Buscó refugio emocional en los tatuajes, se tatuó los ojos y casi pierde la visión

Luego de 15 intentos de suicidio, la joven dice que encontró en los tatuajes el consuelo que necesitaba.

 

Amber Luke tiene 24 años y vive en Nueva Gales del Sur, Australia. A los 16 años, y en un intento por salir de una depresión, sintió curiosidad por hacerse un tatuaje. Luego, a los 20 desarrolló una obsesión por ellos.

 

Hoy cuenta con más de 250 modificaciones corporales extremas, en las que invirtió aproximadamente 30 mil libras esterlinas (equivalente a casi dos millones y medio de pesos argentinos). Esta suma incluye lengua bífida (partición del órgano en dos), levantamiento de glúteos, relleno de pómulos y labios, inserción de un septum (perforación del cartílago de la nariz), piercings microdermales (implantes subcutáneos que sujetan una joya), colmillos removibles para calzar en la boca, pecas tatuadas, implantes mamarios, expansores en los lóbulos de las orejas y colocación de piezas de oro blanco con diamante en los dientes.

 

A pesar de todas esas intervenciones, ella contó que tatuarse los ojos de color azul fue “el dolor más inmenso que había soportado hasta ahora”. El procedimiento duró 40 minutos y es considerado como peligroso por la cercanía que tiene la aguja con la zona ocular. “La sensación que percibí cuando mi ojo era penetrado con tinta fue horrible, era como si agarraran pedazos de vidrio y me los frotaran encima”, declaró la joven, según trascendió a través de The Sun.

 

El tatuador intervino alrededor de cuatro veces por ojo y en consecuencia, Amber sufrió ceguera durante tres semanas mientras se acomodaba la tinta. Progresivamente fue recuperando la visión y hoy disfruta que la llamen “dragón blanco de ojos azules”.

 

Fuente: TN

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