Uber, Flybondi y AhorroLEGAL: ¿Tus enemigos?

 

 Por Alan Riedmaier (*)

Para responder esto, en un principio debemos abordar la pregunta ¿qué es la destrucción creativa?

La destrucción creativa de define al proceso mediante el cual las empresas que no son capaces de innovar y mantener satisfechos a sus clientes tienden a desaparecer, dejando sitio a las empresas innovadoras que mejor se adaptan a las necesidades de los consumidores.

Las personas, votando con el bolsillo eligen que empresa quiebra y que empresa prospera, por lo que éstas compiten permanentemente, intentando satisfacer las necesidades más urgentes del cliente, vendiendo productos o servicios a un precio más bajo y a una calidad mayor, traduciéndose en márgenes de ganancias más bajos para los empresarios.

Uber benefició a los consumidores y, a su vez estos, votando con el bolsillo, lo hicieron prosperar. Lo mismo sucedió con Flybondi y sus vuelos ultra baratos, los beneficiados del proceso dinámico de descubrimiento y ardua competencia empresarial en el sector aéreo fueron las personas logrando volar barato, en especial clases medias y bajas que nunca tuvieron la posibilidad de subir a un avión.

De la misma forma, AhorroLEGAL, llegó al mercado con servicios jurídicos ultra baratos, entre ellos consultas con abogados, descargos de multas o contratos online, permitiéndoles a las personas de bajos y medianos ingresos acceder a servicios jurídicos hasta diez veces más barato.

Entonces, si estos servicios mejoran la calidad de nuestras vidas y nos benefician, ¿por qué una parte de nuestra mente rivaliza con ellos y les tiene rechazo?. En este punto es importante desentrañar y entender quienes nos implantaron ese pensamiento de mantener cerrada la economía, no dejar entrar competencia y quienes se benefician de esto, que claramente no somos nosotros.

Estas personas nos introdujeron esos conceptos rivalizando con los emprendedores. Por el contrario, a nosotros como consumidores, nos conviene que existan muchos emprendedores en la economía compitiendo frenéticamente entre ellos por satisfacer nuestras necesidades más urgentes, con bienes o servicios de mayor calidad o mejor precio que su competencia. A los que no les conviene, es precisamente a muchos empresarios nacionales con poder que nos venden sus productos de mala calidad y a precios altos, obteniendo ganancias “elefantísticas” para sus bolsillos, que no se dan por servir a las personas, sino que son resultado de apretones de manos con el gobierno y los sindicatos, que no permiten la competencia ni aprovechar la productividad de los avances tecnológicos, perjudicándonos a nosotros.

A esta altura, imagino que ya identificaron a uno de los enemigos: los empresarios proteccionistas escondidos bajo el brazo del estado.

Lo misterioso, es que quienes más defienden el proteccionismo son los mismos ciudadanos perjudicados por dichos empresarios, a quienes sedujeron durante mucho tiempo bajo la falacia estática de que la destrucción creativa o avance de la tecnología, destruye puestos de trabajos y como consecuencia de esto, la vida de las personas. Estos son discursos emocionales que entran con facilidad en las personas, pero no son ciertos.

En 1820 solo unas pocas personas disfrutaban de estándares de vida agradables, mientras la gran mayoría de la población mundial vivía en condiciones que hoy calificaríamos de pobreza extrema, en 1950 eran tres cuartas partes, y actualmente, viven en pobreza extrema menos del 10% de la población mundial.

Esto es resultado del gran aumento de la productividad, incluso con un crecimiento de siete veces de la población en los últimos 200 años. Como los salarios están dados por la productividad marginal que aporta cada trabajador, estos avances, como por ejemplo la tecnología en el sector agropecuario que logra un aumento de la productividad, beneficia a largo plazo a los salarios de los trabajadores, sumado al menor costo y mayor calidad de vida gracias a la competencia y proceso de descubrimiento empresarial. Nada saca más personas de la pobreza que el aumento de productividad y acumulación de capital. En Suiza el salario medio es mayor a US$ 6.000 por mes, en cambio, en Argentina apenas por encima de US$ 500. ¿Acaso los empresarios argentinos son tacaños, mientras los empresarios suizos son serviciales y aman repartir su dinero? Sabemos que no es así. No les queda otra OPCIÓN que pagar salarios altos en el mercado laboral si quieren contratar trabajadores.

 

Uber, Flybondi, AhorroLEGAL, etcétera, son parte de este progreso, por el contrario, los gobiernos proteccionistas, sindicalistas y empresarios que ahuyentan competencia con ayuda de los dos primeros, son parte de la barbarie que hunde a la Argentina hace décadas.

 

(*) Por Alan Riedmaier. Analista Financiero

 

 

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