El drama del cordobés que estuvo encerrado en un crucero en el que murieron cinco personas

El domingo 8 de marzo Dante Leguizamón subió al crucero con su mochila en la espalda y las expectativas acumuladas. Un amigo -músico y empleado del buque- lo había invitado a hacer un viaje deseado por cualquier periodista: conocer las Malvinas, gratis. El plan era hacer algunas notas y volver a Córdoba dos semanas después. Ni el temor más rebuscado podía acercarse a lo que estaba por pasar, porque Dante terminó literalmente encerrado en ese crucero, en el que murieron -hasta donde sabe- cinco personas. Hoy se cumplen 47 días del inicio de la odisea en algún lugar incierto cercano a las Bahamas.

 

“Quería pisar las Malvinas para poder contar ese territorio argentino del que tanto hablamos. La vida hizo que terminara siendo víctima de un cautiverio que todavía sufro: estoy detenido desde hace un mes y medio en este barco holandés”, dijo Dante (45) en la editorial que grabó para su programa de radio.

 

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Las metáforas que usa – «estoy en cautiverio”, “estoy detenido”, “esto es una cárcel”- tienen una razón de ser. Dante está en un crucero con capacidad para 1.500 personas en el que sólo quedaron 16, casi todos argentinos. No es que están todos juntos tomando mate: “No nos permiten salir, estamos encerrados 24 horas en la habitación. En Miami hasta nos pusieron seguridad en la puerta: una cárcel”, cuenta.

 

El inicio

Los primeros días del viaje en el crucero Zaandam fueron como los había planeado: Dante conoció las Malvinas y produjo sus notas periodísticas. Pero cuando llegó el momento de volver, la pandemia de coronavirus ya había tomado al mundo: intentaron bajar en Punta Arenas, Chile, y no se los permitieron. “Entonces el capitán dijo que empezábamos un viaje hacia el norte, un viaje delirante”. Lo que les informaron -según su relato- es que los casos de gripe se habían multiplicado y les ordenaron no salir de sus habitaciones.

 

Pero Dante no tenía habitación. Como había sido invitado al viaje no lo habían registrado como “pasajero” sino como “tripulante”, aunque nunca trabajó para la empresa. “Los pasajeros quedaron confinados en las habitaciones, nosotros en cabinas de 3 x 3 en un subsuelo: sin aire, sin ventanas, sin luz natural. Así son las clases sociales en el barco: los trabajadores duermen debajo de la línea del agua. Podíamos salir dos horas por día, como en una cárcel, las otras 22 horas teníamos que estar en las cabinas”.

 

Cuando llegaron a Panamá, la empresa decidió pasar a los que no habían tenido fiebre a otro crucero llamado Rotterdam. Dante no había tenido fiebre, tampoco el resto de los trabajadores, pero a ellos no los mudaron: “Quedé en el barco en el que estaban todas las personas enfermas. Como no somos considerados pasajeros se nos condenó a quedarnos encerrados en esas cabinas”. Si bien no hay información oficial, adentro se fueron enterando, porque algunos tripulantes terminaron haciendo de enfermeros: al menos cinco personas murieron -no saben de qué- y quienes estuvieron atendiendo a la gente aseguraron que había, al menos, 20 personas con coronavirus.

 

“Yo dormía en la parte de arriba de la cucheta, el techo de mi cabina daba al piso de la enfermería. O sea, sobre mi cabeza se murieron esas personas y estuvieron las personas contagiadas. Fue dramático, ni me quiero acordar, es un milagro que nosotros estemos sanos”, sigue. Y después vuelve sobre sus palabras, para describir la sensación de abandono: “Estamos sanos pero nos tratan como si nos hubiéramos muerto”.

 

Cuando llegaron a Miami -a casi 9.000 kilómetros de las islas Malvinas- “definieron que los pasajeros iban a ser subidos a un colectivo y trasladados directamente a las pistas de aterrizaje. Ahí iban a acomodarlos en vuelos chárter y enviarlos a sus países. Vimos irse a unas 1.200 personas que estaban el el barco”.

 

Los argentinos no tuvieron la misma suerte: “Nos dijeron que había un chárter sólo para pasajeros, no para nosotros. Hicimos una protesta y nos amenazaron con detenernos y meternos en un calabozo”. Los argentinos considerados pasajeros tampoco pudieron volver: esperaron 12 horas en en el colectivo y en la puerta del avión les informaron que no podían viajar.

 

En Miami Dante logró dejar el primer barco y fue trasladado al Rotterdam, donde ahora hay 11 argentinos, un boliviano, un rumano, un ucraniano y dos personas más a las que no han visto. Si bien ya no están en cabinas sino en habitaciones siguen teniendo prohibido salir. Muchos medios dijeron que habían podido bajar en Miami con éxito pero la realidad es que “nos fuimos a dormir y a la madrugada nos enteramos que el barco había dejado el puerto y estaba dando vueltas por la zona de Bahamas. Desde entonces andamos a la deriva: estamos en un barco fantasma que da vueltas en círculos sin saber qué va a pasar con nosotros”.

 

El 9 de abril su familia presentó un hábeas corpus en la justicia federal de Córdoba. “En el texto explicamos que Dante Leguizamón es periodista y no tripulante, de hecho trabaja para los servicios de radio y televisión de Córdoba y emitió sus notas, y manifestamos que se encuentra transportado-retenido contra su voluntad. Lo que exigimos es que la empresa Holland American Group informe dónde está, en qué condiciones pisco-físicas y que arbitre las medidas para poner a Dante frente al juez”, explicó Carlos Orosz, uno de sus abogados.

 

Distintas organizaciones se presentaron como “amicus curiae» y sumaron fundamentos al reclamo. Entre ellas CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), el Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (Cispren), la Federación Argentina de Periodistas, la Universidad Nacional de Córdoba, la Secretaría de Derechos Humanos provincial, la Liga argentina por los derechos del hombre, HIJOS Córdoba y la Asociación de familiares de desaparecidos y detenidos por razones políticas. El Secretario de Derechos Humanos de la provincia de Córdoba, Calixto Angulo, manifestó en su presentación que los “derechos humanos fundamentales, tales como la libertad de circulación, su integridad física y hasta su salud, se ven comprometidos en esta situación”.

 

El lunes, la Cámara Federal ordenó reiterar el oficio a la Cancillería argentina para que informe cuáles son los medios que están arbitrando no sólo para traer a Dante sino también al resto de los argentinos que están en el crucero. En Cancillería informaron que están trabajando en el tema pero aún no tienen fecha. Ya repatriaron al 89% de los argentinos varados por el mundo pero aún quedan 21.493.

 

“Durante mucho tiempo Cancillería no consideró esto un problema. Parecen haber creído que estábamos gozando de vacaciones en un crucero. Entre nosotros hay gente mayor, hay mucha angustia. El otro día un argentino de 80 años salió a su balcón a gritar que no se quiere morir acá”, dice Dante y se le quiebra la voz. “Esta empresa se burla del Estado argentino. Priva de la libertad a las personas y nos genera esta tortura. Por eso insisto con que soy un periodista en cautiverio en un barco holandés”.

 

Como puede, sigue transmitiendo en vivo todos los días para su programa de radio, “Otra vuelta de tuerca”, en el que cuenta su situación y la historia “de los otros desterrados del barco”. Así se despidió el martes, el día en que se cumplió un mes y medio de su partida:

 

“Una cosa puedo decir que quizás les ayude a soportar el aislamiento de ustedes, ese que viven en sus casas. Yo tenía una vida adorable pero a veces renegaba de ella. Pensaba en un pasar más exitoso, con más dinero, con viajes y desafíos. Hoy sé que sólo me importan cosas muy sencillas, tesoros de la vida que siempre amé pero que quizás no pude disfrutar en toda su magnitud. Acariciar a mis gatas, tomar unos mates a la mañana observando la montaña, los pajaritos de las sierras, el amor de unas piernas que me abrigan desde hace un tiempo, los besos de 3 hijos que crecen y dicen ‘te amo’, la cercanía de unos pocos y dulces compañeros de la vida. Sólo el destierro ayuda a ver el inmenso valor de las cosas que amamos, la caricia que es despertar en tu país, donde la tierra tiene el olor a nuestra casa”.

 

Fuente Infobae

D.A.

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