Incendio en la Amazonia: donde hubo fuego, hay que restaurar la selva

Por Manuel Jaramillo (*)

 

Hoy, no sólo hay que parar el fuego: hay que iniciar el proceso de restauración, fortaleciendo además los sistemas de prevención y respuesta temprana para que esta situación no vuelva a ocurrir.

Esta semana, tomamos conocimiento de que el fuego devoraba el Amazonas y eso implicaba la pérdida de la vida de miles de individuos de diversas especies vegetales y animales. Especies que llevan milenios de coevolución en un ecosistema integrado y entrelazado entre sí y con la dinámica climática global.

Se quema el Amazonas y se consumen nuestras reservas de carbono, incrementando el efecto invernadero y el calentamiento global. Se quema el Amazonas y se pierde la capacidad de producir agua dulce para una enorme cantidad de personas y de actividades productivas. Se quema el Amazonas y personas y animales pierden sus casas, su refugio, su acceso a alimentos y medicamentos.

Negligencia, falta de controles, mensajes políticos erróneos, luchas de poder, ambición humana, presión social, diferentes posibles responsables de la ignición de estos focos que luego, por falta de respuesta temprana, se transformaron en incendios inmanejables arrasando una superficie aun no confirmada, pero que se estima será cuantificada en millones de hectáreas.

Las redes sociales instalaron el tema y los medios se hicieron eco para potenciar la difusión, el tema ya está hoy en la agenda pública y es esperable que a partir de allí escale en la agenda política. Hoy, no sólo hay que parar el incendio, hay que iniciar el proceso de restauración, fortaleciendo además los sistemas de prevención y respuesta temprana para que estos no vuelvan a ocurrir.

En este marco, la comunidad internacional tienen mucho para hacer, un fuerte apoyo del G7 a los países que integran el bioma amazónico para avanzar en la restauración, debe ser explicitado. Ese compromiso debe iniciar con la decisión de no adquirir productos agrícolas ni ganaderos que se produzcan en las recientes áreas quemadas. Esa decisión es central para desalentar futuras quemas y para acompañar el proceso de restauración. Proceso que también debe ser asistido técnica y financieramente por parte de los países desarrollados.

 

¿Que pasa en el país?

En la Argentina, la situación también reviste atención. Alrededor de 170 mil hectáreas de bosques nativos son deforestadas anualmente para habilitar nuevas áreas de producción agrícola y ganadera, perdiendo servicios ambientales en búsqueda de un desarrollo que nunca termina de llegar. Por el contrario las crisis económicas se ven acompañadas de manifestaciones cada vez más fuertes de los efectos del cambio climático, inundaciones y sequías récord, así lo demuestran.

Todo ambientalista, es un optimista, y por ello no puedo dejar de reflexionar que –más allá de la tragedia ambiental en curso- debemos celebrar el interés de la comunidad global por esta situación y por encaminar medidas reales de solución, para ello debemos trabajar juntos y articulados, por un Amazonas que siga vivo y disponible para ayudarnos a seguir disfrutando de nuestro planeta, tal como lo conocemos.

 

 

(*) Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina

 

Fuente: TN

 

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