Durante la cuarentena aumentaron las denuncias por engaños pederastas en Argentina

Los especialistas afirman que el aislamiento se convirtió en una “tormenta perfecta” para el acoso de menores en las redes, conocido también como grooming. En Buenos Aires el incremento de denuncias fue de un 30%. 


El país continúa en cuarentena y, en tiempos de aislamiento social, preventivo y obligatorio, la conectividad se impuso como un bien necesario. Imprescindible, ya sea para estudiar, incursionar en el teletrabajo o contactarse con familiares o amigos. 

 

Desde casa, los usuarios se volcaron como nunca antes a las redes. Fue la forma de interactuar con el mundo exterior. Sin embargo, promovió también el escenario ideal para aquellos adultos que ejercen el acoso sexual a menores en Internet, los “groomers”, los causantes del “grooming”, el delito que creció en Argentina.

 

Cuando el gobierno nacional planteó la cuarentena, marcó un distanciamiento social físico, pero no tuvo en cuenta el plano digital. Se generó un fenómeno de hiperconectividad que convierte a los niños, niñas y adolescentes en personas hipervulnerables, una tormenta perfecta que provocó el aumento de casos”, describió Hernán Navarro, fundador y director de la organización referente en la temática, Grooming Argentina

 

El grooming es el engaño intencional de un adulto hacia un menor utilizando principalmente las redes sociales. Son las más comunes, las más populares entre los jóvenes, como Instagram o el servicio de mensajería WhatsApp. Los “groomers” suelen crear perfiles falsos, y con la información que obtienen acosan o extorsionan.

 

Según los datos suministrados por Grooming Argentina, las consultas de padres se triplicaron en los últimos meses y el fenómeno es de alcance mundial: la Guardia Civil de España detectó un crecimiento del 500% respecto a años anteriores en cuanto a la viralización de contenidos relacionados con el abuso infantil. Se trata de una problemática que no conoce de fronteras y, en territorio nacional, se expandió de forma imperceptible, en sintonía con la pandemia del coronavirus.

 

Las horas de uso de los dispositivos se extendieron, invadieron las horas de sueño, y la falta de control de los padres se potenció. “El adulto tiene una falsa percepción de la seguridad, concibe que permanece en el mismo espacio físico con su hijo, con su hija y que de cierta forma está resguardado. Pero en realidad sus hijos están con su celular, van a su habitación, y cuando cierran la puerta tienen la posibilidad de entrar a un boliche desde su teléfono”, enfatizó Navarro.

 

De esta manera, los menores aumentaron las posibilidades de ser víctimas del delito que conlleva una pena de 6 meses a 4 años de prisión y se incorporó al Código Penal en 2013, con la norma 26.904. En Argentina, cada 13 de noviembre se conmemora el Día Nacional de la Lucha contra el Grooming. Según uno de los últimos informes de la organización anteriormente citada, el 70% de los padres o adultos responsables del país desconocen esta problemática. Una situación delicada cuando el enemigo no entra por la puerta de casa, sino por wifi.

 

Juana -un nombre ficticio empleado en esta nota para preservar su identidad- es madre de una víctima reciente. Aún conmovida expresó a Infobae: “Uno cree que están en casa, que están cuidados, que no está el peligro de estar en la calle, uno piensa que estando cerca no va a pasar nada; y puede pasar muchísimo”.

 

La verdad que antes de que me suceda, no lo pensaba en realidad. Yo pensaba que el peligro estaba en que se encuentre con alguien en la calle. Jamás me imaginé que podían pedirle fotos o videos, no estaba en mi mente. Sentís que no podés hacer nada, que escapa a vos, a que los cuides. No podés mirarles el celular las 24 horas. Genera mucha bronca no haber podido advertir la situación”.

 

Quienes ejercen este tipo de delito se dirigen a menores vulnerables, con los que buscan empatizar, generar confianza. También prometen cosas a cambio, fingiendo ser otras personas o empresas. “El consejo que doy es que denuncien, que no quede ahí, porque sino ellos siguen atacando y siguen haciendo vulnerables a cada vez más chicos. Al menos hay que intentarlo. Yo no me voy a dar con los brazos cruzados. Voy a seguir. Ella ya lo sufrió y no puedo volver el tiempo atrás. Pero si puedo ayudar a que otras nenas no sufran esto”, concluyó Juana.

 

La alerta sobre el sexting

 

El término “sexting”, un anglicismo que proviene de las palabras sex (sexo) y texting (texto), comenzó a ser más recurrente en los últimos meses. Semanas atrás, el Ministerio de Salud de la Nación recomendó implementar el sexo virtual como una manera de, en pleno combate contra la pandemia del COVID-19, la ruptura del aislamiento obligatorio.

 

Sin embargo, argumentan los expertos, las condiciones de la seguridad informática argentina y mundial aún no estarían preparadas para garantizar que una práctica de esta índole no pueda desembocar en la filtración o viralización de imágenes o videos.

 

Nos preocupó que el Ministerio de Salud salga a dar estas recomendaciones en un momento muy crítico respecto a la conectividad. Principalmente teniendo en cuenta que un estudio que duró un año, con más de 2.500 encuestados de todo el país, nos arrojó que 4 de cada 10 adolescente de entre 14 y 17 años practica el sexting”, detalló Navarro.

 

Lo hacen sin medir las consecuencias, como un juego. El sexting no es ni privado ni seguro, porque el medio, que es el tecnológico, no garantiza que las imágenes no lleguen a las manos equivocadas. Una vez que se envía una foto o un video, deja de formar parte del dominio personal y pasa a formar parte del ecosistema de internet”, afirmó el fundador de Grooming Argentina.

 

¿Qué hacer ante un posible caso de grooming?

 

Según las fuentes consultadas, las acciones recomendadas son las siguientes:

 

No borrar ninguna conversación ni contenido del dispositivo en el que haya elementos de prueba. Hay que conservar los elementos probatorios.

 

Realizar capturas de pantalla que evidencien el accionar del “groomer” y alojarlas en otro dispositivo.

 

No bloquear, escrachar ni denunciar al “groomer” en las redes sociales. Eso sólo pone en alerta al perfil agresor, que puede descartarlo y crear otro para seguir cometiendo el delito. Si se lo bloquea, pueden perderse las conversaciones.

 

No hacerse pasar por los hijos. “Cuando el celular cambia de mano, la persona se da cuenta” y, desde el punto de vista judicial, se estaría truncando el proceso. Los planteos de la defensa hablan de que hay una persona adulta dialogando con otra persona adulta.


Fuente: Infobae

A.B.V.

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