Los audios que revelan cómo mintió el comisario de la masacre de Monte, donde murió un misionero

En las grabaciones Mario Mistretta niega que los policías hayan disparado al auto donde viajaban los chicos. Cuatro jóvenes murieron la madrugada del 20 de mayo.

El plan de la mentira asesina se ideó en apenas segundos. O tal vez ya estaba pensado desde hacía mucho tiempo, para ser usado ante cualquier eventualidad. Y se ejecutó en un par de minutos, en la mismísima escena del crimen, para hacer creer que los pibes habían provocado su propia muerte. La madrugada del 20 de mayo, en San Miguel del Monte, Gonzalo Domínguez, Camila López, Danilo Sansone y Aníbal Suárez murieron después de que el auto en el que viajaban chocara contra un camión. La única sobreviviente es testigo clave del hecho.

Esa noche fatal, los policías pateaban disimuladamente los restos del Fiat 147 para hacer saltar los plomos de las chapas y barrían con sus botas la tierra de la colectora de la ruta para arrasar con todas las pruebas; una vieja maniobra de los “Pata Negra”. Además, para asegurarse la impunidad, se encargaban de que las víctimas, vivas o muertas, sean llevadas cuantos antes al hospital, para terminar así de limpiar el lugar.

Según creen los familiares de los adolescentes, a uno de ellos le pusieron el cuello ortopédico fingiendoque aún estaba con vida, para llevárselo y liberar así la escena, aunque ya estaba muerto según constataron los bomberos mediante la toma de pulso. Su cuerpo y el de sus amigos jamás debieron ser movidos. La primera etapa del macabro plan ya se estaba cumpliendo en esa madrugada de lunes.

Al día siguiente, el martes, llegó la segunda parte. El comisario Mario Mistretta, quien en la actualidad no está detenido porque al momento del hecho no estaba trabajando, citó a los padres de los chicos para explicarles lo que hasta ese instante entendían que había pasado, según los supuestos indicios y pruebas recolectados.

“Tenemos a cuatro personas fallecidas y a una en estado crítico por un chico que llevaba a cuatro personas en un auto a alta velocidad. No le voy a echar la culpa a nadie, pero en algún momento tenemos que tomar la responsabilidad un poquito”, le dijo Mistretta en la cara a la familia de Aníbal, conductor del 147. Con esa frase hizo responsable de las muertes al joven misionero. Luego se supo que días antes, el chico había sido privado de la libertad por los mismos policías coimeros, que para devolverle el coche por la falta de documentación y dejarlo ir, le pidieron 5 mil pesos.

Pero eso no fue lo único. Confiado en su rol, el jefe de la seccional de la cual dependen todos los agentes detenidos por la masacre se animó a ir por más y dijo: “De las pericias surge que no hay ningún balazo. Me surge de los cuerpos que no tengo ninguna persona herida. Una 9 milímetros, a un 147 lo pasa como a una lata y te puedo asegurar que como son los chicos chiquitos, pasa un cuerpo y otro cuerpo. O sea, eso no lo podés borrar, no podés borrar un balazo”. Con el paso de los días, las pericias de Gendarmería confirmaron que los balazos efectivamente pasaron el 147 como si fuera una lata y uno de ellos le pegó a Gonzalo en un glúteo.

¿El comisario estaba encubriendo a sus policías o realmente confiaba en los resultados de esas pericias? ¿Por qué quienes hicieron esos falsos peritajes no están detenidos o al menos aún no están siendo investigados? Son algunas de las preguntas que aún se hacen los padres de las víctimas.

La versión oficial aseguró durante tres días que se había tratado de un accidente. Hasta la fuente más “amiga” y confiable nos aseguraba que “los pibes iban tomando cerveza y al intentar eludir a la Policía, chocaron y se mataron”. Por supuesto que los padres fueron los primeros en sostener que en realidad se trataba de “una masacre”; reacción casi esperada en las familias que de repente se encuentran siendo lamentables protagonistas en un hecho semejante.

Pero esta vez, esos papás tenían pruebas para sostener tan gravísima acusación. Y no solo fueron esas pruebas las que brotaron de un momento a otro, sino que fueron apareciendo los testigos clave que terminaron de destrozar la cínica y aterradora actuación de todos y cada uno de los policías que intervinieron en el hecho, desde el más novato, hasta el máximo jefe a cargo de la seccional.

A tres meses del hecho, la investigación se encuentra en una “natural” o normal meseta luego de lalibertad de cuatro de los agentes investigados otorgada por la Cámara de Apelaciones y Garantía de La Plata. La medida fue tomada por sus cargos o grados de responsabilidad en el caso y porque la Justicia entiende que no hay peligro de fuga o de entorpecimiento de la investigación por parte de los acusados. Los otros ocho policías siguen detenidos al igual que el exsecretario de Seguridad de San Miguel del Monte. Esa meseta, generada por la falta de movimiento en el expediente en las últimas semanas, debería terminar cuanto antes y responderle a las familias de las víctimas, y a la sociedad en general, por qué el resto de los integrantes de la cadena de encubrimientos aún no fueron investigados.

Rocío, de 14 años, es la única sobreviviente y testigo clave de la masacre cometida en la madrugada del 20 de mayo. Veinticinco días después del hecho le dieron el alta del hospital donde estaba internada y desde ese momento se encuentra en su casa, custodiada por la Gendarmería Nacional y contenida por el amor de su familia. Tal vez ella, con su relato, pueda darle un poco de luz a la oscura versión que dieron los agentes involucrados, aunque primero debe superar el miedo y el shock emocional que aún le provoca el recuerdo de esa madrugada en la cual perdió a sus amigos Gonzalo Domínguez (14), Camila López (13), Danilo Sansone (13) y Aníbal Suárez (22).

 

 

(TN)

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