Los días de Pity Álvarez en la cárcel: subió 20 kilos y se reconcilió con su familia

A casi un año de asesinar a quien era su amigo, Cristian Maximiliano Díaz (36), Pity Álvarez continúa preso en el penal de Ezeiza, dependiente del Servicio Penitenciario Federal (SPF). Es una versión de Pity totalmente distinta a la que se conoce públicamente: engordó 20 kilos y se reconcilió con su familia.

 

Aquel 12 de julio de 2018, el cantante estuvo prófugo por varias horas y, al entregarse, confesó la autoría ante la atenta mirada de periodistas. «Lo maté porque era él o yo. Y creo que cualquier animal haría lo mismo», sentenció, y despertó la inmediata conmoción en el mundo artístico.

 

A la espera del juicio oral por el crimen ocurrido el 12 de julio de 2018, el ex cantante de Intoxicados sigue alojado en el Programa Interministerial de Salud Mental Argentina (Prisma), destinado a los reclusos con problemas psiquiátricos, permanentemente monitoreado.

 

Compartió momentos con Eduardo Vásquez, el ex baterista de Callejeros condenado a perpetua por el femicidio de su pareja Wanda Taddei. El músico tenía a su cargo un taller de batería, pero Pity evitó sumarse cuando el acercamiento entre ambos trascendió a la luz pública. Desde entonces, él prefirió bajar su perfil y centrarse en el bienestar de su familia.

 

Una de las fuentes consultadas por Clarín asegura que Álvarez es un preso «para nada conflictivo». Es una versión de «Pity» totalmente diferente a la que se conoce públicamente. «Cero bardo», traducen.

 

En estos duros meses, el cantante de Viejas Locas engordó 20 kilos, lo sedaron y duerme la mayor parte del tiempo, aunque en los momentos de visitas va al patio común y hasta jugó algún que otro partido de truco. Sólo pueden ir a verlo tres personas por día, con su autorización.

 

Tras las rejas, Pity se ha cruzado con el anestesista Gerardo Billiris, sentenciado a 14 años por haber suministrado drogas, abusado y haber querido matar a una joven en 2017; con Emmanuel «Camus Hacker» Ioselli, acusado de extorsionar a Lucía, la nieta de Susana Giménez; y con Martín Ríos, el tirador de Belgrano.

 

Además de María Giovannone, mamá de su hija Blondie, lo visita César, un cura rockero que conoció en 2006 y que no lo juzga por sus adicciones ni el crimen cometido.

 

«Lo veo tranquilo, de a poco siento como que está bajando algunos cambios. No bien llegó, estaba alterado, era una persona que desconocía, pero con los meses mejoró. De todas maneras la mayor cantidad de tiempo está medicado y, muchas veces, deprimido. Hay días en los que casi no habla con nadie», contó el sacerdote, quien en su casa tiene un disco de Intoxicados pegado a la Biblia.

 

«Se dicen muchas cosas ¿Viste? Que adentro tiene una banda de rock, que toca con Eduardo Vásquez, pero no es así. Fue una sola vez en un taller de percusión y nada más. En la cárcel no es una estrella de rock, es simplemente Cristian, y si bien a veces toca la guitarra con otros internos, prefiere la soledad o la compañía de su mamá», agregó César.

 

Según el informe del Cuerpo Médico Forense, Álvarez es poliadicto y sufre trastorno de personalidad. Sin embargo, es imputable y era consciente de sus actos al matar a su amigo Díaz.

 

Curiosamente, hay más famosos involucrados en la trama. Fernando Burlando es el abogado de la familia del joven asesinado. «Seguramente vamos a pedir una pena que ronde los 20 años, casi con seguridad», anticipó la pareja de Barby Franco a Clarín.

 

El músico está imputado por el delito de «homicidio agravado por el uso de arma de fuego». El juicio, según estiman sus allegados, podría comenzar en septiembre u octubre próximo.

 

 

Fuente: Los Andes

 

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