Héroes cotidianos: una docente rural de Montecarlo se traslada diariamente a 2 km de su casa para conseguir conectividad y acercar las tareas a sus alumnos

Ante la falta de internet y señal insuficiente de telefonía móvil en la Colonia Itacuruzú donde reside, la profesora Graciela Gebhardt busca soluciones para lograr que durante la cuarentena por coronavirus sus alumnos de la BOP N°30 y BOP N°43 (Colonia Guaraypo) sigan “conectados” con su escuela y no abandonen el aprendizaje de sus materias. Con su propio vehículo se traslada hasta un “sitio estratégico”, lindante al cementerio del pueblo, para comunicarse y enviar las tareas. Tiene 31 años de carrera docente y cuando estaba a punto de jubilarse este año, las circunstancias la enfrentaron a un nuevo desafío en la manera de educar. Asevera que la docencia es su pasión, todo lo que hace lo disfruta. “Nunca pensé que terminaría mi carrera docente aprendiendo tantas herramientas nuevas para enseñar e interactuar con mis alumnos”, expresó.

 

Una docente abocada a la educación en zona rural que da lecciones de vida todos los días con su ejemplo. Para Graciela Gebhardt (53) es una anécdota el tener que trasladarse hasta 2 kilómetros de su casa, hasta un lugar lindante al cementerio del pueblo, para conseguir “buena señal” en su teléfono móvil y comunicarse con sus alumnos que viven en zonas rurales de Montecarlo. Esta es la forma efectiva que encontró para lograr acercar las tareas y contenidos relacionados a la educación a distancia por medio del celular.

 

Sin dudas esta será una de las historias que movilizarán a quienes pasaron por las clases de la docente  y la conocieron en algún momento de sus 31 años de carrera al servicio de la educación pública en Misiones. Es profesora del Bachillerato Orientado Provincial N°30 de Colonia Itacuruzú y en Bachillerato Orientado Provincial N°43 de Colonia Guaraypo, ambas escuelas de la localidad de Montecarlo, Misiones.

 

Hoy, la profesora admite que se enfrentó a un gran desafío laboral con la educación a distancia impuesta ante la emergencia sanitaria por la pandemia de COVID-19, pero de la experiencia todo lo que rescata es positivo: “Nunca pensé que terminaría mi carrera docente aprendiendo tantas herramientas nuevas para enseñar e interactuar con mis alumnos”, dice.

 

Las circunstancias respecto a la falta de conectividad e internet que viven tanto docentes como alumnos de escuelas en zonas rurales de distintos puntos de la provincia se repite. Y a esta limitante, se suman otras dificultades como las distancias o la falta de recursos tecnológicos o económicos de los alumnos, que de alguna manera afectan la dinámica de un dictado de clases “virtual”. Se hace lo que se puede, y se esfuerzan los docentes en encontrar estrategias que permitan continuar con el aprendizaje hasta volver al aula.

 

 

Graciela es profesora de cinco materias en la BOP, tiene a su cargo cursos desde 2do a 5to año, y con alumnos que rondan en promedio entre los 13 a 20 años. Ella trabaja en las dos escuelas públicas mencionadas de Montecarlo y compartió con Misiones Online sobre cómo fue su experiencia en las que en forma cotidiana se las ingenia para llevar adelante su tarea docente, trabajando con contactos individuales por celular.

 

La “oficina escolar” organizada desde la casa le permite preparar los contenidos de las materias de Biología, Física, Química, Química Aplicada e Historia de la Transformación. Una vez confeccionada las actividades, realiza las fotos de las consignas o de los libros que corresponda, y se traslada hasta el sitio “estratégico” donde logra buena señal del celular para trabajar.

 

Este lugar se encuentra a 2 kilómetros de su vivienda, en la zona donde se encuentra el cementerio del pueblo, pero para Graciela esto es solo una anécdota. Su energía está puesta en las cosas que importan, y eso es lograr el objetivo de tener buena conectividad en el celular para acercar a sus alumnos las tareas.

 

 

La profesora trabaja por la tarde para la BOP N°30, que se encuentra a 1.300 metros de la rotonda de Montecarlo y a 6 kilómetros de su casa. Tiene a su cargo la clase de Biología en 2do año, con 17 alumnos en la materia; en Química en 4to año tiene 13 alumnos; y en Química Aplicada de 5to año tiene otros 4 alumnos. “La mayoría de los alumnos que asisten viven en la zona rural del municipio. Algunos viven a 15 km de distancia de la escuela o más. En ese universo, coordino las actividades de 34 alumnos en total”, precisó.

 

En paralelo, en la BOP N°43 de Colonia Guaraypo, ubicada a 14 km del centro de Montecarlo y 14 km de su domicilio. En esta escuela rural dicta la clase de Física en 3er año, con 10 alumnos este año; la materia de Historia de las Transformaciones para 5to año, con 11 alumnos. Todos viven también alejados de la escuela. En total, tiene otro grupo de 21 alumnos en esta escuela rural.

 

En forma cotidiana, en estas tres décadas de docencia, siempre transitó las zonas rurales y terradas para llegar a las escuelas, pero ante la pandemia y suspensión de las clases, debieron adaptarse rápidamente a una nueva modalidad de trabajo desde sus casas y con la educación a distancia.

 

Imágenes de Colonia Itacuruzú.

 

Para Graciela, este año todo fue un nuevo desafío y lo encaró con interés y entusiasmo, incluso con las limitaciones y adversidades que se encontraron en el proceso, que en conjunto con sus alumnos y alumnas, fueron resolviendo. Siempre motivada por el  amor que reconoce tiene por la docencia en zona rural. Se la escucha entusiasmada, con energía para todo lo que debe organizar y que le permita seguir adelante con el objetivo: contener a sus alumnos “hasta que todo pase”.

 

Entiende que no hay muchas posibilidades de darles tareas prácticas, que impliquen experiencias o compras de materiales en sus casas, ya que por un lado nunca tuvieron cercanía para manejar elementos determinados de Física, Química o Biología, por lo que intenta en estas semanas adelantar con el contenido teórico hasta volver a las aulas y avanzar con los trabajos prácticos.  “No sabemos qué va a pasa en los próximos meses. Se están haciendo bien las cosas en la provincia, todos deberíamos colaborar e ir, paso a paso, haciendo lo que nos piden y colaborar en todo lo que podamos”, sostiene la docente.

 

A pesar de la incertidumbre de no saber cómo evolucionará el ciclo anual ante la emergencia sanitaria por COVID-19, ella elige seguir adelante “con la esperanza de reencontrarnos pronto con toda la comunidad escolar, y que los alumnos vuelvan a las aulas”, indicó.

 

“No pude usar la plataforma virtual”

Sobre la experiencia de trabajar en la Plataforma Virtual dispuesta como herramienta para el dictado de clases virtuales a distancia en la provincia, en el caso de la docente no fue posible utilizarlo ante las limitaciones en el acceso a internet en la zona rural en donde viven sus alumnos. “No tenemos buena señal en el celular en mi casa, en Colonia Itacuruzú. Muchos alumnos tampoco tienen internet en sus casas, o no pueden bajar los archivos o fotos porque tienen teléfonos que no permiten ver los materiales, es decir que vamos buscando soluciones según las circunstancias. El contacto con los alumnos es individual. Trabajamos las tareas por celular, y nos vamos comunicando hasta que se logra el objetivo de acceso al material. Después, en sus tiempos, ellos responden la tarea. Si no lo hacen, les voy recordando o les consulto si tuvieron algún problema, voy siguiendo y acompañando el proceso”, relató en la entrevista la docente.

 

A Graciela, como a los miles de docentes de la provincia, la pandemia por coronavirus cambió sus vidas con la nueva “rutina laboral”. La enfrentó al doble del esfuerzo diario en su organización para lograr el objetivo de que sus alumnos avancen en el aprendizaje, aunque para ella, todo lo que hace es a pura voluntad y entusiasmo. Asegura que la inquietud por la experiencia de cumplir con la meta de la educación a distancia la movilizó para aprender rápidamente de las nuevas herramientas digitales.

 

Para mí es un placer hacer mi trabajo, más allá de las circunstancias de este año. La escuela rural es muchas veces contención para muchos jóvenes, además del aprendizaje del plan de estudio previsto. Asisten personas muy respetuosas, muy responsables, de escasos recursos y de familias que trabajan en la colonia en general. Son adolescentes que esperan todo de sus docentes en el secundario. Muchas veces a la escuela venían chicos muy desganados, con ganas de abandonar todo, y nosotros los rescatamos, hasta que se fortalecen y siguen su camino al terminar el secundario. Son etapas, y la escuela está para ellos. Por eso, en este momento no podemos aflojar, no sabemos cuándo volveremos a vernos en el aula escolar, pero el esfuerzo cotidiano está presente en la modalidad a distancia hasta que todo pase y se retomen las clases presenciales”, fue el claro mensaje de la docente.

 

De igual forma, consideró que en caso de la realidad de las zonas rurales, el contacto personal del docente con los alumnos es muy necesario porque son jóvenes que enfrentan circunstancias sociales que demandan contención más que educación. “La modalidad virtual fue una grata experiencia profesional antes de jubilarme de la docencia. Aunque el desafío de las nuevas tecnologías me llegó en mi último año de docente, me gusta el resultado logrado, y los chicos responden, tengo la esperanza de que los alumnos puedan volver al aula porque es una motivación para sus vidas y determinante para su futuro”, asevera.

 

 

La anécdota del cementerio

Desde ese sitio “estratégico”, en la zona donde se encuentra emplazado el cementerio local, es el lugar donde logra “buena señal” y envía las consignas vía whatsapp. “Como los alumnos viven también lejos del centro de Montecarlo, o tienen poca señal, les lleva tiempo bajar las fotos o esperan que abran los archivos, y allí recién pueden realizar sus actividades escolares. Son muy responsables y responden con los trabajos. Sacan fotos de sus tareas y me envían. Esas actividades las bajo a la computadora de mi casa, y si son contenidos de evaluación debo imprimir todo. Realizada las correcciones, se los envió nuevamente. Hay mucho trabajo diario, porque además están las otras 11 materias, así que estoy disponible para sus consultas y respeto sus tiempos”, relata Graciela respecto a la dedicada tarea que realiza en tiempo de cuarentena, con la mejor predisposición para que todo salga bien.

 

Explicó que nunca pudo dar una clase virtual online, aunque a través de herramienta de zoom si tiene reuniones virtuales con sus colegas docentes, pero no logró utilizar con sus alumnos la Plataforma Virtual de la provincia durante la cuarentena. “Buscamos una manera que nos permita comunicarnos, y para cumplir los objetivos la única herramienta fue whatsapp a través del celular. Esto también tiene sus limitaciones, pero vamos avanzando. Como docente, trato de acompañar a mis alumnos, los aconsejo, los animo porque muchas veces quieren decaer en el intento. Los chicos de 5to año están más golpeados porque sus ilusiones de cursar el último año con todo lo que implica con sus compañeros, las remeras especiales, los eventos, no pudieron planificarlo, todo quedó postergado y eso los afecta emocionalmente. De igual forma, todo tendrá alguna solución en los próximos meses iremos intercambiando ideas entre todos”, dijo la profesora.

 

Consideró que esta pandemia fue “un  aprendizaje para todos, docentes y alumnos. En mi caso, en un alto porcentaje responden con frecuencia y son responsables con las materias que dicto, pero hay casos de algunos alumnos que no pueden conectarse directamente, no tienen celular ni internet en sus casas, y sus padres tampoco disponen del conocimiento de las herramientas como para ayudar a resolver, pero son los menos. Los alumnos tienen sus realidades en esta situación compleja, pero la verdad es que estoy muy contenta en lo personal, porque mi objetivo siempre es buscar la forma de llegar a ellos y están respondiendo muy bien”, expresó la docente.

 

 

Una vida dedicada a la educación rural

Graciela Gebhardt (53) tiene 31 años de servicio en la docencia misionera. Nació en Montecarlo. La primaria y secundaria la realizó en el Colegio Nuestra Señora de los Milagros de Puerto Piray; y el Profesorado de Enseñanza Primaria lo cursó en la Escuela Normal de Montecarlo.

 

Lleva adelante un matrimonio de 33 años con Federico Bergmeier, quien trabaja en aserradero familiar y son padres de Adrián Bergmeier, único hijo y que ya formó su familia con Denise, la nuera que ganó su corazón.

Ahora, espera que aprueben sus trámites iniciados en el IPS (Instituto de Previsión Social) para su jubilación y comenzar una nueva etapa en su vida.

Además de dictar clases para las escuelas rurales BOP 30 y 43 por la tarde, la docente trabaja en la actualidad en el área administrativa del Instituto Carlos Culmey, en Montecarlo.

Para ella, la pasión por la escuela rural fue el motor para el aprendizaje constante, incluso hasta los últimos días de su carrera docente, cuando se encontró con el desafío de las clases a distancia ante una pandemia mundial que cambió la vida en muchos aspectos “frente” al aula.

 

La docencia es mi pasión. Nunca pensé que terminaría mi carrera docente aprendiendo tantas herramientas nuevas para enseñar e interactuar con mis alumnos. Fue un nuevo desafío, me gusta y me apasiona. Estoy en constante contacto con mis alumnos. Los aliento, porque a veces manifiestan que extrañan la escuela. Algunos también quieren bajar los brazos. Yo les aconsejo que no abandonen, que sigan respondiendo a la escuela a distancia, ya que pronto nos vamos a reencontrar en las aulas. Y que se cuiden mucho. Varios de ellos trabajan semanalmente en la tarefa. Casi todos son de escasos recursos, pero con muchas ganas de superarse”, concluye la docente.

 

Un relato que nos hace pensar de qué se trata educar mejor. La docente muestra su vocación, actitud y amor por su trabajo, además de expresar una gran valoración por sus alumnos, comprensión y respeto por sus familias. Con su ejemplo cotidiano, los motiva, y con el acompañamiento a distancia les hace llegar todos los días un mensaje de esperanza, incitándolos a luchar siempre por construir un futuro mejor aferrándose a la educación como herramienta, a pesar de las muchas circunstancias adversas que puedan presentarse en la vida.

 

 

Por Patricia Escobar 

 

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