Por qué fracasaron las encuestas

Los argentinos fuimos sorprendidos por el resultado de las PASO, que no pudo ser anticipado por prácticamente ninguna encuesta. Algunos expertos explicaron después que una de las razones del fracaso de los sondeos es que los entrevistados escondieron sus verdaderas opiniones a pesar de que los sofisticados sistemas de investigación que se utilizaron tenían, en teoría, recursos para prevenirlo.

En este artículo ensayo una explicación a este problema que quizás ayude a reflexionar sobre otro problema mayor: el de la polarización extrema y la grieta. ¿Por qué los argentinos desarrollaron un método para no expresar con libertad sus preferencias políticas? ¿Por qué se negaron a «confesar» lo que iban a votar? ¿Qué nos dice eso sobre la Argentina actual?

Bajo gobiernos dictatoriales, los ciudadanos esconden sus opiniones por temor a ser detenidos, torturados o asesinados. No es esta la explicación para la Argentina de hoy, país que felizmente goza de libertades plenas. Pero en contextos democráticos los seres humanos también podemos vernos tentados a ocultar nuestras costumbres, hábitos y opiniones, en este caso por temor a un rechazo o sanción moral de los que nos rodean, ante el riesgo de ser excluidos socialmente o poner en juego relaciones que pueden afectar nuestros afectos o intereses económicos.

Pero ¿por qué en un país democrático como el nuestro los ciudadanos esconden sus preferencias? ¿Cuáles son las condiciones que crean ese temor a expresarse con libertad? Quizás un ejemplo contribuya a explicarlo. Desde hace algunos años, si uno se encuentra en una reunión en la que la mayoría de los presentes vota al kirchnerismo y se atreve a mencionar algún acto de gobierno positivo del macrismo, la respuesta suele ser primero una mala cara y luego la acusación de estar defendiendo a un gobierno que hambrea al pueblo y entregó el país al capital financiero.

Si, por el contrario, uno se encuentra rodeado de simpatizantes del macrismo y destaca alguna decisión de Cristina Kirchner, la mala cara se repite, en este caso seguida de la sospecha de haber realizado algún negocio con el gobierno que se robó el dinero de los argentinos.

Lo sorprendente es que si esas opiniones se hubieran formulado sin decir que se trata de medidas aplicadas por Macri o Cristina, seguramente hubieran sido aceptadas con entusiasmo por los mismos que las rechazan con pasión por conocer su origen. A menudo, importa más el quién que el qué.

No hay matices ni claroscuros, solo blanco y negro para algunos sectores -incluyendo muchos periodistas- que se han fanatizado hasta el absurdo. Esto, que aquí llamamos grieta, no es un invento argentino, sino la consecuencia de una teoría de la política que se aplica globalmente y que encuentra ejemplos en la campaña por el Brexit o el triunfo de Donald Trump. Consiste en estimular la polarización de las preferencias y las opiniones sobre la base de argumentos impactantes que, a partir del conocimiento de la psicología de la especie humana, tienden a agudizar sentimientos intensos y profundos, y que en el caso argentino vienen dando rédito político a tirios y troyanos, complicándonos la convivencia desde hace muchos años.

 

En este contexto, frente al riesgo de ser censurado y «castigado» por cierto grupo de pertenencia, muchos argentinos se fueron haciendo expertos en el arte de esquivar los debates espinosos, mantenerse en silencio para evitar que la discusión escale, levantarse de la mesa a buscar algo cuando alguien deja caer la primera provocación y, finalmente, ocultar sus preferencias, que es lo que impidió, posiblemente, que los encuestadores acertaran con sus pronósticos.

 

Pero esto podría estar cambiando. Afortunadamente, ya son muchos los ciudadanos de nuestro país, incluyendo líderes políticos, que han comprendido que las estrategias de polarización ya no son útiles. No se trata de desconocer las diferencias ni de cancelar los debates programáticos ni de aspirar a una unanimidad imposible: la democracia implica diferentes opiniones y proyectos, que se someten a la voluntad de los electores. Se trata de entender que, dada la gravedad de nuestros problemas, las soluciones implican el esfuerzo conjunto de una gran mayoría de argentinos, la construcción de políticas de Estado que transciendan un determinado gobierno y la articulación de amplias mayorías parlamentarias.

Pero para ello primero es necesario dejar de lado las estrategias que dividen a amigos y familias y que han alejado innecesariamente a muchos compatriotas y trabajar para recuperar un piso de convivencia que nos permita enfrentar los enormes desafíos que vienen.

 

Por: Hugo Sigman

Médico psiquiatra y CEO del Grupo Insud (Pomera Maderas /FRESA)

 

Publicado en Diario La Nación, 19 de agosto de 2019

 

 

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