Carta de monseñor Juan Rubén Martínez: «La Sagrada Familia»

La liturgia nos invita en este domingo a celebrar a la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Realmente es un misterio maravilloso y fruto de la misericordia de Dios, el que Él haya querido hacerse uno de nosotros, asumiendo nuestra naturaleza humana, nuestra historia. Que haya  elegido un pueblo, y un lugar marginal para nacer, un pesebre. Y que lo haya hecho en una familia humilde.

El Evangelio de este domingo (Mt 2,13-15. 19-23), nos señala que esta historia hecha «historia de la salvación», con el «Sí» de María y la Encarnación, no iba a ser fácil: Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.» (Mt 12,13). En este domingo, es necesario que los cristianos oremos y reflexionemos sobre la vida y sobre el modelo de familia que nos propone la Palabra de Dios.

Un documento emitido por la Comisión Episcopal de Laicos y Familia de la C.E.A. en su introducción nos ubica en esta temática que para todos, y especialmente para nuestra Diócesis es uno de los ejes pastorales que son un desafío en la evangelización en nuestros días.

El documento «Aportes para la Pastoral Familiar de la Iglesia en la Argentina» nos señala: «La familia es el ámbito cotidiano que permite el desarrollo integral de las personas.

Ella continúa siendo el lugar privilegiado de encuentro de las personas donde, en las pruebas cotidianas, se recrea el sentido de pertenencia. Gracias a los afectos auténticos de nupcialidad, paternidad y maternidad, filiación y fraternidad, aprendemos a sostenernos mutuamente en las dificultades, a comprendernos y perdonarnos, a acompañar a los niños y a los jóvenes, a tener en cuenta, valorar y querer a los abuelos y a las personas con capacidades diferentes. Cuando hay familia, se expresan verdaderamente el amor y la ternura, se comparten las alegrías haciendo fiesta y sus miembros se solidarizan ante las dificultades cotidianas, la angustia del desempleo y el dolor que provocan la enfermedad y la muerte.

Sin embargo, inmersas en la crisis de la civilización y en el drama de la ruptura entre Evangelio y cultura, constatamos que las personas, el matrimonio y la familia, no encuentran nuevos cauces para sostenerse y crecer.

La fragmentación presente en nuestra cultura, marcada por el individualismo y la crisis de valores, llega también a las familias, jaqueadas además por legislaciones que alientan su disolución, por modelos ideológicos que relativizan los conceptos de persona, matrimonio, familia; por la situación socioeconómica, por la falta de comunicación, superficialidad e intolerancia, e incluso por la agresión y violencia en el trato entre personas».

Este tema de la familia que, en general, nuestra gente lo considera central para la sociedad y para sus vidas, no solo es importante por su dimensión religiosa, sino desde lo antropológico, psicológico, sociológico y cultural. Es el núcleo generador de valores como la vida, la solidaridad y la justicia. Es asombroso y merece que le dediquemos tiempo a investigar y buscar las causas de por qué la familia, que es clave para la proyección de la misma humanidad, no cuente con el suficiente apoyo político, económico y comunicacional y, por el contrario, desde financiamientos y pautas internacionales y nacionales, se busque desarticular el núcleo del matrimonio y la familia, llegando a distorsionarlo muchas veces hasta en los mismos contenidos y propuestas educativas.

Como Iglesia venimos reflexionando, sobre todo en los últimos años sobre los desafíos pastorales para acompañar mejor a las familias. Nos planteamos cómo salir al encuentro misericordioso de tantos sufrimientos y situaciones difíciles.

En este contexto navideño la liturgia nos propone el modelo de la familia de Nazaret, de Jesús, de María y de José. Es una buena oportunidad para que consideremos la centralidad que tiene la cuestión familiar en el proyecto de país y provincia que queremos.

Como Obispo y Pastor quiero pedir a Dios por todos, para que empecemos un año donde nos realicemos en la esperanza.

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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