Héroes cotidianos: en Bernardo de Irigoyen, del club de fútbol a la acción solidaria para los vecinos

“¡Todos para uno y uno para todos!” El famoso juramento de unión y auxilio mutuo conocido a través de la exitosa novela del francés Alejandro Dumas padre (1802-1870), titulada Los Tres Mosqueteros, donde los valientes Athos, Portos y Aramis prometían fidelidad al joven D`Artagnan podría servir de analogía por lo menos en cuanto al concepto de esfuerzo, unión y auxilio pero no para defender a un personaje, sino a gran parte de la comunidad de Bernardo de Irigoyen en época de pandemia  y necesidades urgentes.

 

No son mosqueteros, sino futbolistas, familias enteras reunidas por una pasión por la redonda y los encuentros de fin de semana que se transformaron en unión de amigos. Sin nombres «porque somos muchos y no queremos aparecer», justifican.  Hoy, recuperan el espíritu de camaradería para un fin común: ayudar a quienes más están sufriendo las consecuencias de una crisis sanitaria que golpea por igual a la salud y al bolsillo de quienes no cuentan con un ingreso asegurado y depende hoy solo de la solidaridad del vecino.

 

En la pequeña ciudad fronteriza, reconocida por su famoso “paso” hacia las “praias” brasileñas, por ser el lugar más alto de las sierras misioneras y por indicar en uno de sus puntos, el límite más oriental de la Patria continental…nació “Pinocho”, club de fútbol formado por más de 30 familias que encontraron en el deporte la excusa exacta para pasar lindos momentos.

 

Un día de marzo, uno de sus integrantes propone al grupo de WhatsApp que los mantiene conectados las 24 horas “¿Y si hacemos algo para ayudar a la gente que la está pasando mal a nuestro alrededor?”. Y las respuestas se fueron acumulando y llenando el aire frío de marzo en esas latitudes con ese sonido característico de los celulares, más cercanos que nunca a cada habitante de este planeta en tiempos de aislamiento social preventivo y obligatorio.

 

Como el nutrido grupo tiene entres sus integrantes a representantes de las distintas fuerzas de seguridad, enseguida alguien observó que “por la cuarentena, estamos cubiertos para salir”. Y así fue que alguien de Gendarmería Nacional se comprometió a pedir al escuadrón local un camión, otro que integra las filas del Ejército Nacional con asiento en esa localidad se ofreció a ocupar su tiempo libre en colaborar, algunas esposas recordaron que tenían juguetes en buen estado que podrían servir para entretener a los más pequeños en esos hogares diminutos en cuyo interior se amontan hasta diez personas y la convivencia podría llegar a ponerse difícil, con el transcurrir de los días de encierro…Todos y cada uno, sumaban ideas, agrandaban el proyecto inicial y ya nadie durmió esa noche.

 

La mañana siguiente la idea-proyecto ya fue realidad. Cada integrante del Club “Pinocho” llamó a sus parientes, amigos, vecinos; se sumó el club de Hockey, fueron llamando desconocidos y gente absolutamente convencida de que “el esfuerzo de cada uno podía ayudar a muchos”. Y así fue, el 30 de marzo, en un camión de Gendarmería, autorizados a abandonar la cuarentena por una causa común, lograron juntar mercadería para armar 43 bolsas que llevaban en su interior: papa, cebolla, poroto, harina, azúcar, arroz, arvejas, lentejas, polenta, sal, puré de tomates, aceite, cajas de té en saquitos, yerba, leche, fideo, dulce de leche.

       

La distribución comenzó por los barrios y asentamiento que rodean el casco céntrico de Bernardo de Irigoyen. San Sebastián, Vista Alegre, Cuatro Hermanos, Bajo Pepirí, Bicisenda, entre otros. La gente los recibía con palabras y gestos de sorpresa, preguntando quiénes eran, agradeciendo en portuñol, en portugués, en castellano; con lágrimas, apretones de manos y “gracias, gracias, gracias”, como si en la repetición de esa palabra mágica profundizaran lazos distintos, de cercanía, de hermandad.

 

“Cuando uno no tiene qué poner en la boca de sus hijos, el mundo se termina”, llegó a afirmar un abuelo, habitualmente el responsable de llevar a la casa el sustento diario para hijos y nietos.

Fue tanto el nivel de respuesta al pedido de colaboración, que organizaron una segunda entrega concretada días atrás: esta vez incorporaron ropas necesarias con la llegada de las temperaturas más bajas -las que en Bernardo de Irigoyen siempre son más bajas que en el resto de la provincia- y más juguetes.

 

Ya el fútbol poco importa. El Covid-19, un bicho que pisa fuerte pero al que enfrentan con unión, optimismo, más solidaridad y esa convicción de novelas aventureras donde se repite “uno para todos y todos para uno”.

 

     

     

 

ZF

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