Monopatines eléctricos: el nuevo medio de transporte que llegó para quedarse

 

¿Juguete o medio de transporte? ¿Los dos? A poco más de una semana de la llegada de los monopatines eléctricos al tránsito porteño aparecen esas preguntas que también podrían trasladarse a la bicicleta eléctrica, el vehículo que, antes, también había obligado a cambiar el Código de Tránsito de la Ciudad.

 

La regulación es más joven de lo que se cree. Cuando se sancionó, en noviembre de 2006, la bicicleta se concebía a pedales -sin asistencia- y el monopatín era cosa de chicos: un juguete con ninguna otra acepción. Hoy, al verlo por las calles de Palermo y Recoleta, donde hasta el momento se concentra la oferta para alquilarlos mediante una app -$15 para desbloquearlos y $8 el minuto de uso-, es difícil advertir cuándo ocurrió el cambio.

 

 

La propagación de los monopatines eléctricos fue express y mundial. A fines de 2017, un ex ejecutivo de Uber abrió su propia empresa -Bird- y dejó cientos en las calles de Los Ángeles. Lo hizo de la noche a la mañana, sin permiso ni explicación. Las personas se encontraban con esos dispositivos nuevos, los alquilaban por minuto, los pagaban con tarjeta de crédito y cuando los terminaban de usar, los dejaban en cualquier parte. No había estaciones o terminales, como con las bicicletas. Fue un boom.

 

El modelo era propio de la economía de plataformas: entrar por la fuerza al mercado, sumar clientes para demostrar demanda y resolver las aprobaciones legales más adelante, una vez instalados. Así, se multiplicaron por todo EE.UU, con usuarios enamorados de esa manera de trasladarse y tantos más odiados por su existencia. Sin regulaciones, los gobiernos empezaron a prohibirlos y a confiscarlos, en los noticieros se repetían informes sobre accidentes provocados por monopatines y surgieron grupos “anti-scooter”.

 

Mientras en EE.UU la política hacia los monopatines y las bicicletas eléctricas se endurecía y endurece -en especial con las utilizadas por repartidores de delivery-, el fenómeno se expande en Europa. Aunque en Barcelona, París, Madrid y Praga, entre otras ciudades, hay resistencia de peatones y autoridades.

 

A América Latina llegó Bird, y otras empresas con nombres cortos como Lime y Grin desembarcaron en Montevideo, Santiago de Chile, México, Río de Janeiro, Bogotá, Lima, San Pablo y hace 10 días empezaron a operar en Buenos Aires. Por ahora, sólo en suelo porteño está la mexicana Grin. “Meses atrás, los monopatines aparecieron en las principales ciudades del mundo. Desde Buenos Aires tuvimos la suerte de ver cómo eso se desarrollaba y aprovechar el tiempo para analizarlo. Sabíamos que tarde o temprano se iba a replicar acá, pero pudimos decidir cómo”, dijo Paula Bisiau, subsecretaria de Movilidad Sustentable y Segura.

 

Al monopatín se lo incorporó al Código como un “dispositivo de movilidad personal”: el nombre debió ser amplio para incluir aparatos que aparezcan en el futuro. Un año antes, en el mismo Código se había habilitado y regulado a las bicicletas eléctricas.

 

 

Fuente: La Mañana de Neuquén

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