Denuncia que su ex, un suboficial de la Prefectura, la hizo pasar por loca para quitarle a su bebé

El hombre tuvo denuncias por violencia de género. Un grupo de mamás sostiene que es una práctica común para castigar a las mujeres que escapan de relaciones abusivas.

Julieta Soutus conoció a Angel Rosales, suboficial retirado de la Prefectura Naval, y al mes ya estaba embarazada. Nada la hizo sospechar en las primeras semanas de su relación de tres años que se trataba de un hombre capaz de dañarla tanto como lo hizo. Pero estaban en el auto discutiendo por algo sin importancia, cuando el empezó a zamarrearla, a darle cachetadas, y a tirarle del pelo.

«Yo le pedía que no lo hiciera, que iba a perder el bebé. Hasta ese momento, él era sumamente educado, no era agresivo, ni siquiera levantaba la voz«, alega Julieta, que tiene un hijo mayor de otra pareja y se esfuerza estudiando el secundario a pesar del drama que está atravesando.

Como tantas mujeres víctimas de violencia, ella no hablaba con nadie de lo que le pasaba. «Mis hermanas me veían los golpes. Una vez me mordió el brazo, y lo tuve verde y violeta, pero yo creo que se cuidaba. Cuando me pegaba, jamás lo hacía en público, y además tenía métodos, como doblarme los dedos o tirarme del pelo para no dejar huellas».

Cuando el embarazo estaba llegando a término, una visita del padre de su hijo mayor para dejarle la mensualidad derivó en un ataque de celos de Rosales, que corrió a Julieta con un cuchillo amenazándola con apuñalarla en el vientre y tajeándole la ropa y gritándole «puta» como insulto. Julieta estaba teniendo contracciones, y el parto de Eros se adelantó, producto del estrés.

Después del nacimiento, el día de la externación, Rosales tenía que ir a buscar a su mujer y al bebé. Como ella no le contestó de inmediato un mensaje le preguntó si estaba hablando con «su otro macho».

La violencia no cedió: él se enojaba si ella le contestaba y cuando se quedaba callada, le dio un puntapié en las caderas mientras ella cargaba a su hijo, la golpeó con un aerosol en la frente y la dejó sangrando, le tiró agua hirviendo y se arrojó para pegarle con fuerza sobre la cama sin ver que su propio hijo estaba allí. La arrastraba por el piso, la pateaba. Nunca le pedía perdón. «Me decía que yo tenía la culpa, que yo no tenía que hablarle como le hablaba«, relata Julieta. Todavía no sabe si no perdió audición por los golpes que le daba en los oídos.

Rosales también ejercía otro tipo de violencia sobre ella: la dejaba encerrada sin comida con sus hijos, y no le permitía trabajar.

Según Julieta, hijas del anterior matrimonio de Rosales le revelaron que su exesposa tiene severas evidencias de la violencia sufrida: 21 puntos en la cabeza, quemaduras en los brazos, huesos rotos y falta de dientes. El exintegrante de la Prefectura «tuvo una restricción de acercamiento a una de sus nenas. Tuvo que verla con una asistente social durante dos años», asegura.

La venganza

Finalmente, Julieta se separó y empezó una nueva vida. Estaba preparando la comida para sus hijos en casa de su madre cuando llegó un patrullero con policías y le dijeron que tenía que acompañarlos.

«Yo no entendía qué pasaba. Me tuvieron ocho horas con mi bebé en una oficina, y nadie me explicaba por qué. Finalmente, me dijeron que una jueza había determinado que mi hijo se fuera a vivir con otra persona. El papá me había hecho una denuncia de dos líneas diciendo que yo tenía problemas mentales«, recuerda.

La separación de Julieta y de su hijo Eros, entonces de un año y cinco meses, fue desgarradora. Ella lloraba, y le indicaban que no lo hiciera porque era traumático para el nene. Ella estaba amamantándolo todavía y una trabajadora social le dijo que era» una buena oportunidad para el destete».

Eros fue a vivir por unos días a la casa de una tía paterna hasta que finalmente se mudó con Rosales. A pesar de su insistencia, a Julieta jamás le hicieron una pericia para probar si era real que tenía trastornos psiquiátricos que le impedían cuidar de su hijo. Recién lo logró cinco meses más tarde.

«Le creyeron a él, y a mi ni siquiera me examinaron ni me hicieron un estudio socioambiental. El dice que yo era la violenta, que le rompí el auto, lo que es mentira. Por eso, el colmo de los colmos, tengo una perimetral y él, que tiene un arma por su profesión, un botón antipánico«, se queja Julieta. «Intenté que me ayudaran en la Prefectura, pero se lavaron las manos y me derivaban de un lugar a otro».

Cuando venció la primera perimetral, Julieta quiso ver a su hijo y fue a la casa de Rosales. El se negó y le ofreció mostrárselo a través de la ventana.

«Yo considero que estuve mal asesorada legalmente. Pero ahora, con una nueva abogada y el apoyo de Furia Feminista, voy a seguir peleando para recuperar a mi hijo. Yo siempre voy a estar para él, no lo voy a abandonar nunca», dice. «En el juzgado me preguntaron si me voy a oponer a que el padre lo vea. No me opongo, la única condición es que los encuentros estén supervisados».

Este miércoles, en el juzgado 1 de Familia de Campana, Julieta Soutus tiene una audiencia. La van a acompañar otras mamás que están atravesando por la misma situación.

El método

Candelaria Grieco es profesora de inglés y está sufriendo el asedio de su expareja, que con un modus operandi similar al que usó Rosales, intenta quedarse con su hija de 8 años e impedirle el contacto.

«Él no era violento física, sino psicológicamente. Me aisló tanto que yo salía de un cuarto para ir a trabajar a cuatro cuadras de mi casa y volvía. Cuando nos separamos, me sacó la nena denunciando negligencia, porque la dejé al cuidado de mi hijo mayor de 17 años un par de horas para viajar a Buenos Aires», sostiene Candelaria. «Ahora, la nena tiene miedo de dejar de vivir con su padre porque él le dice que se moriría si ella se va o que mataría al resto de su familia».

La inconsistencia de las denuncias no es obstáculo para que varias madres de Zárate y Campana sean separadas de sus chicos. «Se aprovechan del desconocimiento de las mamás. También nos amenazan, nos dicen que tienen fotos que prueban que nuestros hijos estaban desatendidos, sucios, mal alimentados. Todos tienen la misma abogada«.

Con mucha claridad, Candelaria sintetiza en pocas líneas lo que considera que está sucediendo. «Nosotras hemos tenido relaciones sentimentales o matrimonio con personas violentas física, psicológica y económicamente. En el momento de la separación, cuando una se anima y puede salir de ese círculo, la violencia crece exponencialmente. Cuando no te pueden pegar o psicopatear más directamente, van por tus hijos«.

«En horario de visita van a los servicios locales y manifiestan que las madres son violentas, putas ,drogadictas, abandónicas o negligentes. En ese momento los profesionales de los servicios realizan informes diciendo que la recomendación es que esa criatura se quede con el padre violento que no se lo devuelvan a la madre y lo elevan a los juzgados de familia. Las juezas reciben el informe y accionan en consecuencia, avalando la medida de separar a las criaturas de sus madres. No hay pericias, estudios médicos, nada. Eso viene mucho después- alega Candelaria- pero para entonces, el vínculo entre madre e hijo está dañado».

(TN)

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