Héroes cotidianos: Analía, de desfondar ferrys y reconstruir la historia a construir puentes entre necesidades y respuestas

Analía para algunos, Lorena para otros, no para. Su motito no sabe de cuarentena, no sabe de feriados, no conoce de impedimentos como lluvia, frío, calor, horarios. Donde ve una necesidad ella corre a abrir puertas, crear puentes, gestionar y resolver carencias, de todo tipo.

 

Esta verdadera mujer maravilla no tiene la menor idea de todo el bien que distribuye: donde alguien necesita con urgencia un remedio, corre a buscarlo porque sabe “de alguien que lo tiene”, conoce cuál es la puerta por golpear y definitivamente no le falla el pulso a la hora de pedir, pedir, pedir y dar…infinitamente.

 

Resulta difícil incluso describir su actividad, pero podría definirse como especialista en dar, gestionar y construir puentes entre quienes necesitan y quienes pueden conseguir lo que el otro necesita.

 

Hace algunos años, un programa banal de la televisión porteña hizo popular un espacio que duró lo que la fama: “Cadena de favores”. Inspirados en una película, que se basó en un hecho real y después generó una ola de emprendimientos parecidos y un buen día, no se supo más. Analía no vio la película, ni el programa banal, ni las imitaciones que buscaban fama o aplausos.

 

Ella es una testaruda entrerriana, hija de un testarudo hombre de río y de rieles que todos conocieron a lo largo del Paraná y principalmente un defensor de la memoria física y emotiva de los históricos ferrys que unieron en el pasado las orillas de Posadas con las de Encarnación. Heredó la fuerza y el ímpetu de su padre, don Sixto Colazo, ferroviario durante 45 años y un luchador incansable; que sabía de riqueza humana y le enseñó a su hija el invaluable honor de dar sin esperar nada.

 

“Con 12 años recorría los ranchos en mi pueblo tratando de acompañar a la gente que andaba sola, a veces por hacer eso me miraban raro, pero a mí eso siempre me hacía bien; más adelante me dediqué algún tiempo en Entre Ríos a ayudar a los abuelos que por ahí no tenían algún medicamento; a los chicos con capacidades diferentes, ya que veía muchos casos de chicos que no tenían medicación o les faltaba atención. Aprendí a ir golpeando puertas, así como una persona común y corriente, pero con mucha insistencia, hasta lograr lo que se necesitaba”, comenta sobre sus inicios en el trabajo solidario en su provincia natal.

 

Ya en Posadas, vivió de cerca la lucha de su padre por preservar los ferrobarcos “Ezequiel Ramos Mejía” y “Roque Sáenz Peña”, los famosos “ferrys” que habían llegado desde Escocia a Posadas el 18 de octubre de 1913. “Hoy en día son únicos en el mundo entero, porque son los únicos a leña que existen. Fueron creados especialmente para Misiones», decía Analía Colazo Bidegain, hace algunos años, cuando decidió continuar esa lucha y se transformó en referente de la Asociación de Ferroaficionados Posadas.

 

Caminó oficinas, se peleó con el mundo, por rescatar del olvido a los barcos que se hundían en el antiguo puerto posadeño. En el medio se enamoró, unió sus pasos a los de Dani, unos años después su compañero la dejó sola contra el mundo, cuando una enfermedad terminal le marcó el punto final en esa aventura que se transformó también en su lucha.

 

Tren, memoria y acción

“Hace tres años empecé a dibujar en mi cabeza lo que podría ser la Fundación Ferrocarril del Nordeste Argentino, que no solo se dedica a defender el patrimonio histórico y cultural, sino también los derechos y necesidades de la gente”, intenta explicar Analía, para abarcar en una definición lo que miles de personas que son beneficiadas por su acción solo llaman “amor”.

 

“Allá por 2012, empecé colaborando en campañas de amigos y haciendo lazos, con otros amigos y entre todos hacemos lazos entrañables y nos ayudamos, sin importar que uno esté en una punta del mapa y otro en la otra. A veces yo mando cosas de acá a Buenos Aires, otras veces ellos mandan a Misiones. A veces la vida te lleva a recibir pedidos de ayuda de lugares muy lejanos, entonces la cabeza se pone a pensar cómo hacés para que lo que necesitan llegué a ese lugar”, comenta.

 

“Consigo donaciones, de la gente que leen y sienten empatía y compromiso o ven que se trabaja con transparencia, mostrando quien recibe lo que donan, porque siempre o mayormente atrás de una silla de ruedas, por ejemplo, puede haber un lazo familiar de un ser querido muy difícil de romper. Me pasó con una silla postural que me donaron y que de aquí debía viajar hasta Neuquén, pasa que todo es a pulmón , así que la empresa que me ayuda a llegar a Buenos Aires la llevó a Retiro (terminal de ómnibus en la Ciudad de Buenos Aires) y de Retiro, dos colaboradores, Diego y Leo, se hicieron cargo de enviarla a Neuquén por otra empresa y me ayudaron cubriendo el costo, lo cual siempre es una gran ayuda”, cuenta y al mismo tiempo, esa historia se enlaza con otra, y con otra y va descubriendo los lienzos que cubren los lazos de generosa hermandad que nació con los trenes y ahora recorre los caminos que antes rodaban esos trenes que hoy no existen.

 

Y don Félix, su padre…y Dani, su pareja víctima de leucemia que murió en 2018, quizás vean desde algún lugar cómo la angustia y la tristeza no tienen acceso en almas que se mimetizan con el otro y no se quedan allí, hacen.

 

Y la cadena de favores se convierte en texto y suma datos: “También hemos enviado una cama ortopédica a Ulapes, en La Rioja, una silla de ruedas a Resistencia, otra a Corrientes, otra a Córdoba. Creo que la empatía se lleva en el alma, que entre todos podemos siempre hacer algo por el otro. Hace un año, en mi Twitter, levanté un vídeo por un medicamento oncológico que necesitaba una niña de Moreno (provincia de Buenos Aires), 48 horas después lo habíamos logrado. Su costo llegaba a los 150 mil pesos. La mamá, muy emocionada, me escribió y la emoción se hace propia porque nunca un caso de estos pasa de largo. Hace unos días, golpeando muchas puertas, logramos la leche para Giovanni, fueron meses se trámites, llamados diarios a La Plata, hasta que al fin llegó al lugar indicado y el pequeño que solo puede alimentarse con esa leche, tuvo lo que necesitaba y sumaba un total de $1.518.000 pesos las 66 latas que le cubren seis meses. En mi último viaje a Buenos Aires que hago mes a mes (o hacía, antes de la cuarentena), leí que una mamá pedía urgente ayuda para que su pequeña pueda ir a la escuela y necesitaba una silla de ruedas. Esa misma tarde caminamos hasta la terminal con la silla, mi hijo y yo y viaje llevándola. Así, está pequeña recibió lo que necesitaba. Entonces Carola, su mami, me dejó en Retiro, donde fue el punto de encuentro, una silla postural y un par de audífonos y me dijo ‘no sabés la felicidad que le diste a esta familia, tengo certeza que con esto que te doy vas a hacer felices a dos familias más’. La silla que me dio cubrió acá la necesidad de Axel y curiosamente guardé los audífonos celosamente, hasta que un día recibí un mensaje de una amiga solidaria, Teo, que me comentó la situación de Hanna, una hermosa beba de seis meses que necesitaba los audífonos, así que me pongo en contacto con una amiga de su mamá, luego con su mamá Yesica. Entonces f altaba corroborar que este audífono fuera el indicado para Hanna, al día siguiente fui a ver a su Especialista, Carolina, lo aprobó…y Hanna pudo escuchar por primera vez. La madre me mandó un videíto donde se puede ver la expresión de la bebé al percibir los sonidos”.

“Así que eso hago: busco quien dona, hago puente y si es en Buenos Aires viajo, dejo mis cosas en Retiro, tomo el tren, el subte, o el colectivo y voy a la casa de quien dona; busco y vuelvo de la misma manera, el mismo día. A veces con muchas cosas y hago dos viajes. Les dejo a los chicos de Retiro (los colaboradors) que son  la única ayuda que tengo, gracias al dueño de la empresa que me trae todo sin cargo, desde allá hasta misiones”, continúa relatando y quiere sumar nombres, agradecimientos, lugares…pero es imposible resumir tanta actividad solidaria, distribuida en diferentes lugares de este país que necesita, siempre necesita mucho.

 

“¡Mi compañera de fierro es  mi motito! que muchas veces se banca que la cargue con un montón de cosas y va y viene por los barrios conmigo ayudando a todo el que podemos”, agrega, mientras acomoda algo en el poco espacio que le va dejando en su casa la suma de cosas que no alcanza a distribuir o que espera quien lo necesite.

 

“Lo único que lamento es no tener un espacio para acopiar y restaurar, ya que todo se acomoda en el lugar donde vivo, que alquilo, y a veces el espacio es muy chico para guardar medicamentos, camas ortopédicas, sillas de ruedas, ropas y mucho más. Llevamos entregadas en el último año más de 30 sillas de ruedas y gracias a un aserradero que nos ayuda, hemos logrado varias casas para familias que tienen niños con parálisis cerebral o perdieron todo ante incendios”.

Y salió corriendo, llevando remedios para una diabética y a conseguir insulina para otros. En el camino, pasó por Salud Pública para “despotricar” y conseguir un turno para vacunar a una señora mayor…y se interrumpe el diálogo porque la llaman de Salud Pública de Nación, para responder un insistente llamado anterior donde pedía…solicitaba, exigía.

 

Con el barbijo de rigor, los guantes que son reemplazados a cada rato y las ganas al hombro, Analía no para. Y que no pare…nunca.

 

ZF

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