El Caburé, que dicen trae suerte con las “guainas” y con la “timba”, en realidad son mitos que traen “mala suerte” a la conservación de la especie

Los mitos y leyendas de nuestra región fueron inspirados en su gran mayoría por las aves, y las creencias populares les atribuyen alguna capacidad sobrenatural. Es así que, provistas de algún mágico encanto, anuncian “desgracia” o se llevan a los niños, lloran en las noches su “mala fortuna”, o proveen de algún tipo de ayuda o beneficio. Pero estas “atribuciones” son en su gran mayoría perjudiciales para varias especies de aves, ya que las mismas llevan a su rechazo y persecución, ya sea por alejarlas de nuestra presencia, capturarlas, o directamente darles muerte.

A través de una alianza con Aves Argentinas, la centenaria organización ambientalista que impulsa su Programa Bosque Atlántico, compartimos en forma semanal algunos de los secretos sobre la biodiversidad de las especies de aves del país, y de nuestra Maravilla Natural Argentina, la Selva Misionera. Exclusivo de Misiones Online.

En esta publicación compartimos información, para desalentar el maltrato que se les infringe a las aves, muchas veces por desconocimiento, tratando de proveer las herramientas necesarias para que podamos entender que hay que desterrar los mitos.

Está en nosotros y en nuestras acciones, la conservación de muchas de estas especies incomprendidas, esperando que siempre compartiendo este conocimiento, leyendo e informándonos mejor, podamos dejar de lado esas creencias para que estas hermosas aves puedan vivir tranquilas y sin persecución.

Foto: José Esquivel. 

 

Lastimosamente, en la presente edición vamos hablar del Caburé chico o Cabure’í, ave de la que se dice, que si tenés una pluma suya, vas a tener suerte con las mujeres, y si tenés uno de sus huesos, fortuna con el juego.

Por estas creencias, sin fundamentos y supersticiosas, se lo ha cazado y se comercializada, tanto ejemplares vivos, como sus plumas.

Esta reputación que se transmite de generación en generación, está muy arraigada en las provincias del norte argentino, más aún en el nordeste, donde los amuletos o “paye” elaborados con sus plumas, que según la creencia popular deben extraerse del ave viva para que conserven sus “poderes” infundados por cierto.

 

Foto: Marcelo Javier Wioneczak

 

Las leyendas populares

Leyenda del kabure’í: el dios supremo Tupá, creó un ave muy bella y de hermosa voz, como ejemplo para las demás aves. El Caburé, encantaba a los demás habitantes del bosque con la magia de su canto. Pero una noche fue sorprendido dormido, por el diablo Añá, quien le hizo un maleficio. Desde entonces, su bello plumaje se convirtió en un pobre y deslucido vestido, y su bondad se transformó en maldad criminal, y empezó a usar el atractivo de su canto para procurarse su presa.

El Caburé de Salto Encantado: El bello Salto Encantado, se encuentra en el valle del Cuñá-Pirú, en la provincia de Misiones, y su leyenda está relacionada con el Caburé.

En el valle del Cuñá Pirú había dos tribus enemigas cuyos respectivos caciques eran Aguará y Jurumí. Aguará tenía una bellísima hija, Yate-í, que era pretendida como esposa por todos quienes la conocían y muchos caciques de la región ofrecían sus mejores riquezas por su mano. El hijo de Jurumí, el feroz enemigo de la tribu, se llamaba kavure’í y era famoso por su valentía y destreza en la guerra y en la caza. Un día kavure’í, se encontraba de cacería por la selva, cuando escuchó el grito de Yate-í, a quien estaba por atacar un Yaguareté. El joven mató al felino y al verse se enamoraron, y en la próxima batalla entre las dos tribus, cuando se vieron, corrieron a abrazarse recibiendo como castigo una lluvia de flechas desde ambos bandos.

En ese momento Tupá envió como maldición poderosos truenos, se abrió la tierra para abrazar a los enamorados ya muertos, y por allí cayeron las aguas del arroyo formado por las lágrimas de Yate-í, originando el Salto Encantado.

Foto: José Esquivel.

Características de la especie

El Caburé Chico (Glaucidium brasilianum) es la rapaz más pequeña de nuestro país, con sus tan solo17 cm en el macho y 20 cm en la hembra, con un peso estimado de 70 gramos.

Tiene hábitos frecuentemente crepusculares, y se muestra activo tanto de noche como de día, por lo que resulta más fácil de ver que el resto de las lechuzas. Suele ser perseguidas por otras aves, en general pájaros pequeños, que se agrupan en su entorno en ruidosos grupos mixtos, para delatar su presencia, y con agresiones y hasta ataques directos, suelen hacerlo huir del sitio donde lo descubren.

Este comportamiento también influyó en la creencia que dice que los Caburés “hipnotizan a las demás aves”, lo que de cierto modo se aplica, dado en muchas oportunidades, el propio Caburé suele capturar alguna presa durante estos eventos de alarma y persecución.

Foto: Marcelo Javier Wioneczak

 

El Caburé, habita áreas boscosas, selváticas, pero también aparece en arboledas de áreas urbanas y rurales. De comportamiento más bien solitario o a veces en pareja, suele posarse en lugares visibles, y frecuentemente realizan movimientos laterales de la cola, de un lado al otro, y mueven la cabeza en forma muy particular para cambiar la línea de visión y el enfoque. Una característica propia del género Glaucidium, es la de tener un diseño en la nuca con forma de falsa cara simulando ojos y cejas.

Su función parece ser la de disuadir a los posibles depredadores, ya que las lechuzas son vulnerables cuando están posados al descubierto.

Además, posee varios morfos (coloración de plumaje), donde predominan los pardos y rufos, y es más raro, el morfo gris. La visión de los Glaucidium, a diferencia de otras especies de lechuzas, puede percibir algunos colores, lo que le resta visibilidad nocturna. Posiblemente, esta sea la explicación, de sus hábitos más diurnos y crepusculares, lo que amplía las posibilidades de observarla, ya que además, vocaliza a menudo de día.

Su alimentación consiste en insectos, pequeños roedores y aves, estas últimas presas puedes ser incluso de mayor tamaño que el propio Caburé, como sucede cuando captura una Yerutí Común (Leptotila verreauxi) de 30 cm, y sus poderosas garras dan fe de esta acción. Si la presa es abundante, se almacenarán los sobrantes en el nido, en un agujero de árbol cercano o en la horqueta de la rama de un árbol.

Este pequeño depredador, anida en huecos abandonados de Carpinteros, generalmente del Carpintero Real (Colaptes melanochloros), así como en nidos abandonados de Hornero (Furnarius rufus), no construye nido, solo rascan el fondo y las paredes de dichos huecos para utilizar esos restos como lecho, donde depositan de 3 a 5 huevos blancos. También suelen usar estos mismos sitios como dormideros.  Sólo la hembra incuba, entre 25 y 28 días, y los pichones permanecen un mes en el nido, siendo alimentados por ambos padres.

 

 

Por Marcelo Javier Wioneczak, con la colaboración de Alejandro Di Giacomo / Aves Argentinas.

Foto de Portada: Luis Krause

 

DL /PE

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