“Papi, acaba de nacer una plantita y acabo de regarla. ¿Sabés cuál es?”. El audio de 10 segundos se lo manda su hijo menor Pedro (6) y a José Luis Caorsi le saca una sonrisa y, también, le roba unas lágrimas. “Nos vemos después, Papi”, se despide el niño. Por el momento, ese “después” no tiene fecha en el calendario.
La primera vez que José Luis (43) y su mujer, María Fernanda Terpolilli (42), hablaron de la posibilidad de que él dejara la casa fue el 29 de febrero pasado, mientras regresaban desde Pinamar de “una escapada de cuatro días”.
Como todo médico, José Luis seguía con atención las noticias del COVID-19. Primero las que llegaban desde China y después desde Europa. “Muchas veces me preguntaba: ‘¿No estarán exagerando los noticieros?’, pero no, no estaban exagerando. Lo supe porque mi cuñada está viviendo en el sur de Italia y ella me confirmaba que lo que mostraban los medios era cierto”, cuenta el médico cirujano .
“Si el coronavirus llega a la Argentina, voy a tener que buscar un lugar donde vivir”, sostuvo entonces.
Para María Fernanda, en cambio, la chance de que su marido tuviera que irse de la casa era remota. “En ese momento se decía que el virus no resistía las altas temperaturas. Veníamos de pasar unos días hermosos en la costa y, cuando pegamos la vuelta, el calor era sofocante. Honestamente, me pareció un poco exagerado”, agrega la mamá de Joaquín (12), Lautaro (10) y Pedro (6) que, además es periodista y fotógrafa infantil.
Una semana después de aquella conversación, el 7 de marzo, el Ministerio de Salud de la Nación confirmó la primera muerte por coronavirus en la Argentina. Se trataba de un hombre de 64 años que había viajado a París, Francia, y se encontraba internado en el Hospital Argerich. A partir de ese instante, las palabras de José Luis cobraron otro sentido para María Fernanda.
LA DECISIÓN MÁS DIFICIL
Hace 17 años que José Luis ejerce como cirujano de tórax y cirujano general en la guardia del Hospital público de Moreno y, también, en el Hospital Militar Central. Según el relato de su esposa, antes de que se decretara el aislamiento social, preventivo y obligatorio, José Luis había empezado a tomar ciertos recaudos en la convivencia. “Me pidió que dejáramos de compartir el mate; se separó un vaso, un plato y un juego de cubiertos solo para él, e intentó, en la medida de lo posible, disminuir el contacto físico conmigo y con los nenes”, cuenta María Fernanda.
El médico también había incorporado el hábito de avisar cuándo estaba por llegar del trabajo. “Me mandaba un mensaje 20 minutos antes y yo lo esperaba con una bolsa de ropa, que le acercaba hasta el auto para que él se cambiara ahí adentro. Después entraba a casa, descalzo, y se iba directo a la ducha, mientras yo ponía a lavar todas sus prendas con lavandina», detalla.
José Luis Caorsi tiene 43 años y hace 17 que ejerce la medicina como cirujano de tórax y cirujano general en la guardia del Hospital público de Moreno y, también, en el Hospital Militar Central
Para fines de marzo, las medidas de precaución dejaron de ser suficientes para José Luis, quien comenzó a sentir cierto temor por la salud de su familia. “La realidad es que el único que podía llevar la enfermedad a casa era yo. Tenía altas chances de contagiarme, estar asintomático y pasárselo a mi mujer y a mis hijos”, dice.
Al principio barajó la posibilidad de vivir en la habitación matrimonial, que tiene baño privado. “Iba a tener que entrar y salir por la ventana y Fer me iba a dejar una bandeja con comida en la puerta”, repasa José Luis acerca de aquel plan inicial, que finalmente terminó descartando.
¿Los motivos? “El tema era Pedrito: el más chico de nuestros tres hijos. Cumplió 6 años hace poco, y es como mi sombra. Jugamos a la pelota y armamos una huerta. Si tengo que ir al supermercado o hacer un asado, él viene conmigo. Íbamos a sufrir más estando separados por una puerta, que alejados como si yo estuviera de viaje”, apunta el médico que, el domingo 19 de abril, bolso en mano dejó su casa. No es el único. Según su relato, son varios los colegas que resolvieron hacer lo mismo.
“Intento escribir. Se me anudan las palabras. Cierro los ojos. Respiro y vuelvo a empezar. Hoy no es un día más, no es un día fácil. Hoy, como tantas otras familias, la nuestra se separa por un tiempito. La palabra es triste y suena fuerte pero el motivo está cargado de amor», escribió María Fernanda en su cuenta de Facebook. En el posteo, al que le sumó una foto familiar, la mujer cuenta por qué su marido se fue de la casa. “Lo hizo para protegernos a un eventual contagio. Enorme gesto de grandeza que no me sorprende viniendo de él”, asegura quien lo acompaña desde hace 15 años.
HASTA PRONTO
Todavía no pasó ni una semana desde que José se fue de su casa. Lo hizo por decisión propia y para no exponer a las personas que más quiere en este mundo, además de sus padres, hermanos, suegros y sus cuñados.
La despedida, cuenta María Fernanda, la fueron haciendo “de a poquito”. “Lo primero que hicimos fue hablar con los nenes. Les dijimos que, como su papá es médico, se iba a ir a cuidar a la gente al hospital mientras yo los cuidaba a ellos en casa”, explica.
“En nuestra cocina no hay televisión. Cada noche, cuando nos sentamos a comer, brindamos por algo lindo que nos pasó en el día. Las últimas noches brindábamos porque todo iba a estar bien”, agrega la fotógrafa y asegura que jamás pensó en decirle a su marido que dejara de trabajar.
“Nos dimos un abrazo eterno. Lloramos mucho y yo le pedí que por favor vuelva”, cuenta María Fernanda acerca del domingo 19 de abril, cuando José Luis se fue de la casa.
“Nos dimos un abrazo eterno. Lloramos mucho y yo le pedí que por favor vuelva”, cuenta María Fernanda acerca del domingo 19 de abril, cuando José Luis se fue de la casa.
La noche del domingo 19 de abril fue eterna. “Papi no te vayas, papi quedate”, le decían a José Luis sus hijos más chicos, mientras él intentaba leerles un cuento. Joaquín, el mayor, dijo que estaba enojado y prefirió quedarse en el sillón. “Nos dimos un abrazo eterno. Lloramos mucho y yo le pedí que por favor vuelva”, cuenta María Fernanda que, tras la partida de su marido se quedó llorando hasta las dos de la madrugada en la cocina. “Necesitaba descargar porque al día siguiente tenía que levantarme entera por mis hijos”, agrega.
Para José Luis tampoco fue fácil. “Fue súper doloroso y al mismo tiempo un alivio. Me saqué una mochila muy pesada de encima, que era la responsabilidad de sentir que podía contagiar a mi mujer y a mis hijos. Ahora estoy tranquilo”.
El martes, después de que José Luis salió de la guardia, los Caorsi hicieron una video llamada. “Nos mostró el departamento y una bolsa de golosinas que le mandó su mamá. Los chicos se pusieron contentos: ‘Papá está bien porque tiene chocolates’, decían. Mi gran temor es que a él le pase algo y que yo esté lejos. La realidad es que se está enfrentando a un virus que no conoce y no tienen con qué combatir. Es como ir a la guerra sin armas», apunta María Fernanda.
Mientras tanto, José Luis se prepara para lo que podría llegar a ser el pico de la pandemia, a mediados de mayo. “Yo siento que tengo que estar en el hospital. Ayer llegaron 30 pacientes a la guardia y estábamos todos, sin importar nuestra especialidad, haciendo hisopados. El riesgo es altísimo y lo sabemos pero, por otro lado, es nuestra vocación”, concluye.
Aunque hoy estén separados la conexión entre José Luis y María Fernanda es tan profunda, que, sin saberlo, los dos usaron la misma frase para describir el amor que se tienen. “Somos un equipo y vamos a salir de esta como de otras tantas”, coinciden.
(Infobae)