El infierno de la abogada acosada por WhatsApp durante 6 años por un preso

Romina S., de Río Tercero, sufrió el ataque constante de Fernando Del Valle Sarmiento, detenido en la cárcel de Bouwer tras una condena por robo. El documento de su elevación a juicio: más de cien páginas de tormentos.

Romina S. salió de los tribunales de Río Tercero en Córdoba cuando terminó la audiencia a la que había asistido. Estaba cansada tras una jornada que había comenzado muy temprano, un día de invierno de 2013. La abogada de 35 años había convenido que se encontraría a unas cuadras con su marido.

Luego de caminar por unos minutos se dio cuenta de que se había quedado sin batería en su teléfono y que no podría coordinar con su pareja el punto de encuentro. Laprominente panza de su embarazo de casi 7 meses le dificultaba volver hasta los tribunales. Por eso, Romina decidió buscar ayuda en la calle. Era la hora de la siesta y la calle estaba desierta. Caminó algunos metros más y observó una casa que estaba en construcción. Se acercó y se encontró con un albañil al que le contó la situación. El hombre la observó y le permitió usar el teléfono de la vivienda que arreglaba.

La abogada llamó a su marido y quedaron en que la pasaría a buscar con el auto a metros de la construcción. Le dijo que en 10 minutos llegaría, que lo esperara en ese lugar. En el ínterin se quedó conversando con el obrero que la había socorrido. Le contó su profesión y el hombre aprovechó para comentarle que estaba con algunos problemas judiciales y le pidió su teléfono para contratarla. La mujer, sin pensarlo demasiado, se lo dio. Un rato más tarde llegó su pareja y la abogada se fue.

Romina ni siquiera imaginó, que ese momento en el que accedió a darle su número al amable y generoso trabajador de la construcción iba a arruinarle la vida. Lo que seguirían serían años de acoso de todo tipo por parte de ese albañil llamado Fernando del Valle Sarmiento, de 34 años. Cientos de llamados, constantes e imparables, mensajes de voz y de texto no solo a ella sino también a sus padres, sus abuelos, su pareja, sus amigas, sus compañeras de trabajo y hasta sus ex novios, contactos a celulares y teléfonos fijos.

El acoso forzó a Romina a cambiar de número decenas de veces, modificar sus costumbres, dar de baja los teléfonos de toda su familia, cerrar sus redes sociales, hacia un pozo de angustia y depresión.

Bajó de peso, se separó.

Los mensajes pasaron de ser invitaciones a salir a repugnantes promesas y amenazas que llegaban a los distintos teléfonos que Romina cambiaba y que, de alguna manera, el hombre conseguía. «Te voy a comer entera. Te voy a comer toda. Te voy a lamer entera. Te voy a hacer de todo. Te voy a hacer el amor. Me vas a dejar que te haga el amor. Te voy a chupar todo. Entera. Ya nos vamos a encontrar y vas a ser mía», fue una de esas promesas. La chance de sufrir un ataque sexual parecía obvia.

Hoy, Del Valle Sarmiento, preso en el penal cordobés de Bouwer, cuyo caso fue adelantado por La Voz del Interior, enfrenta a la Justicia por este acoso cruel y sistemático contra la abogada que lo denunció en 2017: el fiscal Alejandro Carballo lo elevó a juicio por los delitos de coacción reiterada y desobediencia a la autoridad. La Justicia de su provincia lo condenó semanas atrás.

Infobae accedió a la elevación a juicio del caso, cien páginas de tormentos machistas por WhatsApp.

Ni la cárcel lo frena

Dos semanas después de aquel fortuito encuentro, llegó el primer llamado de Sarmiento donde le pedía una reunión para hablar de su problema con la Justicia. La doctora S. le explicó que no podía ayudarlo porque su embarazo estaba muy avanzado. Un mes más tarde comenzaron a llegar mensajes con otro tenor.

Eran dos o tres por día donde le decía que era «hermosa», que estaba «enamorado» de ella, que desde que la había visto no podía dejar de pensar en su rostro y que era «un angelito». Nunca contestó los mensajes. Junto a su marido decidieron ignorarlo convencidos de que se cansaría y dejaría de hacerlo.

La estrategia funcionó, en parte. A las tres semanas los mensajes dejaron de llegar. Sarmiento no se volvió a comunicar. Romina tomó la situación como una anécdota y al poco tiempo se olvidó del tema.

El 4 de febrero del 2016, tres años después, Romina recibió un chat de WhatsApp a su celular de una mujer que decía ser la hermana de Fernando del Valle Sarmiento. En el texto le contaba que su hermano había quedado detenido por una causa de drogas y que estaba alojado en la cárcel de Bouwer, ubicada a unos 20 kilómetros de la capital. Al principio la abogada no supo de quién le hablaban, su memoria ya había eliminado aquel recuerdo del albañil molesto que le mandaba mensajes de acoso. Cuando indagó un poco más y supo quién era decidió derivarlo con sus socios para evitar problemas. A los pocos días se enteró de que el detenido y los abogados no habían llegado a un acuerdo.

Desde ese momento, comenzó el calvario. Del Valle Sarmiento volvió a su vida. Todo se puso peor.

El 16 de marzo del 2016 a las 12.26 Romina recibió un texto desde un celular desconocido que decía: «En la vida hay muchos sueños que uno tiene… y tú eres de mis sueños. Soy Fernando y algún día nos volveremos a cruzar como Dios nos cruzó una vez. Besos». Dos minutos más tarde recibió otro del mismo teléfono: «Guarda tu respuesta, no escribas. Besos». Más tarde, otro que afirmaba: «Soy el chico que siempre piensa en vos… Sabés quién soy». Los mensajes se repetían una y otra vez de manera constante, decenas por día todos los días.

El del 26 de agosto fue particularmente grave: «Cuando salga de la cárcel te voy a ir a buscar para hacerte mi mujer. Vas a ser mía y vamos a ser felices». Todas estas comunicaciones, se comprobaría más tarde, provinieron desde celulares desde el interior de la cárcel de Bouwer. Del Valle Sarmiento no se amedrentó ante los cambios de celulares de Romina. Llegó a escribirle a la tía de la abogada. La madre de Romina mantuvo una breve conversación con el acosador desde el teléfono fijo de la casa. El hombre le dijo que estaba enamorado de Romina y la señora cortó. Ese día se registraron más de 200 mensajes en el buzón de voz.

Lo mismo pasó al día siguiente y al otro. Llamadas incesantes una y otra vez. Llamaba, esperaba unos minutos y volvía a discar.

Romina fue hasta la casa de su madre, atendió el teléfono y suplicó. Le pidió a Del Valle Sarmiento por favor que dejara de molestarla. Llegó a contarle que su mamá estaba muy mal y le dijo que si no paraba de hacerlo lo iba a denunciar. Luego, cortó. La obsesión acosadora, lejos de disminuir, aumentaba. No pasó mucho tiempo hasta que Sarmiento consiguió el teléfono de la casa que la abogada compartía con su pareja y sus dos hijos, uno recién nacido. Los llamados volvieron a ser incesantes hasta que prefirieron desconectarlo. Del Valle Sarmiento hasta llegó a llamar a dependencias judiciales y al Colegio de Abogados de Río Tercero para encontrar los nuevos números. Su excusa era la misma: un cliente que había perdido el celular de su letrada.

En uno de los pocos mensajes de voz que escuchó, Sarmiento le decía a su víctima: «Dale Romi, dame bola. Quiero leerte un poema que te escribí. Cuando salga de acá me voy a hacer un tatuaje con tu nombre. Te voy a ir a buscar cuando esté libre, ese nene que tenés en el Facebook quiero que sea mío, te amo, te voy a llevar a un lugar lindo».

Y ese fue el límite para Romina, tras vivir años atrapada en la versión machista del film Cabo de Miedo.

El 20 de octubre del 2017, la abogada hizo la denuncia en la fiscalía de instrucción de Río Tercero a cargo del doctor Alejandro Carballo: «Hay que entender que en este tipo de delitos las mujeres pasan por distintas etapas hasta que toman el coraje de denunciar. Las lagunas legislativas que existen hacen que las víctimas de acoso sexual tengan que tolerar innumerables actitudes denigrantes antes de que la persecución se transforme en un delito», explica el fiscal.

Cuando en la fiscalía revisaron los antecedentes penales del acusado comprobaron que Sarmiento estaba detenido desde el 25 de noviembre del 2014 cuando fue condenado a 4 años de prisión por robo y tenencia de estupefacientes con fines de comercialización. El mayor temor de Romina era que la pena se vencía en 10 meses, más precisamente el 10 de septiembre del 2018: «Estoy viviendo un calvario y mi mayor miedo es qué pueda pasar cuando salga de la cárcel. Tengo hijos chiquitos», dijo la abogada en su declaración testimonial cuando formalizó la denuncia.

Tras semanas de investigación el fiscal Carballo llamó a indagatoria a Sarmiento el 2 de febrero de 2018. Ese día fue imputado por coacción reiterada. Sin embargo, la denuncia no detuvo las comunicaciones frenéticas con el entorno de Romina y con los celulares que la mujer cambiaba y que el acosador conseguía.

La insistencia es un demonio enrejado en tu mente

La indagatoria de Sarmiento, a la que pudo acceder Infobae, roza lo irracional. Si bien negó acosar a Romina, confesó que era cierto que la llamaba en reiteradas oportunidades, incluso llegó a hablar de celos de ella para con él: «Yo conocí a Romina en la calle y me dejó su número de teléfono. En varias ocasiones la he invitado telefónicamente a comer, salir, a bailar pero no tuve respuestas. Varias veces llamé insistentemente para que ella me ayudara y me sacara de la cárcel y no tenía respuestas. También le escribí mensajes de amor. Todas las llamadas las realicé desde Bouwer con teléfonos públicos y teléfonos celulares que compraba ahí adentro».

Además de la indagatoria, ese mismo día la fiscalía le impuso al acusado una prohibición de contacto. Sarmiento no hizo caso a las restricciones y no solo continuó con su hostigamiento sino que lo aumentó.

Dos días después, el 4 de febrero del 2018, a las 9.32, Sarmiento volvió a conseguir el número de Romina que había cambiado hacía poco tiempo. La llamó desde el fijo del penal pero cuando la abogada escuchó a la operadora decir que la comunicación provenía de la cárcel de Bouwer cortó. Sin embargo, dejó un mensaje en el buzón de voz: «¿Qué me tenés miedo que no me querés atender? Te voy a comer entera. Ya vas a ver, ya vas a ver. Ya te voy a encontrar. Estas ‘ricasa’. Te voy a comer toda. Soy Fernando, cuando salga de acá te voy a encontrar. Dale Ro, atendeme que te voy a encontrar lo mismo».

El lunes 10 de septiembre del 2018 por la noche, Fernando Del Valle Sarmiento cumplió su pena por robo y tenencia de estupefacientes para la comercialización y salió en libertad. Al día siguiente hubo llamados a las 9.18, 10.24, 12.00, 14.00 y 14.30 a la casa de la mamá de la mujer acosada. A las 14.50, 15.39 y 15.40 se recibieron llamados de un celular desconocido a los teléfonos de la ex pareja de Romina y padre de sus hijos, con quien se había separado.

El albañil acosador no duró mucho en libertad. Romina fue de inmediato a la fiscalía a contar que la persona que estaba libre seguía acosándola. El fiscal Carballo ordenó su detención. El sábado 15 de septiembre a las 3.55 de la mañana, cuando caminaba por la intersección de las calles Libertad y Mitre, en Río Tercero, Sarmiento fue arrestado por esta causa. Una pericia psicológica que se le realizó al acusado indicó que «posee dificultades para sostener la distancia formal con la profesional interviniente».

El estudio agregó: «La personalidad de Sarmiento es narcisista. Los frenos inhibitorios fracasarían en momentos de tensión y su estabilidad anímica sería relativa al momento actual».

Así, llegó el juicio en los tribunales de Río Tercero. Romina tuvo que ver cara a cara a su acosador. El 19 de agosto pasado, el juez José Argüello condenó a 3 años y 4 meses de prisión a Fernando Del Valle Sarmiento. En su dictamen el juez hizo especial hincapié en que el hombre comience un tratamiento psicológico y psiquiátrico y que todas sus llamadas desde el penal sean monitoreadas y vigiladas.

Desde la sentencia hasta ahora no se volvieron a registrar llamadas.

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