Disfrutá la naturaleza y conocé del Zorzal colorado, el violinista del monte

Escuchá el sonido de su canto, ingresando a la nota!. Los guaraníes conocían a este excelso violinista de los montes con el nombre de ha’ avia o haviakorochire, mientras que los tobas le llamaban chilaala. En Brasil -donde ostenta orgulloso la distinción de ave nacional- se le denomina sabiá-laranjeira. En Uruguay, se lo conoce como zorzal común; mientras que en Argentina lo llamamos sabiá, chalchalero colorado u, oficialmente, zorzal colorado. El vocablo “zorzal” proviene del árabe zurzur, a su vez derivado del verbo zarzara que significa, predeciblemente, “cantar” o “gorjear”.

 

A través de una alianza con Aves Argentinas, la centenaria organización ambientalista que impulsa su Programa Bosque Atlántico, compartimos en forma semanal algunos de los secretos sobre la biodiversidad de las especies de aves del país, y de nuestra Maravilla Natural Argentina, la Selva Misionera. Exclusivo de Misiones Online. En la presente edición, tenemos novedades, ya que incorporamos a la historia el audio de la narración y también de la especie, para quienes quiera cerrar los ojos y disfrutar del relato y descubrir el canto característico de la especie.

Escuchá la narración de la nota! 

 

Cuando la primavera se intuye tímidamente en las tempranas flores de los lapachos, en el minucioso trajín de abejas y mariposas o en el cambio de color de las vestiduras de la selva; desde el fondo mismo de la espesura, se puede escuchar un himno capaz de hechizar, con sus exquisitos acordes, al más indiferente de los moradores de la selva.

Los guaraníes conocían a este excelso violinista de los montes con el nombre de ha’ avia o haviakorochire, mientras que los tobas le llamaban chilaala. En Brasil -donde ostenta orgulloso la distinción de ave nacional- se le denomina sabiá-laranjeira. En Uruguay, se lo conoce como zorzal común; mientras que en Argentina lo llamamos sabiá, chalchalero colorado u, oficialmente, zorzal colorado. El vocablo “zorzal” proviene del árabe zurzur, a su vez derivado del verbo zarzara que significa, predeciblemente, “cantar” o “gorjear”.

Escuchá el audio y conocé el canto del Zorzal colorado

Aves Argentinas te transporta a vivir la naturaleza y conectarte virtualmente con la historia del Zorzal colorado.

Foto: Graciela López Torres

 

Según la intrincada taxonomía (ciencia que dedica sus esfuerzos a clasificar las formas de vida), el Zorzal colorado (Turdus rufiventris) pertenece al orden de los Passeriformes y a la familia Turdidae. Existen unas 303 especies de zorzales prudentemente repartidas por todo el mundo, de las cuales 13 habitan la Argentina. Se trata, en definitiva, de un pájaro muy común -y notoriamente popular-en los bosques y selvas del centro y norte del país. Incluso, su flexibilidad adaptativa le permitió habitar diversos ambientes urbanos y suburbanos, y ha ido expandiendo su distribución hacia el sur y hacia el oeste. Habita además en Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia.

Es un pájaro de mediano tamaño: su longitud alcanza los 23 cm desde la punta del pico hasta el extremo de la cola, y pesa aproximadamente unos 65 gr. Luce el lomo, cola, alas y cabeza pardos, la garganta es blancuzca con notables estrías pardas. El pecho es de una coloración gris ocrácea mientras que el vientre y el subcaudal son rufo anaranjados. El pico es de un amarillo intenso, las patas grises, el iris pardo y el párpado amarillo anaranjado. Tanto el pico como el párpado lucen más intensos en temporada de cría, más aún en los machos.

 

Foto: Carlos Mocciola

 

Solitario o en pareja, frecuenta árboles y arbustos pero también suele bajar al suelo donde se desplaza caminando y saltando. En tierra, sus movimientos son muy característicos, como en todos los zorzales, se desplazan con breves carreritas y saltos cortos, que alterna con posturas estáticas y un llamativo balanceo de la cola, más áun cuando esta alarmado. Tiene una dieta omnívora, basada en invertebrados y frutos de especies nativas y exóticas, y se los considera un importante rol como dispersor espontáneo de semillas. No obstante, son las lombrices las que parecen gozar de su particular predilección. En ocasiones, se lo suele sorprender revolviendo la hojarasca del suelo del monte en busca de su manjar favorito.

 

Durante el otoño y el invierno, se lo escucha ensayar laboriosamente su canto. Un prudente susurro -sujeto a los vaivenes del viento- comienza entonces a poblar de duendes el bosque, los parques y los jardines. Sabedor acaso de que su melodía aún no está pulida, toma la precaución de interpretarla en un volumen muy bajo. Pero es en la primavera temprana cuando se produce la magia. Es entonces cuando el zorzal –desde antes del amanecer-ejecuta finalmente su partitura con maestría conmovedora.

 

El período de reproducción se da entre setiembre y enero. Construyen entonces -apoyado sobre las ramas de algún árbol hospitalario, siempre en un lugar sombrío y algo oculto- un nido en forma de tazón para cuya edificación combinan tallos, hojas y raíces con un puñado de barro en la base, y colocando en forma característica musgos y líquenes en el exterior de la construcción. La postura es de 2 a 4 huevos de forma ovoidal y de fondo verde pálido salpicados de múltiples manchitas castaño rojizas. Mientras la hembra incuba por un período de unos 14 o 15 días el macho prodiga su refinado canto desde una rama próxima. Los aborígenes guaraníes –nunca ajenos a las manifestaciones de la naturaleza- onomatopeyizaron su canto en un “coróchiré”, nombre con el cual bautizaron al cantor. Los pichones permanecen en el nido, entre 13 y 15 días y son alimentados por ambos padres. En ocasiones, este Zorzal, cría pichones del Tordo renegrido (Molothrus bonariensis). Los juveniles presentan un estriado notable en el pecho y el vientre.

Foto: Liliana Sosa.

 

Vale decir también que su popularidad como eximio cantor no pasó desapercibida para la poesía, la música popular y la leyenda. Si bien fue musa de innumerables composiciones, baste con mencionar un fragmento de la poesía “Zorzal” del escritor uruguayo Juan Burghi:

Muere el sol y, junto al río, da sus silbos el zorzal:

la tarde que se marchaba se volvió para escuchar;

el agua que iba corriendo se detuvo hecha un cristal;

el aire quedó en suspenso; la brisa, sin respirar;

abrió una boca tamaña la luna sobre el sauzal.

Foto: Carlos Mocciola

 

Desde lo más recóndito de los montes nos llegan los acordes de un incesante violín. Un mágico regalo con que el zorzal colorado nos seguirá hechizando en cada primavera. Vale la pena detenerse a escucharlo. Vale la pena dedicar un momento para contemplar su música inaudita. Porque en la esencia de esas delicadas notas está nada menos que la naturaleza misma.

 

 

Por Gabriel Bonomi (CEYDAS), con la colaboración de Alejandro Di Giacomo (Aves Argentinas).

Foto de Portada: Liliana Sosa

 

 

 

DL/PE

 

 

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