Tungoil, la fábrica de aceite de tung de Santo Pipó, está en su desguace final

El silencio que genera el cierre de una fábrica se agiganta cuando miles de productores de materia prima dependen del trabajo de sus obreros y del rumor industrioso de su maquinaria.

 

Ese silencio se agrandó hasta el infinito en Santo Pipó con el cierre definitivo de la Tungoil, una planta elaboradora de aceite de tung. Originaria de Oriente, la planta de tung proporciona un aceite utilizado para calafatear embarcaciones, alimentar antorchas y hogueras, proteger maderas a la intemperie y hasta como medicina para curar heridas en la piel.

 

En la actualidad es aplicado a la fabricación de pinturas, lacas, sustancias impermeables, aislantes de poco peso, linóleos, hules, cintas para frenos de automóviles, barnices. Hasta algo tan simple como la envoltura de cartuchos, la base de la pintura de las naves espaciales y también las vainas y correderas de los misiles, según los más osados que lograron llegar al mercado de EE.UU..

 


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Sin embargo, hubo partida de defunción para los galpones de la Tungoil, que sucumbió a un entramado de medidas tributarias y judiciales que frenaron sus motores y un cierre de portones definitivo para los camiones que traían toneladas de la nuez milagrosa, que destilaba aceite para industrias de todo tipo.

 

Atrás quedaron -aseguran- unos 3.000 productores que vendían a buen precio su producción. Cobraban en término y diversificaban las plantaciones de sus chacras, sumando el tung al té, la yerba, la madera y las granjas. Una cadena productiva se paralizó junto a medio centenar de obreros que trabajaban en forma directa.

 

El golpe final llegó en estos días, aplastando a medias el fin del verano y el comienzo de la cuarentena por el coronavirus. El desguace de la fábrica puso a la intemperie las entrañas destrozadas de una maquinaria creada para generar riqueza en Misiones.

 

 

Armar la historia no es fácil, porque cada uno la cuenta y explica a su manera. La planta exótica, oriunda de China, llegó a Misiones a principios del siglo pasado. Para 1950 había 54.820 hectáreas cultivadas con esta especie cuya semilla produce un aceite útil para varios usos industriales.

 

La cifra de la cantidad de hectáreas plantadas corresponde a Horacio Belastegui, en su libro “Los colonos de Misiones”. Otros protagonistas indican que los productores rondaban los 3.000 no solo en los municipios vecinos de Santo Pipó y Urquiza, sino en otros más alejados.

 

Se generó una cuenca productiva, ubicada en la “franja ribereña del tung” siguiendo el curso del Paraná. Con la semilla embolsada en las chacras surgieron enseguida las plantas procesadoras que le dieron valor agregado. Por lo menos una medida docena. La Tung Oil, conocida como la Santo Pipó Tungoil fue creada en la década del ’40 e integró una constelación productiva junto a la “Óleo Tung” en Puerto Rico, la Cooperativa Agrícola de Eldorado y la Cooperativa de Picada Libertad.

 

¿Podría resucitar una industria que le dio tanto a Misiones? En la Tungoil, claro que no. Está en pleno proceso de desguace. Solo quedan erguidos sus seis silos de cemento. Más grandes aún que los que existen en Puerto Madero, y tan gigantescos como los que existen en la ribera del Paraná, en Rosario, todos convertidos en lujosos departamentos.

 

Desde los años ’40 hasta la década de 1980 la Tungoil trituró millones de toneladas de las semillas de tung. Luego vino un intento de moler soja y fabricar harina, pero así comenzó el declive. A fines del siglo pasado y comienzos de este hubo otros intentos, que desembocaron en una catástrofe.

 

El tiempo de la COFRA

 

¿Vos cortarías una Ferrari, y la venderías por kilo?”, preguntó irónico uno de los protagonistas de la historia de esta industria. Es quien asegura que la planta fue desarticulada en esta década pasada, cuando aún podía funcionar. La “Ferrari” de la Tungoil era su maquinaria fabricada por Desmet, de Bélgica.

 

El equipo de procesamiento incluía desde la carga de semillas hasta el envasado de aceite en botellas. Preparaba las semillas, las prensaba y extraía el aceite, con capacidad de refinamiento y modificación para otros usos.
Rompieron los motores y destrozaron todo lo que no pudieron llevarse”, acusó Ricardo Saraceni, secretario de la Cooperativa Frigorífica Alem Ltda (COFRA) en declaraciones a Misiones Online.

 

Finalmente la COFRA vendió el predio de 29 hectáreas (con la mayor superficie en Santo Pipó y alrededor de 5 hectáreas en Urquiza, del otro lado del arroyo Ñacanguazú). Junto con el predio, el nuevo dueño continuó con el desguace en estos días.

 

Saraceni aseguró que fueron analizadas “varias alternativas, como elaborar aceite de soja para lo cual debíamos comprar materia prima; pero fue inviable”. El directivo de la cooperativa de Alem sostuvo que el último que manejó la industria “dejó una destrucción enorme”.

 

Luego la COFRA terminó de extraer lo que pudiera ser de valor -no se sabe quién llevó la maquinaria Desmet- y hasta se especuló con utilizar los gigantescos silos de cemento. La idea fue convertirlos en alojamiento hotelero, como ocurrió en el porteño barrio de Puerto Madero.

 

La Cooperativa Frigorífica se hizo cargo de la planta industrial en los ’90 durante el gobierno del exembajador en París y exlegislador Federico Puerta. “Yo estaba en la Dirección de Tabaco y Puerta me llamó para que nos hiciéramos cargo y compráramos la tungoil con recursos del Fonde Especial del Tabaco (FET)”, relató Saraceni.

 

El cooperativista dijo que la inversión en ese entonces fue de alrededor de $ 1.100.000 cuando la Convertibilidad ancló el valor del dólar en un peso. Saraceni dijo que el período en el que la COFRA concesionó la Tungoil “nunca nos pagaron, se obtuvieron varios préstamos y quien lo manejaba lo destruyó; un daño terrible”.

 

Ninguno de los protagonistas supo o quiso decir quién es el dueño actual del predio y los escombros de la Santo Pipó Tungoil. Solo Horacio Blodeck, cuya familia produjo tung para abastecer a la fábrica, aventuró que terminó en manos de una firma de Puerto Rico dedicada a la fécula y almidón de mandioca. Desde esa firma aseguraron que la empresa es propietaria de un lote vecino a la vieja fábrica, sin relación con la misma.

 

El desguace de lo que resta de la antigua estructura continúa hasta el último clavo o tornillo de sus estructuras. Mientras tanto siguen las especulaciones. Algunos dicen que la mitad de la biblioteca les asegura que el aceite de tung sería un negocio rentable. Otros, entre ellos los directivos cooperativistas, lo niega y aseguran que es una industria inviable.

 

 

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