó a Pykui. Yvyja’u no trabajaba, lo único que hacía era dormir en el rozado. De ahí el nombre de este dormilón.

 

Foto: Marcelo Javier Wioneczak

Algunos  Atajacaminos se encuentran amenazados al habitar ambientes vulnerables o que están siendo rápidamente afectados por transformaciones drásticas y cambio de uso de suelo.

En algunas ocasiones, pueden llegar a sufrir cierta persecución supersticiosa, por ser considerados de mal agüero. Pero no hay dudas, que debemos aprender a convivir con estas aves, dejando de lado las creencias de antaño, desmitificándolas y aprendiendo a valoran y cuidar su hábitat y la biodiversidad que nos rodea.

 

 

 

Por Marcelo Javier Wioneczak, con la colaboración de Alejandro Di Giacomo / Aves Argentinas

 

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