Angra dos Reis: el paraíso natural que Jair Bolsonaro quiere transformar en una «Cancún brasileña»

El presidente de Brasil busca anular un parque natural de 29 islas al sur de Río de Janeiro para construir resorts. La Unesco acaba de declarar la costa de Angra y Paraty Patrimonio de la Humanidad.

Una «Cancún brasileña», un enorme complejo de hoteles y torres de apartamentos en la bahía de Angra dos Reis, una de las zonas mejor preservadas de la costa sur de Río de Janeiro, llamada Costa Verde por el manto de selva que cubre sus montañas. Es el sueño del presidente Jair Bolsonaro y una de sus últimas obsesiones. Desde mayo, repite constantemente su intención de acabar por decreto con el parque natural Estação Tamoios para permitir el desarrollo turístico de la zona.

Esta reserva en concreto está formada por 29 islas e islotes de altísimo valor ecológico y gran belleza: rocas coronadas de cocoteros, calas de arena blanca y un agua verde esmeralda que refleja la selva de las montañas. El acceso a estas islas está prohibido, igual que la pesca; los barcos ni siquiera pueden fondear en sus aguas: un paraíso para delfines, tortugas y cientos de especies de peces. Sólo se puede acceder a ellas con fines científicos.

La reserva también sirve de zona de amortización para una central nuclear cercana. El parque de Tamoios ocupa apenas el 5% del total de la bahía de Angra, donde sí hay hoteles y un turismo hasta ahora basado en un modelo sostenible. El presidente asegura que hay empresarios de los Emiratos Árabes, Japón e Israel dispuestos a invertir «miles de millones» para construir en la zona.

«Bolsonaro quiere una ‘Cancún brasileña’, pero se olvida de que toda la belleza es gracias a los niveles de protección del medio ambiente que tenemos. Sin eso, este paisaje se habría acabado hace tiempo», comenta a EL MUNDO João Luiz Victal, un biólogo marino que trabaja en la reserva desde antes de su fundación, en los años 90. Ahora, ya jubilado, tiene un proyecto de cría de peces y turismo pedagógico. Igual que varios ecologistas de la zona, João Luiz cree que la obsesión de Bolsonaro por acabar precisamente con esta reserva tiene que ver con una especie de venganza personal.

 

Multado por pesca ilegal

Bolsonaro tiene una casa en las inmediaciones, y en 2012, cuando era diputado, fue multado en esta zona por pesca ilegal; fue pillado con una barca repleta de artilugios de pesca, lo que le costó una multa de 10.000 reales (2.300 euros) que nunca pagó. La sanción prescribió, y tras su llegada al Gobierno, la multa fue anulada, y el funcionario que multó a Bolsonaro, José Augusto Morelli, destituido. Los trabajadores de la reserva vinculados al ministerio de Medio Ambiente declinaron hacer declaraciones a este diario por miedo a represalias.

En medio de toda la polémica, en junio, la Unesco declaró la bahía de Angra dos Reis, Isla Grande y Paraty, Patrimonio de la Humanidad, destacándola como «un ejemplo excepcional de uso de la tierra y el mar y de interacción humana con el medio ambiente».

El territorio reconocido por la Unesco abarca casi 150.000 hectáreas, donde conviven cuatro parques naturales entre la sierra y el mar, la ciudad colonial de Paraty y varias aldeas indígenas, de pescadores tradicionales y quilombos, las comunidades rurales donde viven los descendientes de esclavos fugitivos.

El principal activo de la zona es su frondosa vegetación tropical. Aquí se encuentra uno de los últimos resquicios de la mata atlántica, la selva que cubría toda la costa de Brasil y buena parte de Suramérica y que ahora sólo ocupa el 12% de su territorio original.

«El título de la Unesco es valiosísimo, pero el presidente ignora cualquier ley, no obedece a nadie, es vengativo y gobierna con el odio. Su estrategia es destruir todos los marcos legales de nuestro país», comenta Ivan Marcelo Neves, uno de los activistas veteranos en la zona y miembro del Instituto Socioambiental de la Bahía de Isla Grande. A pesar de la desconfianza, espera que el reconocimiento internacional sirva como herramienta de presión contra los planes desarrollistas.

Mientras se define el futuro de la Estação Tamoios, Bolsonaro sigue en su escalada verbal contra el medio ambiente y la «industria» de las multas. Hace unos días, bromeó autoproclamándose «capitán motosierra» después de la lluvia de críticas por contestar los datos oficiales que apuntan un aumento vertiginoso de la deforestación de la Amazonía.

Al ser preguntado por la polémica de la ya famosa ‘Cancún brasileña’, respondió que «la cuestión ambiental sólo preocupa a los veganos que comen verduras» y que si quisiera hacer «una maldad» podría ir a la bahía de Angra una noche o un fin de semana y cometer un crimen ambiental sin ser multado.

 

Fuente: EL Mundo

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