Instrumento de Paz

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez (*)

Jesús es el Príncipe de la paz. En Él descubrimos la altísima vocación de todo cristiano a trabajar incansablemente por la paz. Sin embargo, el Evangelio de este domingo puede parecernos algo extraño ya que Jesús dice a sus discípulos: «¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división».

Con esta expresión Cristo nos enseña que la paz que vino a traer no es sinónimo de simple ausencia de conflictos. De hecho, si prestamos atención, en cada misa recordamos las palabras de Jesús: «la paz les dejo, mi paz les doy». Pero el texto del Evangelio de Juan continúa diciendo: «pero no como la da el mundo». Por eso, tendremos que entender que la paz que nos propone Jesús se aleja de la falsa paz de la indiferencia del mundo y, por el contrario, es fruto de una lucha constante contra el mal.

Lamentablemente constatamos con frecuencia que en nuestra sociedad se impone muchas veces una cultura que se caracteriza «por la autorreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el otro, a quien no necesita ni del que tampoco se siente responsable. Se prefiere vivir día a día, sin programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y comunitarios. Las relaciones humanas se consideran objetos de consumo, llevando a relaciones afectivas sin compromiso responsable y definitivo». (cfr. DA 46)

La indiferencia nos adormece y nos lleva a contentarnos con una falsa paz que es necesario superar. El Papa Francisco en la Exhortación sobre la santidad «Gaudete et exsultate» nos advierte sobre las dificultades que tendremos que superar para ser auténticos hombres y mujeres de paz: «No es fácil construir esta paz evangélica que no excluye a nadie, sino que integra también a los que son algo extraños, a las personas difíciles y complicadas, a los que reclaman atención, a los que son diferentes, a quienes están muy golpeados por la vida, a los que tienen otros intereses. Es duro y requiere una gran amplitud de mente y de corazón, ya que no se trata de un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz, ni de un proyecto de unos pocos para unos pocos.

Tampoco pretende ignorar o disimular los conflictos, sino aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. Se trata de ser artesanos de la paz, porque construir la paz es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza. Sembrar paz a nuestro alrededor, esto es santidad». (GE 89)

Estos días estuvimos reunidos con los obispos de Argentina en la 182° Reunión de Comisión Permanente al término de la cual, mirando la compleja situación de nuestro país expresamos que «Valoramos la numerosa participación del pueblo argentino en las P.A.S.O. del domingo pasado, que se desarrollaron en paz y sin contratiempos. Esperamos que esa actitud ejemplar se refleje ahora en todos los sectores de la comunidad nacional. Se trata especialmente de cuidar el bien común “privilegiando a los pobres”, que son los que más sufren.

Ofrecemos nuestra oración de pastores e invitamos a todas las parroquias y comunidades a rezar la Oración por la Patria».

Si queremos seguir a Jesús el Señor, y ser verdaderos discípulos y misioneros suyos tenemos que comprometernos con la realidad. Esto probablemente signifique salir de nuestras zonas de confort y someternos a incomprensiones y cruces. Pero tenemos siempre la certeza pascual del amor de Dios que nos acompaña y nos da las fuerzas que necesitamos para convertirnos en «instrumentos de su paz», según la conocida expresión de san Francisco de Asís. No de una paz inconsistente y aparente, sino real, buscada con valentía y tenacidad en el esfuerzo diario por vencer el mal con el bien.

 

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.

 

Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas  

 

 

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