¿Por qué a los venezolanos se los quiere emplear como cosecheros de yerba mate en Misiones?

Hace pocos días un empresario se quejaba porque los misioneros no querían cosechar yerba durante doce horas por día por 500 pesos (unos 8 o 9 dólares), y proponía que se les corte toda ayuda social de parte del Estado a estos «mensúes modernos», llamados tareferos, para así condicionarlos al trabajo por esa paga. Conozca la cara oculta de este negocio que supera los 60 millones de dólares de ingreso anual en exportación.

El 9 de enero de 2020, era un mediodía excesivamente caluroso en Misiones, superaba los 40 grados de temperatura pero se sentía más aún sobre el asfalto de la ruta 12, y con más intensidad todavía dentro dentro de una combi que hacía improvisadamente de transporte de personas, transitando hacia Jardín América. En el furgón, sin asientos ni cinturones de seguridad, viajaban apretujados veinte trabajadores, venían de la ruda cosecha de la yerba mate, en estas agobiantes condiciones de traslado. En un momento determinado, por un desperfecto en el vehículo, este se desploma y cae tres metros hacia abajo en un barranco, provocando heridas de consideración a todos los ocupantes, incluido un menor de 16 años que también era empleado como peón en la cosecha. Nueve tareferos resultaron con heridas de gravedad, y uno de ellos al momento de escribir esto aún sigue internado y corre riesgo de muerte.
No es la primera vez que un accidente de esta característica sucede en la Provincia. En 2013 un camión volcó en la ruta 220, en una localidad llamado Salto Encantado. El camión llevaba 25 tareferos, también sin condiciones mínimas de seguridad de transporte de personas, y además al vehículo le fallaban los frenos. De las ocho personas que fallecieron, tres eran menores de edad, un joven de 17 años y dos niños de 14 años (todos eran trabajadores de la yerba).

Los 500 pesos (hoy 9 dólares) que se le paga al día a estos trabajadores es a destajo, no siempre hay contrataciones en blanco, y solo se les paga si logran una cantidad determinada de hoja cosechada. Las condiciones laborales tampoco suelen ser las mejores: muchos tareferos que se quedan en la cosecha arman unas lonas de plástico que usan como vivienda, no suelen contar con agua potable y hacen sus necesidades en el monte.
Pero hay una cuestión todavía más agobiante para esta gente, que vive con lo justo junto a sus familias: este trabajo de cosecha no dura todo el año. Para paliar esta situación, el Estado implementó un programa de ayuda (generalmente trabajan en la cosecha toda la familia, a veces incluso niños y niñas), y después de que estos presentan unos papeles se les otorga un mínimo subsidio, que puede llegar a ser de 3700 pesos (unos 60 dólares) para que los grupos familiares puedan sobrevivir fuera de la época de cosecha, en un programa social llamado interzafra o intercosecha.

Ante esta situación surge la posición de muchos productores y dueños de yerbales de contratar a otra gente para la dura tarea, acusan a los tareferos de Misiones de «recibir planes sociales y no querer trabajar», y proponen la contratación de venezolanos, quienes a su juicio «trabajan más y se quejan menos».
Uno de los argumentos que usan estos empresarios de la yerba es el acampe que hicieron los tareferos a fin de año en la plaza central de Posadas, frente a la Gobernación, donde se les acusó de «vagos, planeros» y «que no quieren trabajar». El portavoz de los tareferos explicó entonces que les habían prometido un pollo y un pan dulce para pasar las Fiestas y como no habían cumplido fueron a reclamar a la plaza. «No tenemos qué poner en la olla en estas Fiestas, y solo queremos un pollo y un pan dulce para compartir con nuestras familias en Navidad, porque nos lo habían prometido», explicaron.

Ahora los datos estadísticos: solo en noviembre del año pasado, se exportaron 12 millones de kilos de yerba más que el año antepasado, sumando 256 millones de kilos el último año. Esto es solo contando la yerba que se exportó. Podemos pensar que si cada kilo se vendería a un dólar al exterior el ingreso sería de 256 millones de dólares, lo que no es poco dinero. Sin embargo, en la ecuación trazada por los diseñadores del reparto del capital, el más castigado es, justamente, el tarefero, quien recibe entre el 1 y 2 por ciento del costo del producto, el otro 99 por ciento se lo reparten entre el productor, el dueño del campo, el secadero, y el comercio mayorista y minorista.

Sin embargo, hay que reconocer que el productor mediano y pequeño de Misiones se le va a hacer inviable este procedimiento tarde o temprano, incluso aunque los venezolanos trabajen por poca paga. Porque el traslado de personas, que antes resultaba sencillo porque había menos controles y los vehículos eran más fáciles de mantener, hoy se hace casi insostenible. Al productor mediano no le conviene comprar un colectivo en el que invertiría unos 7 millones para llevar tareferos, con los gastos de mantenimiento que ello implica: nafta, repuestos, patente, etc. Por eso lo más probable es que los productores misioneros se vayan mudando a la cosecha mecanizada. Con la cosecha mecanizada, el productor busca la máquina cosechadora, lo sube a un trailer enganchado detrás de un camión, y lleva un ayudante o dos. Con esa máquina cosecha unos 10 mil kilos de yerba, se va al secadero, vende el producto y vuelve a su casa con la plata en la mano. Ahora, con la cosecha mecanizada, el tarefero no sería más un quebrador de plantas, sino un podador especializado. Pero claro, miles quedan afuera de la cosecha. De nuevo, en este esquema el que pierde es el tarefero (un tarefero haría el trabajo de veinte y ya no le pagarían más por kilo de yerba cosechada).

Hoy día, la contratación de venezolanos es inminente y ya está sucediendo en algunos yerbales. Pero esto no soluciona para nada el problema laboral de la yerba mate en Misiones. Tal vez incluso lo agudizaría, porque deja a una cantidad de familias sin trabajo, y además estigmatizada por un sector de la sociedad. Habría que comenzar de una vez por todas el cambio de paradigma de la distribución de la riqueza generada por la yerba mate y que los dueños de secaderos sean más generosos en el reparto de la torta, y el Estado vigía debería garantizar al trabajador de la yerba (sea el clásico tarefero o un tarefero convertido en podador especializado) un sueldo digno, para que en las próximas Fiestas puedan comprarse un pollo y un pan dulce para compartir con sus familias, y no tengan que mendigarles al Estado. La dignidad es un derecho de todos, y no debería resultar divertido para ningún argentino tomar mate a costa de la explotación laboral de los cosecheros.

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