Análisis semanal: el rol cada vez más importante de Misiones en la diplomacia de Alberto

Con la campaña tomando cada vez más temperatura, los principales contendientes a la presidencia se vieron obligados a dar pelea en ámbitos en los que se saben en desventaja. Para Mauricio Macri y su troupe de fundamentalistas de las redes sociales ese ámbito es la calle, espacio que los arquitectos de comunicación política amarillos siempre denostaron por populista y choriplanero, incluso en contradicción con los propios partidarios  del Gobierno que en más de una oportunidad convocaron a movilizaciones bajo distintas consignas.

 

Con voluntad proselitista renovada e inspirado en la épica de la remontada, Mauricio Macri y sus espadas de campaña bajaron la intensidad del contacto virtual con sus seguidores y se muestran dispuestos a pisar la calle en un esquema proselitista tradicional bajo el slogan “30 marchas en 30 días”.  Ya no se trata del contacto íntimo en una atmósfera controlada luego multiplicado por las redes sociales que proponía el formato de los timbreos. Por primera vez el presidente convoca a los suyos a salir a la calle y a multiplicar esa convocatoria.

 

Con la batalla económica perdida por goleada, el presidente de las plazas vacías ahora busca la foto de la multitud en la calle en una última apuesta por descontar una ventaja que parece demasiado larga.

 

La estrategia del Frente de Todos no podría ser más distinta. De ese lado de la grieta no muestran ningún interés por mostrar fortaleza en la calle, incluso en los actos que encabeza Cristina Fernández con la excusa de presentar su libro se nota cierto esmero en no generar convocatorias cuya masividad pudiera asustar la clase media. En esos estratos sociales se cuentan por miles quienes votaron a Alberto en las Paso como castigo al fracaso económico de Macri, pero no sienten ninguna afinidad por el culto que hizo el kirchnerismo a las multitudes en la calles.

 

La temporada alta de cortes de avenidas y rutas promocionados por organizaciones sociales y grupos piqueteros, algunos de ellos relacionados al Frente de Todos, no hizo más que avivar ese temor de la clase media, lo que llevó al propio candidato ganador de las PASO a salir a pedir tranquilidad y mesura en las expresiones de protesta.

 

Así como a Macri no le quedó otra que dejar las redes y salir a la calle a buscar los votos que le faltan, Alberto también busca afirmarse en un terreno en el que su rival le saca ventaja: el de la diplomacia. Mientras el presidente busca mostrarse como un líder popular frente a los propios, el aspirante más serio a sucederlo intenta exhibirse ante mundo como una figura moderada capaz de llevar adelante una política racional en materia de relaciones exteriores.

 

La tarea no es sencilla porque durante los doce años que gobernó, el kirchnerismo sacó rédito político de una retórica anticapitalista tardía, más propia de un centro de estudiantes de ciencias sociales que de un estadista moderno. La derrota electoral de 2015 no generó un cambio en esa línea de discurso. De hecho, hasta que las PASO le hicieron saber al peronismo que tenía chances ciertas de volver a ser gobierno, poco y nada hicieron desde ese espacio por contradecir a los voceros de Cambiemos que se encargaban de repartir por el mundo la imagen de un peronismo antirepublicano, antidemocrático y filocomunista.

 

Un país sin las emergencias económicas y financieras de la Argentina de Macri le permitieron al kirchnerismo darse algunos “lujos” como aquella Cumbre de las Américas de Mar del Plata de 2005 que enterró el proyecto promovido por Estados Unidos del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)  y que incluyó una colorida contra-cumbre encabezada por el líder venezolano Hugo Chávez y que tenía a un enfervorizado Maradona como entusiasta bastonero.

 

Al entonces presidente norteamericano George Bush junior, poco habituado a los desaires públicos, le tocó escuchar un aleccionador discurso de Néstor Kirchner antes de volver disgustado a su país para nunca más volver a Argentina, ni él ni ningún otro presidente estadounidense por los siguientes diez años, hasta que Barack Obama bendijera con su presencia al por entonces flamante presidente Macri.

 

Alberto Fernández, que reportaba a Néstor como Jefe de Gabinete al momento de la recordada cumbre, sabe que si quiere tener una presidencia viable deberá –entre otras cosas- recomponer las relaciones del peronismo con el gran país del norte. Lo dejó en claro esta semana en una entrevista que dio en Bolivia: “Estados Unidos es la primera potencia del mundo. Ningún país como Argentina puede enemistarse con Estados Unidos”, declaró.

 

Protagonismo misionero

 

En un encomiable ejercicio de funambulismo, el candidato del Frente de Todos intenta seducir a la diplomacia norteamericana sin arriar del todo las banderas de la defensa de la soberanía copiosamente presentes en el relato kirchnerista. En esa búsqueda de proyectar una imagen de equilibrio, de voluntad de integrarse al mundo sin resignar soberanía, el Frente de Todos y el propio Alberto encontraron un socio ideal en el misionerismo.

 

No es por casualidad o capricho que el gobernador electo de Misiones, Oscar Herrera Ahuad, haya tenido un rol protagónico en la comitiva que viajó esta semana a Estados Unidos como avanzada de Alberto Fernández, ni que el embajador del país del norte Edward Prado lo convocara para una reunión a la vuelta de ese viaje.

 

Por varios motivos el Gobierno de Misiones está considerado por el Departamento de Estado norteamericano como un buen ejemplo en la región, lo que llevó a algunos de sus principales dirigentes, como Herrera Ahuad, a trabar una relación cercana con el mencionado Prado. El compromiso de Misiones con la lucha contra el narcotráfico -uno de los temas centrales de la política exterior norteamericana en los últimos 50 años-  es uno de los aspectos que valoran desde el país del norte.

 

La propuesta de crear una Secretaria de Prevención de las Adicciones y la Droga formulada por el gobernador electo durante su campaña no hizo más que reforzar esa percepción, de allí que el embajador de Estados Unidos en Argentina se comprometiera a propiciar acciones bilaterales para colaborar con la puesta en marcha de dicha secretaría en Misiones.

 

Del tema se habló largo y tendido durante la reunión que mantuvo Herrera Ahuad en las oficinas del Departamento de Estado en Washington con Kevin Michael O’Reilly, asistente del Secretario de Estado norteamericano para el Cono Sur y Bruce Friedman, Director para el Cono Sur del ministerio de Relaciones Exteriores.

 

Otro aspecto del misionerismo que valoran en Estados Unidos es la apuesta constante por la modernización y las nuevas tecnologías que desde hace ya varios años es eje central en los lineamientos políticos que traza el conductor del espacio, Carlos Rovira. Más allá del éxito de iniciativas puntuales como la Escuela de Robótica o el desarrollo de la educación disruptiva, lo que destacan desde afuera es la tenaz voluntad de una provincia pequeña, ubicada en la periferia de un país periférico, de ocupar un lugar de vanguardia en el ámbito del conocimiento y en el desarrollo de la técnica.

 

Este reconocimiento de Misiones como actor importante para el establecimiento de las relaciones entre un eventual gobierno de Alberto Fernández y la principal potencia del mundo pone a la provincia en un estatus privilegiado del cual Misiones puede sacar provecho.

 

En la reunión entre Herrera Ahuad y Prado, se avanzó en la posibilidad de que llegue un vuelo directo desde Estados Unidos a Iguazú, algo que Misiones ya viene gestionando desde antes de la llegada del vuelo de Air Europa proveniente de Madrid que comenzó a operar en agosto y que daría un nuevo impulso al turismo internacional en toda la provincia.

 

Números rojos

 

La necesidad de Alberto Fernández de llevarse en buenos términos con Estados Unidos parte del descalabro económico con el que le tocará lidiar de resultar electo presidente. La estadística difundida durante la semana no dejó dudas respecto a la profundización de una crisis que no encuentra piso.

 

El viernes el Ministerio de Hacienda de Nación celebró que agosto  cerró con un superávit primario de 13.700 millones de pesos, producto principalmente de un severo ajuste de gastos. Al pie del mismo informe, la cartera que conduce Hernán Lacunza informó que el déficit financiero el mismo mes fue de 14.800 millones de pesos, motorizado por pagos de deuda cada vez más pesados.

 

Es decir que todo lo que el Estado ahorra a fuerza de un ajuste y de una política contractiva con altos costos sociales, no alcanza para cubrir el agujero fiscal que generó el endeudamiento desmedido con el que el Gobierno nacional financió su fracasado programa gradualista.

 

Esta semana también se conocieron los datos de desocupación que llegó a 10,6% en el segundo trimestre, la cifra más alta de los últimos 14 años.

 

En ese contexto social de emergencia, el Gobierno de Misiones puso en marcha el programa Ahora Tarjeta, una nueva respuesta concreta a un problema puntual de la economía de todos los días de la gente: el alto nivel de endeudamiento.

 

Pero tal vez el dato más preocupante de la economía nacional es el de la salida de capitales y la sangría de reservas que está provocando, algo que los especialistas advierten que no será sostenible, no ya en el mediano plazo sino en lo que resta hasta las elecciones.

 

El último informe cambiario publicado por el Banco Central (BCRA), indica que la fuga de capitales del sector privado no financiero fue de 5.909 millones de dólares en agosto, el record absoluto desde el inicio de la serie estadística, en 2002. La compra de dólares para atesoramiento que superó los 2.400 millones de dólares y la salida de inversiones fue de 3.400 millones de la misma moneda.

 

Según el mismo informe cambiario del BCRA, el stock de reservas al final de agosto apenas superaba los 54 mil millones de dólares y solo durante ese mes cayó en 13,8 mil millones. No hace falta un doctorado en macroeconomía para darse cuenta que esa progresión no resiste mucho tiempo más.

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