Especial de Misiones Online (Cap.VI): El papel de Manuel Belgrano en la cuestión de límites entre Misiones y Paraguay

La historia de la campaña de Manuel Belgrano al Paraguay es bastante conocida en cuanto a su desenlace: el ejército revolucionario fue derrotado en las batallas de Paraguarí y Tacuarí y debió abandonar el territorio paraguayo. Lo que se conoce menos son las consecuencias políticas y limítrofes que dejó la expedición por estos lares. En este artículo veremos cómo durante todo el año 1811 la figura de Belgrano se mantuvo latente en la región, hasta protagonizar la firma de un tratado entre Buenos Aires y Asunción, en cuyo articulado se tomaron decisiones sobre el actual territorio misionero y que serían motivo de conflicto hasta la década de 1860.

 

La derrota y la victoria

Como vimos en las notas anteriores, Belgrano se percató de inmediato que la campaña no sería tan sencilla como la habían proyectado las “cabezas acaloradas” en la capital. A las dificultades logísticas de todo tipo que tuvo que sortear durante su marcha, se agregó el rechazo manifiesto de la población paraguaya ante su presencia. “Marchaba por un país del todo enemigo”, se lamentará el prócer en su “Autobiografía”. Es que nada podía herir más los seculares sentimientos autonomistas del Paraguay que la invasión de un ejército porteño, por más buenas intenciones que su general tuviera. Sin apoyos locales y rodeado de tropas paraguayas, Belgrano fue derrotado y obligado a retirarse. La derrota militar fue incontrastable, pero aún quedaba la política y en ese rubro era más habilidoso que en las lides bélicas.

 

La historiografía argentina suele concluir que la influencia de Belgrano entre los sectores más liberales y propensos a la revolución en el Paraguay, fue clave para que este país decidiera avanzar en su independencia. Algo así como que la independencia paraguaya fue obra del propio Belgrano, como si el Paraguay necesitara del tutelaje de un foráneo para decidir qué hacer con su destino. La realidad es que Belgrano mantuvo un diálogo intenso y profundo en términos políticos con varios de los jefes locales, en especial con Manuel Cabañas, con quien mantuvo un interesante intercambio epistolar.

 

Incluso el 13 de marzo, desde Candelaria, Belgrano le informó el envío solidario de “aceite y aquilón gomado para la curación de los heridos”. La humanidad del futuro creador de la bandera emergía una vez más, hasta en momentos de derrota y repliegue.

 

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Al día siguiente, Cabañas le respondió que “yo quedo fijo en que su proceder será mirado siempre a la posteridad de manera que nuestros trabajos sean el último sacrificio que contraiga la paz y quietud presente y venidera”. Ahora bien, de ahí a decir que la independencia del Paraguay fue obra de Belgrano es desconocer la historia regional y, en especial, la trayectoria autonómica de la elite y el pueblo paraguayo.

 

Derrotado en el campo de batalla, Belgrano triunfaba en el plano de la política al lograr el objetivo de mínima de su campaña: que el Paraguay no se encolumnara en el bando contrarrevolucionario y le hiciera la guerra a la Primera Junta (Junta Grande, por entonces), tal como ocurría con los realistas de Montevideo. Ajenos a lo que dispusiera Buenos Aires, el Paraguay proclamó su independencia entre el 14 y el 15 de mayo de 1811. En un mismo acto, rompía la dependencia con España y con la antigua capital virreinal.

Belgrano, el diplomático

Ante el hecho consumado de la independencia, tanto desde Asunción como desde Buenos Aires surgió la necesidad de avanzar en un acuerdo de paz y comercio. Claro que, ahora, el trato sería de Estado a Estado. La Junta Grande designó a Belgrano y a Vicente Echevarría como diplomáticos ante la Junta Gubernativa del nuevo país. Luego de una detención en Corrientes, los embajadores arribaron a la capital paraguaya el 4 de octubre de 1811, en donde los recibió Gaspar Rodríguez de Francia, que ya se había constituido en el hombre fuerte del gobierno local.

Vicente Echevarría, compañero de Belgrano en la misión al Paraguay. Fotografía tomada poco antes de su muerte, en 1857.

El 12 de octubre, Belgrano y Echevarría, en nombre de la “excelentísima Junta establecida en Buenos Aires y asociada de diputados del Río de la Plata”, y Fulgencio Yegros, Francia y Pedro Juan Caballero en su condición de “presidente y vocales de la Junta de esta ciudad de la Asunción” firmaron lo que bien puede considerarse como el primer acuerdo diplomático de nuestra historia. Según la voluminosa “Historia general de las Relaciones Exteriores en la Argentina”, este acuerdo fue más un armisticio que una real convención de paz y comercio entre países. Los detalles del mismo exceden el motivo de esta nota, salvo por el artículo 4°, cuyas disposiciones, un tanto ambiguas, serán la base de un largo conflicto limítrofe entre Misiones y Paraguay.

José Gaspar Rodríguez de Francia, vocal de la Junta gubernativa del Paraguay al momento de la firma del tratado con Buenos Aires.

 

“A fin de precaver cuanto sea posible toda desavenencia entre los moradores de una y otra provincia”, las partes acordaban una serie de disposiciones, entre las que se asentaba que el gobierno paraguayo debía encargarse de “custodiar el departamento Candelaria”.

Como se observa en el mapa adjunto (Mapa de los departamentos de Misiones), dicho departamento abarcaba ambas márgenes del Paraná, río que lo atravesada por la mitad. En la práctica, el Paraguay había ejercido la soberanía sobre la margen derecha y Misiones lo había hecho sobre la oriental.

 

Mapa de los departamentos de Misiones, con el de Candelaria atravesado por el río Paraná y el resaltado sobre la porción que quedó en “custodia” del Paraguay, en Maeder y Gutiérrez, Atlas histórico del nordeste argentino, 1995.

 

Según el artículo 4° del tratado, Asunción quedaba en control de todo el territorio, bajo la imprecisa forma de “custodia”. ¿Qué implicaba la “custodia”? ¿Qué alcance jurídico tenía aquel concepto? ¿Su utilización fue un recurso de Belgrano para limitar las pretensiones territoriales del Paraguay o se trató de una maniobra de los paraguayos para asentar derechos soberanos sobre aquel territorio?

La realidad es que no lo sabemos a ciencia cierta. Lo concreto es que dicho artículo legitimó la presencia paraguaya al oriente del Paraná y será motivo de una disputa histórica entre nuestra provincia y el hermano país. De esta forma, Belgrano volvía a cruzarse en la historia de Misiones y, una vez más, el vínculo entre ambos no sería el ideal.

Las consecuencias del convenio de octubre de 1811 perduraron en el tiempo y ocasionaron guerras y disputas (Ver “El límite del Paraná”). Al igual que en otros pasajes de su relación con nuestra provincia, las buenas intenciones de Belgrano chocaban con la realidad de una región a la que la elite liberal porteña nunca pudo entender ni sumar al proyecto revolucionario de Mayo.

 

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Bibliografía:
El tratado entre Asunción y Buenos Aires, en Museo Mitre, Documentos del Archivo de Belgrano, Tomo III, pags. 414-416.
Las cartas entre Belgrano y Cabañas, en Biblioteca de Mayo, Tomo XIV, pags. 12.531 a 12.547.
Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina, Andrés Cisneros y Carlos Escudé, disponible en http://www.argentina-rree.com/historia.htm.

 

 

 

Por Pablo Camogli 

Foto de portada: Retrato en miniatura de Manuel Belgrano, obra de Joseph Alexandre Boichard. Óleo sobre marfil de 63mm de diámetro, en Museo Histórico Nacional

 

(*) Camogli es licenciado en historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo y magister en cultura guaraní-jesuita por la Facultad de Arte y Diseño de Oberá. Además, es autor de 8 libros sobre historia argentina para las editoriales Aguilar y Planeta y es autor de manuales escolares para editorial Kapelusz. Actualmente dirige el sitio www.misionestienehistoria.com.ar

 

 

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