Herederos de saberes: la historia de don Julio Antúnez, el gomero más afortunado de Montecarlo que cumplió 56 años de oficio

Un oficio difícil, un trabajo muy sacrificado que no conoce el mal tiempo, de fines de semana o inclusive feriados. Y siempre lo desempeñó, ya sea en el calor intenso misionero, días y noches de lluvias, trabajando empapado de agua y hasta en las frías heladas, todo para responder a sus clientes, que quizás no lo valoraron o valoran en este trabajo como tal.

Sin embargo, es el gomero más afortunado que pueda existir,  ya que cuenta con una familia unida, con el reconocimiento, la admiración y el orgullo de sus hijos y sus nietos. Es un hombre que ha sabido inculcar el amor y el valor de la honradez y el trabajo, y donde el incentivo en su vida, junto a su esposa y gran compañera de vida, Doña Susana, fue siempre “trabajar para mantener y darle lo mejor que puedo a mi familia”, dijo Don Julio Antúnez (70).

 

 

Este sábado 2 de mayo, cumplió 56 años de trabajar del oficio de “Gomero”, en la localidad de Montecarlo, ciudad donde nació y se crió, reconocida por la Capital Nacional de la Orquídea y como uno de los lugares ideales para la pesca deportiva.

Desde niño trabajó, desde los 9 o 10 años ya salía a vender frutas y verduras con su hermana para ayudar en la casa, ya que su padrasto -con quien creció en su primera infancia mientras vivían en Eldorado, ya que su madre los abandonó- tenía una discapacidad física para caminar.

Pero fue a los 14 años que comenzó a trabajar como secretario en una gomería, la de Luis Kreiss en el kilómetro 10 de Eldorado.  “Ese fue mi primer contacto con el oficio, logré aprender bastante rápido, hasta que regresé en 1969 a Montecarlo. Mi primer cita de trabajo fue un 2 de mayo de 1964, después del feriado del día del trabajador me dijeron que me presente. Así comencé, después trabajé en varias gomerías, me prestaban herramientas o algún lugar para trabajar, me gustó este oficio. No fue fácil, muchas veces tuve que empezar de cero, pero salía adelante. Me permitía mantener a mi familia, que mis hijos estudien, que no les falte nada”, dijo Don Julio, en diálogo con Misiones Online.

 

En su 50 Aniversario de trabajo, desde nuestro medio dimos a conocer su historia, pero en esta oportunidad especial, su hijo Julio Martín le dedicó un emotivo reconocimiento a través de su redes sociales, frente a una vida de lucha constante por sostener su fuente laboral, con honradez y esfuerzo. (Ver Dedicatoria al final de la nota).

 

La historia de Don Julio

El oficio de gomero es sacrificado, pero Don Julio siente un gran orgullo por la tarea que realizó en forma cotidiana para sus clientes de Montecarlo, o para quienes circulan de paso por la Ruta 12 y necesitan un auxilio. “Siempre trato de responder a mis clientes, ellos necesitan su vehículo en condiciones por su trabajo, y yo los necesito a ellos para sostener el mío”, reflexiona.

Después de unos años, pasó de empleado a alquilar un lugar propio para tener su emprendimiento, y finalmente logró comprarse su terreno sobre la Ruta Nacional 12, donde  funciona la conocida Gomería “Cachamai” (como la vieja marca de la yerba del burrito) desde 1989. El nombre responde al apodo con el que sus clientes y amigos de Montecarlo lo bautizaron.

“Siempre mi trabajo me permitió mantener a mi familia, tengo muchos clientes que me siguen acompañando todos estos años, como la familia Ranger”, destacó.

Tiene un buen recuerdo de Don Enrique Ranger, porque fue quien lo ayudó de joven. “Fue quien me prestó un espacio para que pueda trabajar en forma independiente, seguro veía que yo tenía ganas de trabajar y salir adelante. Así pude ahorrar y comprarme este terreno sobre la ruta donde estamos desde 1989”, recordó el gomero.

La vida de Don Julio tuvo altibajos económicos constantes, pero abrazó este oficio y salió adelante. Y supo también trasmitir sus saberes a sus hermanos, hoy alguno de ellos con sus propia gomería en Posadas, como Ricardo, que atiende en su local sobre Av. Tacuarí casi Eva Perón.

Si bien es un trabajo solitario y de mucha dedicación, explicó que tuvo durante su vida laboral a varios colaboradores dentro de la familia y algunos voluntarios, pero hoy no cuenta con un colaborador o ayudante en el oficio. “No es fácil tener un ayudante, es muy costoso tener un empleado en este país. Recuerdo que cuando comencé a trabajar en Eldorado, durante un año y  medio estuve sin saber cuánto me pagaban por mi trabajo en la gomería, cada tanto me daban unos pesos, pocos. Un día, en el lugar donde vivía me dijeron que me iban a cobrar el alquiler y la comida, y así aprendí que tenía que preguntar cuánto me pagaban por mi trabajo para saber si me alcanzaría lo que hago para comer y para vivir”, contó como una de sus anécdotas de vida.

En la actualidad es muy distinto. “Los jóvenes hoy quieren saber cuánto van a cobrar antes de trabajar y aprender del oficio, y a los pocos meses ya te hacen problemas. Tomar un empleado es muy difícil en un emprendimiento chico, porque a veces hay trabajo y a veces no. Por eso, desde hace mucho tiempo trabajo solo”; explicó.

Sobre la actualidad laboral, dijo que por la cuarentena obligatoria no puede abrir su gomería. “Estoy en la edad de riesgo de contagio por coronavirus, no me permiten las autoridades trabajar. Vivo de la jubilación, son 14 mil pesos. Es muy poco. Hay que pagar rentas, impuestos, luz, porque debo mantener mi emprendimiento, yo quiero seguir trabajando unos años más, atender algunos clientes que siempre vienen por mí trabajo, que les gusta lo que hago y vuelven siempre. No quiero cerrar todavía, ya estoy  trabajando menos por problemas físicos, por dolores de cintura, pero quisiera seguir trabajando un tiempo más. Si no trabajo extra no tengo otra manera de juntar dinero tampoco”, explica respecto a la realidad cotidiana a la que se enfrenta.

La familia, la mayor fortuna que le dio la vida a Don Julio Antunez. 

 

Una vida difícil, pero un sueño cumplido

Don Julio es hijo de Oraida Roque, una mujer brasileña que por circunstancias de la vida lo abandonó de muy pequeño. Vivía en San Pedro, y con ella logró reencontrarse años más tarde y sanar sus vínculos, hasta que ella falleció hace unos años.

Pero de niño, ante este abandono de su madre, fue criado por su padrastro en Montecarlo, hasta que se independizó de adolescente.

A su padre biológico lo conoció de adulto, cuando tenía 45 años. “Sabíamos que mi padre vivía en Eldorado, pero nunca lo había buscado. Un día mi hijo Julio me pidió conocer a su abuelo, y después de grande cumplí el compromiso de que lo iríamos a ver. Así fue que un día averiguaron dónde estaba el abuelo y fuimos entre toda la familia a conocerlo. Fue algo lindo, mis hijos quedaron encantados porque era un buen hombre, muy diferente a mi padrastro y hubo un vínculo familiar durante un tiempo, hasta que también falleció hace algunos años. Pero pudimos conocerlo”, expresó como otro de los momentos importantes en la vida de la familia.

Don Julio no logró continuar los estudios más allá del segundo grado, ya que dejó la escuela de niño para trabajar y ayudar en la casa a su padrastro, que sufría una discapacidad para caminar. Esa fue su realidad y supo llevarla adelante, con el esfuerzo del trabajo y la honradez, valores que inculcó a sus hijos.

Su familia materna estaba conformada por varios hermanos de distintos apellidos, y tiene una hermana cercana que reside en Posadas.

Entre sus anécdotas, recuerda que a los 11 o 12 años, se encontró con el mismísimo lobizón. “¿Existe?”, le pregunta el periodista. “Yo lo vi, no es algo que me contaron. Fue una noche que estuve en la casa de mi madre en San Pedro”, responde con certeza. “¿Y qué hizo?”, le repregunta el periodista. “Y de un salto corrí, pero para adentro de la casa (a esconderse), mientras mi perro valiente le salió a correr al lobizón”, respondió con humor y picardía sobre otra de sus tantas vivencias.

La familia de Don Julio la conforma su esposa Susana Nilda Giménez, y sus dos hijos, Julio Martín y Patricia, que ya fueron agrandando la familia con los tres nietos.

“Mi familia siempre fue mi gran incentivo. Estoy muy orgullo de mis hijos, de la educación que recibieron, nos esforzamos siempre con mi esposa para darles lo mejor. Creo que uno siempre quiere que a sus hijos les vaya mejor que a uno mismo y bueno, ellos están encaminados y eso me pone feliz”, expresó el trabajador.

«El trabajo dignifica»

Al cumplir 56 años de trabajo, Don Julio cuenta que este oficio de gomero fue lo que siempre hizo. “Me gusta, y si bien va llegando el tiempo que debo dejar de trabajar, porque me exige mucho físicamente y por mi edad ya tengo algunos problemas de salud, de igual forma quisiera seguir uno o dos años más en la actividad, aunque sea trabajando menos, pero quiero seguir atendiendo a algunos pocos clientes de toda la vida”, explicó.

El mensaje para cualquiera que se precie de dedicarse a este oficio, fue que siempre para ser buen gomero, hay que cumplir y atender bien a los clientes haciendo bien su trabajo. “Esa es la mejor recomendación, porque de lo contrario, el cliente no vuelve”, aseveró.

“Este es un trabajo digno, que si uno lo hace bien puede vivir de él toda la vida”, expresa con convicción.

En su experiencia, trabajó con neumáticos de vehículos de todos los portes, desde tractores, camiones, camionetas, automóviles varios, y todo lo que rodara llega siempre a pedir auxilio hasta la Gomería «Cachamai», en Montecarlo.

 

 

Dedicatoria de su hijo Julio Martín

A veces cuando el sentimiento, orgullo, emoción y devoción es tan grande, nos cuesta expresarlo en palabras.

Siempre te desempeñaste con extrema responsabilidad, honradez y compromiso que difícilmente un hombre pueda igualarte.

Fue un camino que con mucho esfuerzo has transitado y en ese caminar Dios te cruzó con Susana, mi madre y una compañera de viaje única, que ha sabido acompañarte, en las buenas y en las malas, peleando codo a codo para salir adelante y superar cualquier obstáculo.

Con mi hermana Patricia, estamos más que orgullosos de vos PAPÁ, y estaremos eternamente agradecidos por todo, todo, todo lo que nos dieron. Por los valores inculcados, por sus enseñanzas y por sobre todas las cosas, por el Amor que nos dieron y por la familia que supieron construir, fortalecer y mantener unida siempre.

Tus tres nietos los adoran, y también están muy felices de tus 56 años como “Gomero”.  Ellos siempre esperan con ansias el día para poder ir a Montecarlo y estar con sus abuelos. Correr por todos lados, ir a la Gomeria a poner grasa a los bancos, cargar piedras en tu goma con agua de probar cámaras, cambiar de lugar las herramientas o tan solo re-ubicando tus tacos, hasta jugar en el barro en la playa de camiones.

Felicidades Papá, muchas felicidades por todos estos años de sacrificio y trabajo. Dios te bendiga siempre papá y gracias por todo lo brindado y por todo lo enseñado siempre.

Te adoro Papá, Feliz Aniversario 56!!

 

 

 

Por Patricia Escobar 

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