Su altura, su cabellera y sus cualidades dentro de la cancha permitían reconocer rápidamente a Walter Herrmann. El deportista argentino fue parte de la “Generación Dorada” del básquet argentino y obtuvo la medalla dorada en los Juegos Olímpicos del 2004. Sin embargo, su vida quedó marcada por las tragedias: en poco más de un año perdió a cinco de sus seres más queridos. 

Tras un gran paso por el club Atenas, Herrmann dio el salto hacia la liga española. Aunque se destacaba en el equipo, sufrió un bajón anímico y necesitó regresar a la Argentina para recargarse de energía. El Presidente del club le otorgó ese permiso especial y el deportista volvió para compartir momentos con sus familiares y amigos.

 

Particularmente uno de sus amigos, se pidió vacaciones y estuvo acompañando al basquetbolista durante toda su estadía en el país. Sin embargo, la peor noticia llegaría al volver a pisar tierras españolas: su mejor amigo, con quien había estado día y noche en la última semana, se había suicidado.

 

Pese al duro golpe, el oriundo de Venado Tuerto siguió adelante con su carrera y recibió un nuevo llamado para vestir la camiseta de la Selección Argentina. En la previa a un encuentro amistoso recibe la noticia del fallecimiento de su novia en un accidente automovilístico, aunque la tragedia sería aún mayor: dentro de ese vehículo también estaban su madre y su hermana de 11 años.

 

Esto devastó a Walter Herrmann, que pensó en retirarse y estuvo más de un mes encerrado en su casa, pero otra muerte golpearía su vida. Pocos meses después, tras una victoria importante con el seleccionado nacional, el entrenador le comunicó que había fallecido su padre.

 

“La vida es un bolillero y si te toca la bola mala, hay que bancarsela”, reflexionó el basquetbolista y finalizó: “Hoy intento disfrutar el día a día sin hacer planes a largo plazo”.

 

 

 

Fuente: Diario de Cuyo