Un cabello y una gota de sangre, claves para que la muerte de una maestra sea un femicidio

La víctima se llamaba Jésica, tenía 31 años y un hijo con su victimario, un policía que hizo todo lo posible evadir su responsabilidad. No lo logró.

A un mes de la muerte de la docente Jésica Minaglia, la Justicia ya no tiene dudas: el autor del femicidio fue su ex pareja, el cabo de la policía de Santa Cruz Pablo Alejandro Núñez.

Este viernes se conocieron los estudios de ADN a cabellos y sangre encontrados en la casa de la mujer: coinciden con el registro sanguíneo del policía, que nunca pudo aceptar la separación y además la acosaba en forma permanente desde que se enteró que la maestra estaba iniciando una nueva relación.

Ahora Núñez, acusado de “femicidio doblemente agravado por el vínculo y alevosía”, esperará el juicio entre rejas.

Pero además de las pruebas de ADN la Justicia ya contaba con varios elementos que convertían al policía en el principal sospechoso. Uno de ellos, un audio que acercó un amigo de Jésica y en el que la mujer contaba que su ex marido le había dicho: “No me hagas cometer una locura”.

El hecho ocurrió en la localidad santacruceña de Luis Piedra Buena, donde se realizaron varias marchas pidiendo el esclarecimiento del caso.

Núñez mató a su ex esposa por la espalda. Y utilizando un fierro. Pero además usó todos los conocimientos que adquirió en su paso por la Fuerza. Por ejemplo, supo cómo eludir las cámaras de seguridad ubicadas cerca de la casa.

Al trabajar en la Comisaría Primera, donde está el centro de monitoreo, Núñez logró esquivar el domo para no ser grabado. Además, apagó su celular durante dos horas entre las 19.30 y las 21.30 del día de la muerte de Jésica. Y se tomó el trabajo de limpiar la escena del crimen, ocultando las pisadas de sus zapatos.

Por otra parte, intentó tejer una coartada: el 15 de abril y con el hecho ya consumado llamó reiteradamente a su suegra Nélida para decirle que “estaba con el nene pero que Jésica no contestaba el teléfono”. Así logró que sea la mujer quien encontrara el cuerpo de su hija.

Núñez pensó que todo ese ardid lo alejaría por completo de cualquier sospecha. Pero las pruebas recolectadas durante todo este tiempo y los recientes resultados de los estudios de ADN dieron por tierra con todo su plan.

Según la autopsia, la maestra murió por un traumatismo encéfalo craneano y se constató que agonizó un par de horas. Incluso que intentó levantarse, por las manchas de sangre en el sillón y cerca de la puerta. También se pudo establecer que fue atacada por la espalda.

Núñez nunca había aceptado la separación de la docente con quien estuvo casado más de 10 años y con quien tuvo un hijo. Fue después de tener al nene con él un par de días cuando decidió cometer el crimen. Lo hizo cuando tuvo que llevarlo nuevamente a la casa materna. Ahí la mató.

La jueza Noelia Ursino le dictó la prisión preventiva y un embargo de 3 millones de pesos que será destinado al hijo en común. El escrito, fechado del 4 de mayo, indicaba el «procesamiento con prisión preventiva para Pablo Alejandro Núñez» por considerarlo «autor penalmente responsable del delito de femicidio doblemente agravado por haber sido cometido en perjuicio de la persona con quien ha mantenido una relación de pareja y con alevosía previsto y reprimido por el artículo 80 incisos 1,2 y 11 del Código Penal».

La magistrada basó su decisión en la Ley Brisa (27.452), que establece un pago «para niñas, niños y adolescentes menores de 21 años cuando su progenitor haya sido procesado y/o condenado como autor, coautor, instigador o cómplice del delito de homicidio de progenitora».

Jesica, de 31 años, era la mayor de cuatro hermanos: Jonathan (29), Joaquín (23) e Ian Franco (19). Era la única mujer. La familia, poco antes del femicidio, también sufrió el fallecimiento de su padre, Alejandro, el 29 de enero pasado.

La madre de la maestra asesinada contó que Jésica nació prematura y que casi se muere antes de los primeros tres días de vida. Su padre pasó las primeras semanas durmiendo en el auto, en el estacionamiento del hospital, mientras Nely estaba internada con ella. “Me la mataron porque había decidido ser feliz”, dijo la mamá de Jésica, que solo pide que se haga Justicia.

“La mochila que llevo por su muerte pesa cada día más”, cerró.

(Clarín)

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