Queneau: cien mil billones de poemas

Raymond Queneau (1903-1976) fue un escritor francés de mucho prestigio; además, era un aficionado a la matemática, ciencia que estudió en la universidad de la Sorbona. Justamente, por ese gusto por ese gusto por una ciencia aparentemente tan alejada de la matemática, fue el autor de un experimento literario al que nos vamos a dedicar en este artículo.

Antes entrar en tema voy a referirme a la llamada regla del producto que es muy importante en este tema. Según este principio, si una elección tiene M alternativas posibles y otra elección distinta tiene N, entonces la realización de ambas elecciones, una tras otra, admite M x N alternativas distintas. Por ejemplo, si vamos a un restaurante y, en la carta, vemos que hay un menú con cuatro entradas, siete segundos platos y cinco postres, cada comensal puede elegir entre 4 x 7 x 5 = 140 comidas distintas, siempre que pida los tres platos. En general, la gente no tiene idea del enorme tamaño que pueden llegar a tener estos resultados y que, en matemática, son abordados mediante los arreglos, las permutaciones y las combinatorias.

Dicho esto, paso a nuestro tema de hoy. En el año 1961 fue publicada, por la prestigiosa editorial francesa Gallimmard, una obra de Queneau llamada Cien mil millardos de poemas (un millardo equivale a un billón). En ella, el escritor compone diez sonetos que se imprimen en diez páginas, uno por página, y después se recortan en tiras los catorce versos de cada uno de los diez poemas. Recordemos que un soneto tiene cuatro estrofas, dos de cuatro versos y dos de tres. De esta manera, se puede abrir el libro y elegir leer el primer verso del quinto poema, seguido del segundo verso de cuarto y así sucesivamente, hasta usar los catorce versos. Y, efectivamente, son cien mil billones de poemas (diez seguido de catorce cers) distintos porque hay diez maneras posibles de elegir el primer verso, otras diez para el segundo y así sucesivamente, hasta agotar los catorce versos. O sea, tenemos que multiplicar el 10 catorce veces por sí mismo lo que nos da el número de cien mil billones.

Para tener una idea de la enormidad de este número, el mismo Queneau hizo la estimación que sigue. Cada poema precisa un minuto para ser leído; por lo tanto, ocho horas de lectura, durante doscientos días significan 96.000 minutos de lectura por año. Entonces, si dividimos cien mil billones por 96.000 nos da 1.042.000.000 años, es decir, 10.420.000 siglos, necesarios para completar la lectura del libro.

Según el autor, como cada soneto fue escrito siguiendo una estructura gramatical prefijada, los poemas que quedan formados tienen sentido. Como es obvio, esa afirmación nadie la pudo comprobar.

Este libro, de solo diez páginas, nos presenta al menos dos conclusiones importantes. En principio, todos tenemos un limitado manejo de los grandes números. El número cien mil billones nos parece muy grande pero, posiblemente, no tengamos una idea acabada de su enormidad si no lo relacionamos con algo como, en este caso, el tiempo que ese número significa. Por otra parte, la matemática asociada con otras disciplinas, produce obras muy interesantes. En este caso, la asociación con la literatura nos permite tener una biblioteca formada con un solo libro de diez paginas al que no nos alcanzaría una vida para leer.

Muy relacionado con este tema, les recomiendo consultar una interesante experiencia que hizo el músico uruguayo Jorge Drexler llamada Décima a la décima, la que pueden consultar en el enlace  www.youtube.com/watch?v=AO1pzr_KlkM.

La matemática, como ciencia, es apasionante en sí misma, aunque muchos no me crean. Pero si la juntamos con, por ejemplo, la música o la literatura, se puede obtener resultados verdaderamente impactantes. Borges, Queneau y Drexler son solamente tres ejemplos que prueban que eso es cierto.

 

 

Por Juan Petryla (*)

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