Carta del obispo de Posadas Juan Rubén Martínez: «Consecuencias sociales de la Fe Trinitaria»

En este domingo celebramos a la Santísima Trinidad. Si hay algo esencial de nuestra fe como cristianos es creer que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creemos en la Trinidad por la revelación que Jesucristo, el Señor, realizó y que leemos en los textos de la Palabra de Dios. El texto bíblico de este domingo (Jn 3, 16-18) nos ayuda a ahondar en el misterio Trinitario revelado por Jesucristo, el Señor: «Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna».

 

Es importante que comprendamos la significación que tiene para nuestra vida esta verdad que confesamos los cristianos. Dicha confesión trinitaria tiene consecuencias en nuestra espiritualidad, en la evangelización y hasta en la manera de vivir y concebir el mundo. El decir que la comunión de la Trinidad es fundamento de nuestra convivencia social parece una expresión sin sentido y sin embargo, está en la base de nuestro estilo de vida que debe propiciar la cultura del encuentro.

 

Este no es un tema menor y requiere de nuestra reflexión y evaluación en distintos niveles. En el país, en nuestra provincia, en la ciudad, en la comunidad y a nivel personal, debemos revisar cuál es el aporte que realizamos como cristianos a la sociedad y la cultura.

 

«El existir con otros y el vivir juntos, no es el fruto de una desgracia a la que haya que resignarse, ni un hecho accidental que se deba soportar, ni siquiera se trata de una mera estrategia para poder sobrevivir. Toda la vida en sociedad tiene para las personas un fundamento más hondo: Dios mismo. La Santísima Trinidad es fuente, modelo y fin de toda forma de comunión humana. A partir de la comunión trinitaria hemos de recrear los vínculos de toda comunidad: a nivel familiar, vecinal, provincial, nacional e internacional. En el diálogo y en el intercambio libre de dones, animados por el amor, se construye el “nosotros” de la comunión solidaria» (NMA 65).

 

En este tiempo de pandemia podemos reflexionar especialmente sobre nuestros vínculos. La cuarentena, el confinamiento, nos empujan a un tipo de vida que lleva al distanciamiento preventivo y que nos obliga a conformarnos con las comunicaciones telemáticas. Pero esta situación puede llevarnos a acentuar formas que nos distancian del encuentro y del compartir habitual y a acentuar cierto individualismo que no nos hace bien. Pero también debemos señalar que, en medio de este tiempo raro, los gestos solidarios se han multiplicado. Mucha gente sirve con generosidad a los hermanos. Deseamos que, cuando salgamos de esta pandemia, algunos valores importantes como la vida, la responsabilidad social y la solidaridad, se fortalezcan. Tenemos la esperanza de que el día después de la pandemia hayamos podido madurar algunos temas que hacen al bien común y nos involucran a todos, y no soportan grietas oscuras y cargadas de intereses parciales.

 

Desde distintas propuestas de formación, en perspectiva del discipulado cristiano en la pastoral en general buscamos comprender y comprometernos con una valoración de la dignidad del hombre y la vida. En nuestra Diócesis vamos realizando una pastoral que nos permita tener una valoración de la vida en todos sus aspectos: la vida por nacer desde su concepción; los derechos del niño, su nutrición y educación, señalando la gravedad del flagelo del alcoholismo y la droga que va sumergiendo en la oscuridad el futuro de tantísimos jóvenes; la necesidad de una vida digna para las familias, los adultos y ancianos. Esto será un aporte fundamental para una comprensión más integral de los derechos humanos. También podemos señalar que el trabajo evangelizador en favor de la vida, tiene necesarias consecuencias sociales que recrean nuevos y mejores vínculos de comunión social.

 

Es cierto que a muchos esto puede parecerles idealista, y ni hablar de considerar la convivencia desde la dimensión trinitaria, aun cuando casi todos los actores sociales se denominen cristianos. En realidad es importante advertir que lo utópico es creer que podremos mejorar y progresar fundamentados solamente en aspectos pragmáticos y eficientistas que omitan algunos valores y la cuestión ética.

 

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.

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