Nació en 1935 y conserva la lucidez y la memoria de un joven de 20. Organizó varias competencias ciclísticas en las décadas del 50 y 60, entre ellas la famosa Vuelta a Misiones en 1964, en lo que había sido su última edición antes de que volviera a realizarse hace mes atrás. Instalado en Posadas, se lo puede encontrar en la Costanera andando en su bicicleta.
-Hola Juan, te llamo para poder hacerte una entrevista
-Por fin se acordaron de mí, je
Juan mencionó las palabras anteriores en un tono de alegría. Era la llamada que esperaba. La que lo invitaba a contar su historia llena de anécdotas y particularidades.
“Nací en Apóstoles donde había una cuna grande de ciclistas”, advirtió en los primeros segundos de la nota dando un presagio de lo que iba va a venir en los minutos posteriores. La historia de Juan Alvino Lascheuski arranca un 23 de junio de 1935 y continúa hoy 84 años después. A lo largo de ese tiempo su vida fue sufriendo distintas transformaciones tantos físicas como espirituales, pero hay algo que se mantuvo intacto y eso es su pasión por el ciclismo.
Lejos de celulares, de las redes sociales y del internet, Juan lleva una vida tranquila, a contramano del alboroto de la capital misionera. Todos los domingos compra el Diario La Nación y prefiere escuchar un partido de fútbol por radio a verlo por televisión. Tal vez la cualidad más atractiva que posea es su memoria y es esa la virtud la que lo convierte en una biblioteca viva, donde se guardan nombres y recuerdos de personas que en algún momento hicieron su aporte al deporte de la Tierra Colorada.
Su primer encuentro con el ciclismo se dio en el Regimiento de Apóstoles, donde conoció a Fermín De La Cruz, a quien- hasta hoy- sigue considerando como al mejor ciclista de todos. Una infortuna lesión en su tobillo terminó prontamente con su carrera de corredor cuando apenas superaba los 20 años. Juan logró superar esa mala jugada del destino, salió adelante con la bicicleta como motor y se reinventó en el rol de organizador, aunque primero arrancó colaborando con el presidente del Club Ciclistas de Posadas.
Corría la década del 50 cuando una carta llegó a Misiones proveniente de Buenos Aires. La misma la había enviado la Federación Argentina de Ciclismo para comunicarle a la asociación misionera que tenía que federarse para que sus campeonatos tuvieran validez. La tarea no era fácil ya que implicaba un viaje a la capital del país del país para resolver esa situación.
(Ciclistas durante una carrera en Misiones)
Fue el propio Juan quien, junto a otros acompañantes, emprendió el viaje y logró destrabar el conflicto con un dinero de por medio que tuvieron que poner de su bolsillo.
Gracias a la gestión anterior, Misiones pudo seguir disfrutando del ciclismo un tiempo más, aunque cada carrera implicaba una serie de trámites que el propio Juan resolvía en persona. “Si se corría en rutas provinciales, tenía que ir a pedir permiso a Vialidad Provincial. Si hacía en rutas nacionales, tenía que ir a hablar con el presidente de Vialidad Nacional”, rememoró.
Pero la burocracia no sólo es una característica de la Argentina del presente, sino que siempre ha estado presente en el suelo Albiceleste. Para llevar adelante una vuelta ciclística era, entre otras cosas, necesario contar con una personería jurídica, lo que en ese tiempo representaba un problema difícil de resolver.
Sin embargo, la palabra “imposible” no parece ser parte del diccionario de Juan y gracias a su personalidad y perseverancia logró que el Club Atlético Posadas le firmara la solicitud. Por esa gestión, Misiones pudo disfrutar de grandes carreras de la época.
(Festejos de ciclistas luego de una carrera)
En 1964, Juan se encargó de organizar la última Vuelta a Misiones, antes de que volviera a reeditarse hace un mes atrás. “Hubo una conversación con periodistas deportivos. Uno de ellos era Juan Lucero, quien me contactó con el jefe de Gendarmería Nacional, al que le interesó la carrera”, recuerda.
La tarea no fue sencilla. Juan se quedaba trabajando hasta las últimas horas de la noche con un oficial de Gendarmería diagramando el reglamento, mientras se encargaba de organizar la logística y el alojamiento de los competidores.
Más de 30 participantes llegaron a la Tierra Colorada para disputar la competencia, todo un éxito para la época. “Un equipo tenía cuatro competidores. Nunca había visto así”, señala.
La carrera duró cuatro días y tuvo la misma cantidad de etapas, Posadas- Concepción de la Sierra- Oberá- Puerto Rico.
La última etapa se corrió en dos tramos Puerto Rico- San Ignacio y San Ignacio- Posadas. Es en este momento de la entrevista donde Juan saca a relucir el poder de su memoria.
“En la etapa entre Puerto Rico y San Ignacio empezó a llover y la lluvia vino del norte”, cuenta Juan en detalle, como si la carrera hubiese sido ayer y no hace casi 60 años.
La lluvia no es un dato menor y por eso el protagonista la puntualiza con tanta precisión. En ese momento, marcó un quiebre en la competencia porque les permitió a dos corredores ampliar su ventaja frente al pelotón, donde en cada momento y, como consecuencia del barro, un ciclista terminaba en el piso.
La carrera llegó a su fin y luego se realizaron los tradicionales festejos como en las ocasiones anteriores. Sin embargo, Juan, que siempre intentaba estar un paso adelante de los hechos, no sabía en ese momento que esa iba a ser su última gran cita con el ciclismo.
La Vuelta a Misiones estuvo 55 años sin realizarse y Juan dejó de lado la organización deportiva para enfocarse en lo que más amaba: su familia.
Hoy, Juan tiene 84 años. El tiempo transcurrió, se hizo padre primero y abuelo después. Se lo puede encontrar, como no podía ser de otra manera, a bordo de su bicicleta en la Costanera posadeña, dispuesto a seguir añadiéndoles hojas a su historia, porque como dijo Julio Cortázar, “un cuento es como andar en bicicleta” y Juan todavía tiene fuerzas para seguir pedaleando.
(Fotos históricas del ciclismo misionero)
L.D
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